No hay que perder el objetivo: ¿qué queremos conseguir?

«Es fundamental contar con objetivos
claros, precisos, cuantificados y
tener establecida la o las estrategias
que se emplearán para lograrlos»
J. M. Beltrán

Desde el punto de vista de la administración o gerencia estratégica, lo imprescindible no es solamente conseguir los resultados esperados, sino lograrlos con el mejor método, en el menor tiempo y lo más económicamente posible, indistintamente que se trate de logros de los planes de desarrollo humano sustentables de cualquier nación, de los corporativos de alguna organización, de un proceso, de un proyecto de los indicadores de gestión de las personas, se debe administrar equitativamente el principio de «Hacer lo correcto correctamente». Este axioma, tiene dos sustentos fundamentales. El primero de ellos, «hacer lo correcto», representa un gran esfuerzo de parte de la organización y/o institución que está ofreciendo un producto, bien o servicio, por cuanto ese compromiso que debe ser entregado al usuario terminal debe cumplir con las características exigidas, la cantidad requerida, en el tiempo pactado, en el lugar convenido y al precio estipulado. Dicho de otra manera tiene relación directa con las necesidades del usuario. Hacer lo correcto es ser eficaces. El segundo sustento fundamental: «correctamente», implica la ejecución de los mejores métodos y procedimientos, utilizando de forma óptima los insumos, (materiales y humanos), disponibles. En consecuencia la eficiencia, es sinónimo de hacer las cosas cabalmente.

El primer escalón de la metodología para el establecimiento de indicadores de gestión, (Balanced Score Card), es la formulación correctamente de los objetivos y la selección de las estrategias. Los primeros son los resultados que se piensan lograr en un período de tiempo determinado. Ellos indican el punto de llegada y las especificaciones del resultado que se espera lograr. Es imposible garantizar resultados de excelencia, si no se han formulados objetivos claros, precisos, cuantificados y por supuesto tener establecida la o las estrategias que se emplearán para lograrlos. La fijación de objetivos requiere que la organización y/o institución anticipe qué es lo más probable que suceda en el futuro. Una suposición razonable permite a las organizaciones fijar objetivos que sean al mismo tiempo: desafiantes y realistas. Una visión de futuro deficiente puede conducir a objetivos que sean demasiado optimistas o que se queden cortos respecto a los que la organización y/o institución puedan conseguir. Mientras que las acciones son los pasos específicos que una organización y/o institución planifica ejecutar para conseguir los objetivos deseados, éstas no pueden ser llevadas a cabo de forma efectiva sin una rígida asignación de recursos. Los objetivos proporcionan la respuesta a la pregunta: ¿qué queremos conseguir?, (esta pregunta tiene mucha vigencia para los actuales líderes políticos de Venezuela). Una formulación inapropiada o pobre de los objetivos invalida el resto del proceso de planificación en la medida en que no existe una meta deseable que oriente los esfuerzos de la organización. En consecuencia los objetivos son el conjunto de fines del ciclo de planificación y ninguna acción puede separarse de ese propósito, por cuanto al responsable del proceso, le puede pasar como el cuento del granjero, que quiso secar un pantano y cuando se dio cuenta estaba en el medio del lodazal rodeado de caimanes e… imagínense que le pasó al pobre granjero. ¡UN BUEN LÍDER JAMÁS PUEDE PERDER EL OBJETIVO QUE QUIERE CONSEGUIR!

Una vez identificados y formulados los objetivos que se pretenden conseguir, el siguiente paso del proceso de administración o Gerencia Estratégica, consiste en determinar las acciones necesarias para la consecución de los resultados de manera ordenada. Existen tres tipos de acciones: a) planes de acción estratégica. Son planes establecidos por los niveles estratégicos basados en aproximaciones macro para analizar las características organizacionales u institucionales, los recursos y el entorno y establecer los programas de acción a largo plazo y de alcance sistémico para lograr los objetivos establecidos a la luz de dicho análisis; b) planes de acción tácticos. Son los planes de los niveles tácticos que indican las actividades a desarrollar, cuándo deben ser realizadas y los recursos que serán necesarios a nivel de departamento o división para completar las partes del plan de acción estratégico que caen bajo el ámbito o responsabilidad de cada unidad organizacional y c) planes de acción operativos. Son planes de gestión normalmente formulados y desarrollados por directivos de los niveles operativos y empleados directamente responsables de realizar ciertas tareas o actividades.

Los objetivos estratégicos orientan sus esfuerzos hacia resultados tales como: participación positiva en el mercado adicional, situarse a la delantera de los competidores clave en la calidad del producto, el servicio al cliente o a la innovación, lograr costos generales más bajos que los de los rivales, mejorar la imagen institucional de la organización con su entorno, lograr una posición firme en los mercados globalizados, ejercer un liderazgo tecnológico, reafirmar una ventaja competitiva sustentable y lograr oportunidades de crecimiento atractivas. Estos objetivos pretenden que la administración y/o gerencia, no sólo presente un buen desempeño financiero, sino que también mejoren las fortalezas competitivas de la organización y los procesos de negocio a largo plazo.

Los objetivos estratégicos organizacionales deben basarse en el tiempo; es decir, deben implicar objetivos de desempeño tanto a corto como largo plazo. Los primeros enfoca la atención organizacional en la necesidad de mejoramiento continuo y resultados inmediatos del desempeño. Mientras que los objetivos a largo plazo sirven al valioso propósito de estimular a los líderes de las organizaciones y/o instituciones a considerar lo que se debe hacer para colocar a su empresa en una posición en la cual se desempeñe bien a largo plazo.

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