No te duermas en los laureles

Todo lo que se ha hecho, y lo que en lo sucesivo se hará, durante el corto camino que recorremos en el planeta tierra, no es más que la necesidad particular de algún creativo que encontró la manera de sacarle el dinero a los menos “alumbrados” mediante la explotación de una idea.

Crear algo, exprimirlo y sacarle todo el jugo posible durante muchos años, fue el patrón perfecto de negocio. Sin embargo, ésa fórmula tan espesa de éxito que consiste, en sentarse ante papel y pluma para reventarse las neuronas, dando vueltas a una difusa y vaga idea, ya no es completamente necesaria.

Pensar en lo “fácil” que resulta utilizar una idea ya creada y mejorarla. Obviamente, costará mucho trabajo realizar esto porque, indistintamente de las pocas ganas de crear que se tenga, o de lo fabuloso que resulte modificar un invento contrastadamente eficaz, siempre tendremos la necesidad de echarle cabeza al asunto, para darle forma y albergar probabilidades de éxito.

En eso consiste. Es elegir algo ya inventado y mejorarlo. Lo más importante es que esa mejora de lugar para muchas otras, evidentemente; nuestro producto será objeto de copia y, si es bueno, seguro que será adaptado para algo mejor. Pero es un punto de partida para nuestro ingenio, para desvirgar nuestra mente del celibato empresarial.

La necesidad es tan ambigua como la vida misma. El que quiere invertir su capital porque tiene la necesidad de alimentar a su familia, y ve en un negocio una oportunidad más que formidable de incrementar sus ganancias y una manera de garantizar la seguridad de los suyos, es sin lugar a dudas una necesidad tan válida, como la del individuo que tiene que inventar o crear constantemente, porque es parte de su condición humana.

El empeño que se pueda poner en ambos casos, seguramente reflejará resultados importantes para sus distintos intereses; no obstante, todos serán impulsados por la necesidad.

No hace falta ser un erudito, ni mucho menos, para hacerse un puesto en la sociedad; sólo se trata de ver y aprender de los más ingeniosos. Después, tratarás de hacer lo mismo adaptándolo a tus propias necesidades y, una vez logrado tu fin, entenderás que nadie es más inteligente que tú, si de verdad te lo propones.

Para sustentar todo lo escrito, es necesario ser constante y disciplinado…. Luego, cuando empieces a cosechar frutos, recuerda ser agradecido.

Es hora de abrir paso a los más audaces, pero no por eso, a los menos necesitados.