Que pasó con el desempleo

Las cifras sobre desempleo en el trimestre julio-septiembre, recientemente publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, han dejado contento al Gobierno y le han permitido sacar cuentas alegres, pensando que la crisis ya pasó, y que lo que se viene es jauja. Por ello, es necesario mostrar y analizar con el debido cuidado las cifras en cuestión.

Veamos. El número de ocupados en el trimestre julio-septiembre, con respecto al trimestre junio-agosto, pasó de 7.192,21 miles personas a 7.365,06 miles de personas. Se presenta, por lo tanto, un aumento en el número de ocupados de 172 mil personas. Se trata, indudablemente, de una cifra positiva. Es bueno que existan cada día más personas en el país que recuperan sus trabajos y sus ingresos. Pero, en aras de conocer más a fondo que lo que está pasando, es bueno interrogarse sobre el origen de esas 172 mil personas.

¿Estaban todos ellos formando parte anteriormente de los desocupados? Aun cuando parezca raro, la respuesta es no. No todos los nuevos ocupados estaban hasta hace poco formando parte del grupo de los desocupados. Los desocupados – es decir, los que estaban cesantes y buscaban trabajo en la semana de la encuesta, y los que buscan trabajo por primera vez – pasaron de 1.067,68 miles de personas a 1.037,58, disminuyendo, por lo tanto, en 30,1 miles de personas. A ese paso, el total de los desocupados se demorarían varios años en ser absorbidos por el mercado y pasar a la categoría de ocupados. De la categoría de desocupados pueden pasar, también, a la categoría de inactivos, si no buscan activamente trabajo. Pero, aun suponiendo que todos ellos pasaron a la categoría de ocupados, ¿de dónde salieron, entonces, los aproximadamente 142 mil nuevos ocupados cuyo origen falta por explicar?

La primera parte de potencial respuesta es que provenían de esa categoría que se identifica con el nombre de “inactivos potencialmente activos”, que son bien parecidos a los desocupados, con la única diferencia que estos últimos buscan activamente trabajo, o declaran por lo menos hacerlo, mientras que los inactivos potencialmente activos no están buscando activamente trabajo, pues se aburrieron infructuosamente de hacerlo, pero están disponibles, según propia declaración, a trabajar, si la condiciones lo permiten. Ese grupo de inactivos disminuyo en 85 mil personas, al pasar de 1.852,50 miles a 1.767,42 miles de personas. No eran desocupados y no eran ocupados. Eran personas que no salían a buscar trabajo, pues tenían una visión negativa al respecto, pero manifiestan buena disposición a trabajar. Podemos suponer que, de alguna forma, esos 85 mil inactivos terminaron ocupados. Quedan todavía 1 millón 767 mil personas en esa situación, lo cual indica que, nuevamente, a ese ritmo de absorción, esa masa de inactivos pasará muchos años en esa situación antes de ser absorbida. 

La última categoría que queda por analizar es de los “ocupados ausentes”, que son aquellos que no están trabajando, pero mantiene con su empleador cierta relación contractual. Esa categoría pasó de 1.246,50 miles en el trimestre junio-agosto, a 1.108,22 miles de trabajadores en el trimestre julio-septiembre, es decir, 138 mil trabajadores menos en esta situación. Todos esos trabajadores se incluyen, para efectos estadísticos en la categoría de ocupados.

En síntesis, sumando los 1.037,58 mil desocupados, más los 1.767,58 miles de trabajadores inactivos potencialmente activos, llegamos a aproximadamente 2 millones 800 mil personas que están involuntariamente fuera del mercado del trabajo. Si a eso se suman los 1.108, 22 miles de ocupados ausentes, llegamos a una cantidad cercana a 4 millones de trabajadores que son parte de una fuerza de trabajo que el país no logra incorporar a las actividades productivas, lo cual es dramático para las personas directamente involucradas y lamentable para el país en su conjunto.

Es en ese contexto que hay que analizar la importancia y significación de los 172 mil nuevos trabajadores ocupados.  De ellos, una gran cantidad son empleos definitivos o transitorios que se generaron en el mes de septiembre, básicamente en el sector comercio, como consecuencia de la inyección del 10 % de los fondos acumulados en las AFP, que significaron una nueva demanda de 16 mil millones de dólares. Es decir, lo que las cosas han tenido de buenas en el último mes no ha sido gracias al libre juego de las fuerzas del mercado, ni gracias a la sabia política económica al Gobierno, sino gracias a la decisión parlamentaria de autorizar el retiro del 10%.