¿Quién pagará la deuda de Venezuela?

El pueblo venezolano no está al corriente de la inconmensurable deuda de la nación, ni se imagina que le debemos a los rusos más de $50 billones por armamentos obsoletos, iguales a los vendidos a Irak, y destruidos por los yanquis durante la guerra. Cuál será el objeto de conservar estas decrepitudes que ni siguiera hallarían compradores en el “mercado de los corotos” o habrá que enterrarlas entre fosas y basureros públicos por inservibles. Más barato hubiese salido para los chavistas alquilarlas para su desfile del 4 de febrero.

De mantenerse Chávez en las lides políticas como candidato del PSUV y ganar las elecciones en octubre, un gobierno suyo seria insostenible, importando más del 70% de los bienes de consumo, subsidiando la gasolina de aquí y la de otros países, y regalando el petróleo, entre otras cosas.

La “revolución” tiene cáncer como una vez lo dijéramos y su metástasis cada vez es mayor. Otra salida de resultar la deuda impagable, estaría previa revisión, en devolverle sus cachivaches a los rusos, bielorrusos, iraníes y quizá hasta a los chinos, tantas cosas innecesarias para el desarrollo del país. Competería a un gobierno serio, adscrito a la democracia y a las normas internacionales examinar estos despropósitos. A los chinos le hipotecaron el país, comenzando por PDVSA, ya los vemos como dueños y señores de esta patria, cedida por quienes nos “representan” y no atinan ser sus dolientes sino sus sepultureros. PDVSA, la pobre empresa del Estado antes orgullo nacional y paradigma de producción y riqueza, hoy arrasada y quizá hasta invendible; lo que quedó después del paro sigue siendo su parque, siempre en desmedro de su producción y con mayores cargas sociales. Su vida cada vez se acorta aunque los anuncios sobres sus yacimientos sean lisonjeros, y será lo único permanente porque los oficialistas no saben operarla, llanamente sus activos se derriten como un hielo en días de estío. Sus ruinas se van acumulando y sus malos manejos los vemos a diario como el derrame de petróleo en el río Guarapiche, que por poco envenena a una población y tardará 10 años en recuperar su otrora hábitat.

Nos vamos quedando sin nada y algunos compatriotas embobados con los anuncios del caudillo, piensan como si estuviéramos viviendo una bonanza económica pero en desolación. De cuánto trasto ha hablado el régimen, de supercamiones, de celulares, de plantas productoras y distribuidoras de alimentos, y habrá que esperar si las casitas que han logrado entregar se mantienen en el tiempo o son desechables. Venezuela agoniza con un gasto publico vergonzoso y con una devaluación en ciernes, cuando todos sabemos que se cobra en dólares y se gasta en bolívares, y que en las rectificaciones vislúmbrales estará la dolarización de la economía con nuestros eternos socios yanquis a la vanguardia, únicos en sostener este pobre nación con sus cancelaciones spot que han servido hasta para financiar a la “revolución”. Lo demás son pamplinas como la repatriación del oro que ahora no sabemos con certeza donde está y sobre su seguridad portátil. Seguirán los compatriotas ebrios con lo que le lanzan los comunistas, o reaccionarán ante el país hipotecado y la necesidad de recuperarlo, continuarán especulando que estamos en tiempos de botines electorales y que no se puede dejarlos pasar, seguirán con el orgasmo de poseer una camioneta nueva y vergataria. Mientras Venezuela se postra para siempre y serán sus descendientes quienes pagarán la deuda y no quienes la contrajeron depravadamente. Es laudable alumbrar a los Santos para que nos ayuden y no al Diablo para que nos lleve.

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