Poder e Influencia

“El poder ha tenido mala reputación
en la investigación de las Ciencias
Sociales y muy a menudo resulta
notoria su ausencia en
las obras de este tipo.”

J. Pfeffer

Cuando se habla de poder e influencia se pueden encontrar definiciones muy importantes acerca de la connotación de poder. Entre ellas se pueden mencionar las siguientes: “el control deliberado y eficaz por agentes particulares” (D. H. Wrong); otra es: “la producción de efectos esperados por algunos hombres en otros hombres” (B. Russel).

En estas definiciones se pueden observar tres componentes claves: 1- la influencia de algunos en otros; 2- el hecho que el poder no está relegado a las relaciones entre superiores y seguidores, sino que incluye también las transacciones entre iguales; y 3- la idea de que este influjo es consciente y deliberado. Algunos de los tratadistas de este interesante tema del liderazgo, debido al concepto de deliberación (un acto -entendido en cuanto proceso y resultado- en el cual se evalúan los pros y contras relevantes con objeto de adoptar una decisión determinada; este proceso puede ser efectuado de manera individual -a modo del platónico diálogo consigo mismo- o colectivamente), consideran al poder de manera más delimitada en su definición que es la idea más restringida del control social.

El autor mencionado en primer lugar en el párrafo inicial en relación con el control social afirma lo siguiente: “Cuando los controles sociales se han interiorizado, el concepto de poder resulta a todas luces inaplicable… debemos distinguir entre los controles difusos ejercitados por el grupo sobre los individuos socializados y los esfuerzos directos e intencionales de una persona o grupo de personas para controlar –a como dé lugar– a otros”.

En diferentes oportunidades, el poder también es potestad indiscutible de la autoridad y es lo que se conoce como poder autorizado o legitimado. El control conferido a las autoridades, no sólo hace que el ejercicio del poder aparezca menos arbitrario y notorio, sino que también reduce los costos de ejercitar el poder. Hay también distinciones esenciales entre el poder como “capacidad” y poder como se emplea en la realidad.

Es natural que se espere el ejercicio de la autoridad (un atributo); es por ello que la autoridad sea conferida desde el principio a determinados individuos y respecto de funciones específicas, siendo posible que el ejercicio del poder no siempre tenga la misma acogida por todos.

De acuerdo a las ideas y conceptos expresados en los párrafos anteriores, se puede definir el poder como: “la capacidad de controlar a otros”. Así pues, la medición del poder exige proporcionar pruebas de los efectos intencionales, en resultados de importancia y la capacidad de vencer la resistencia.

Los estudiosos de este tema hacen distinguir el poder de la casualidad y por tal motivo es necesario evaluar: 1) si el poder es estable con el tiempo; 2) si el poder es firme en relación con el tema de que se trate; 3) si el poder se correlaciona con otros atributos personales; y 4) si el poder es susceptible de manipulación experimental, por cierto, un número significativo de líderes autocráticos gestionan -en la mayoría de sus actuaciones- este último numeral. En consecuencia de esto, es esencial medir el poder con independencia de su uso y resultados, y definirlo y medirlo antes del análisis de la acción social, en lugar de hacerlo posteriormente, pues es bueno que se tenga una visión prospectiva de su aplicación y resultado.

El poder ejerce mucha influencia en el control de las organizaciones, pero también se ejercita a través de la influencia personal e interpersonal, en la que quienes tienen funciones de autoridad, motivan y orientan a los demás a actuar como a ellos les gustaría. Esta influencia interpersonal a menudo se denomina liderazgo. Sobre este tema del liderazgo existe literatura en abundancia, lo importante es tratar de analizar los problemas que actualmente ocupan la atención de este contexto de investigación. Tal vez, la dificultad principal sea si el liderazgo importa y, en ese caso, en cuáles situaciones la actuación de los líderes tiene más probabilidades de ser exitoso.

El otro enfoque importante y digno de investigación, es si las técnicas y la conducta del líder pueden aprenderse; sí es así, hasta qué punto y cuáles son las maneras más efectivas de moldear y cambiar la conducta de otro/s para incrementar la eficacia del liderazgo, y otro aspecto primordial y estrechamente ligado está el problema, de qué hacen los líderes exitosos en función de estilos conductibles y actos específicos.

Es evidente que existen diferencias significativas en los diversos componentes de los resultados de los estudios sobre este tema, dependiendo de la conducta del líder; por ejemplo: algunos estudios sobre los efectos del liderazgo democrático contra el autocrático, demostraron grandes diferencias tanto de la práctica como las actitudes de los seguidores.

La dificultad de los estudios sobre estos temas (poder e influencia), no es si las diferencias en los estilos actitudinales de los líderes podrían importar, sino si, en virtud de la sistematización y la filtración que ocurre antes de que la gente ascienda a posiciones de liderazgo y las restricciones, en las que se desenvuelven los líderes, las consecuencias del liderazgo tienen valor sustancial en situaciones reales en las organizaciones.
La postura de que no hay grandes efectos de la conducta del líder, defiende la idea de que ello se debe a que el estilo de actuación del líder, en los escenarios naturales, no varía en gran medida entre líderes, por dos causas fundamentales: 1) restricciones externas; y 2) un proceso de sociabilización que hegemoniza a los que ascienden a posiciones de liderazgo.

Otra disimilitud del testimonio con la que hay que tener precaución al evaluar la influencia de los líderes, es la que hace que se deba ser muy cuidadoso en deducir los efectos del modelo de comportamiento de los líderes en escenarios naturales, porque es muy probable que el estilo directivo mismo se ajuste a las diferencias en el desempeño.

En el liderazgo democrático, el poder y la influencia se gestionan mediante un estilo actitudinal participativo y de mucha colaboración (es decir: se procede conduciendo a otro/s hacia donde conviene ir, actuando activamente en ello); mientras que en los contextos autocráticos estos elementos no prevalecen, pues el egoísmo es lo que impera, lo que se hace presente es el mando y, al final, la soledad… mata.

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