Nuevos datos sobre la Impotencia

TERESA ROMANILLOS – La disfunción eréctil, popularmente conocida como impotencia, es un problema frecuente que a menudo no se valora de forma adecuada. Este trastorno tiene un impacto negativo en la calidad de vida de las personas afectadas que, con frecuencia, la viven en silencio, no transmiten el problema a los profesionales y desconfían de la eficacia de los fármacos utilizados en su tratamiento. Ahora, un estudio aporta nuevos datos al señalar a la propia actividad sexual como preservadora de la función eréctil.

Tener relaciones sexuales con regularidad tiene un efecto protector frente al desarrollo de disfunción eréctil, (DE), en los hombres con edades comprendidas entre los 55 y 75 años. Así concluye una investigación efectuada en la Universidad de Tampere, Finlandia, sobre una muestra de 989 hombres, a los que se realizó un seguimiento a lo largo de cinco años. Para el estudio se excluyeron aquellos sujetos que presentaban DE al inicio del estudio.

Los resultados indican que los hombres que mantenían relaciones sexuales menos de una vez por semana registraban el doble de probabilidades de desarrollar DE en los siguientes cinco años, en comparación con los que lo hacían al menos una vez a la semana. Y cuando se comparaban con los que practicaban el sexo tres o más veces por semana, el riesgo era casi cuatro veces mayor. El estudio, liderado por Juha Koskimaki, ha sido publicado en la revista «American Journal of Medicine».

Factores determinantes

Además de la edad, se contemplan otros elementos como la presencia de enfermedades -la diabetes-, que pueden provocar DE. En el estudio se tuvieron en cuenta estos elementos a fin de que no sesgaran los resultados y, una vez tenidos en consideración, la frecuencia de la actividad sexual siguió siendo un factor determinante. Según los autores, este beneficio podría explicarse a través de un efecto de la actividad sobre los vasos sanguíneos del pene. Probablemente, la actividad sexual ayudaría a los hombres a preservar su función eréctil, al igual que el ejercicio nos mantiene en forma.

La disfunción eréctil está considerada un marcador de alteración vascular generalizada

La DE es la incapacidad de conseguir y mantener una erección suficiente que permita una relación sexual satisfactoria. Es un problema frecuente que aumenta con la edad. El estudio «Massachusetts Male Aging Study», (MMAS), efectuado entre 1.709 hombres sanos, encontró una prevalencia de disfunción eréctil del 40% en varones de más de 40 años y del 70% en los mayores de 70 años, (el 17% leve, el 25% moderada y DE completa en aproximadamente el 10%). Otro estudio efectuado en España constató que el 12% de los españoles entre 25 y 70 años presentan disfunción eréctil.

Numerosos factores pueden alterar los mecanismos fisiológicos de la erección. El 80% de los casos de DE son debidos a una causa orgánica, y la más frecuente es la enfermedad vascular, seguida de los problemas neurológicos y hormonales. El 20% restante son de causa psicológica, aunque en muchos casos ambos factores están implicados. Hasta hace poco se consideraba que este trastorno formaba parte del proceso natural de envejecimiento y se aceptaba como tal.

La disfunción, indicador de salud

En los últimos años, este concepto ha ido cambiando. La aparición de estudios que relacionan la DE con afectación vascular sistémica ha provocado que se la considere un marcador de alteración vascular generalizada. La erección es un proceso neurovascular en el que los vasos sanguíneos del pene juegan un papel importante. Así, pacientes fumadores, con enfermedad coronaria, diabetes o hipertensión, tienen una mayor tasa de impotencia.

Con esta premisa es lógico pensar que, en ciertos casos, la DE no es sólo un problema local sino que puede ser la señal que alerte de enfermedad vascular en otras localizaciones. Esto significa que en todo sujeto con DE debe evaluarse el riesgo cardiovascular y, una vez establecido, tomar las medidas apropiadas. La DE tiene un impacto negativo en la calidad de vida de las personas afectadas que a menudo la viven como un tema tabú, y que no transmiten el problema al profesional sanitario por diversos motivos: por incomodidad y por temor de que los medicamentos disponibles para el tratamiento puedan tener consecuencias cardíacas desfavorables.

Consultar este problema con un especialista puede ser importante para detectar si hay un riesgo cardiovascular añadido que conviene evaluar. Asimismo, también es importante conocer que el tratamiento farmacológico para mejorar la disfunción eréctil resulta eficaz y seguro cuando se siguen sus indicaciones de forma correcta.

TERAPIA GÉNICA PARA LA DISFUNCIÓN

Dos estudios presentados recientemente en la reunión anual de la American Urological Association en Orlando, Florida, (EE.UU.), evalúan la eficacia de un nuevo tratamiento para la disfunción eréctil. El eje central de la investigación es la terapia con un gen llamado Maxi-K, relacionado con los problemas de erección. En los dos estudios se ha utilizado un método conocido como transformación, que consiste en la alteración genética de una célula mediante la incorporación y expresión de material genético externo (ADN).

El primer estudio consistió en la inyección de dicho gen en los penes de 11 pacientes de disfunción eréctil, que no habían tenido éxito con otros tratamientos, incluido el sildenafilo, (Viagra ®). Los resultados mostraron que la transferencia genética tenía efectos favorables para los pacientes que tuvieron una función sexual normal durante seis meses, aunque luego volvieron a su estado previo. Se calcula que dos dosis al año serían suficientes para que la mayoría de los hombres mantuviera una función sexual normal.

Según Arnold Melman, investigador principal del estudio y profesor del Colegio de medicina Albert Einstein de Nueva York, EE.UU., «la tecnología de transferencia genética tiene el potencial de mejorar a largo plazo la disfunción eréctil, mejoría que no se tiene con los fármacos, que sólo actúan puntualmente». Durante los dos años de tratamiento, ninguno de los pacientes informó sobre efecto secundario adverso, por lo que se considera que la terapia es segura.

El segundo estudio ha sido realizado con cuatro monos, quienes fueron previamente alimentados con una dieta rica en grasa para reducir su apetito sexual. Seguidamente se les suministró el gen Maxi-K y se estudió su comportamiento. Los investigadores observaron que el número de erecciones parciales y completas aumentó en cinco veces del mismo modo que aumentó también la frecuencia de eyaculaciones. La terapia también modificó positivamente su comportamiento, haciéndolos más sociables y más comunicativos con las hembras.

Fuente: www.consumer.es