Ancianos que dejan todo a su perro, padres que darían lo que fuera por desheredar a un hijo, parejas que no tienen derecho a nada a la muerte de su compañero, un pariente desconocido que reclama los bienes de su tío abuelo… Casos como éstos forman parte de la realidad cotidiana tejida en torno a las herencias, un episodio de la vida familiar indeseado y, en ocasiones, fuente de conflictos y disputas.
La mejor forma para eludirlas consiste en plasmar las últimas voluntades en un testamento. Este documento, esencial en las herencias, no requiere de grandes esfuerzos ni de grandes desembolsos y su tramitación no entraña gran dificultad porque su elaboración queda en manos del notario. Pese a ello, gran parte de las personas se resisten a prepararlo, ya que efectuar un testamento significa reconocer nuestro futuro fallecimiento, algo que a todos nos cuesta asumir. Sin embargo, sea cual sea nuestra situación patrimonial y personal, los expertos siempre recomiendan dejar el testamento hecho para ahorrar tiempo y, sobre todo, problemas a los familiares.
Para evitar situaciones desagradables, lo mejor es redactar un testamento.
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