¿Quién soy? (III)

“La mente humana es una caja negra, (no se puede ver dentro de ella),
cuyos productos, (ideas, creencias, sentimientos, conclusiones,
decisiones y demás), dependen de factores influyentes y determinantes:
internos, (neurológicos, anatómicos, funcionales, etc.),
y externos, (ambientales: circunstanciales, educativos,
instruccionales, filosóficos, etc.).
Lo que alguien expresa, depende de lo que piensa,
con qué lo piensa y cómo lo piensa.
Usualmente, se asume lo expresado como el contenido de tal caja”.

Edgar Arenas P.

En “¿Quién soy? (I) y (II)” se trató de la “persona” y los “personajes”. Ahora, revisemos lo pertinente a la acción, (expresión), y su catalogación por parte de otro/s, así como las repercusiones de todo eso en lo organizacional, partiendo por admitir: 1- que el pensamiento es la fuente de las acciones, (manifestaciones); y 2- que la visión individual, (adecuada o no), es el “faro” que enrumba hacia el puerto donde se dirige cada persona, de allí su accionar.

Atrás se apuntó: “expresión” y “manifestaciones”, (luego de “acción/es”, respectivamente), buscando significar en la mente de quien lo lea que todo acto es una expresión; es decir: una manifestación de la interioridad; en otras palabras: la exhibición de lo que está en lo personal, siendo oportuno evocar: 1- que René Descartes dijo que: “no es suficiente tener una buena mente; lo principal es saber usarla bien”, (èlla puede cumplir muchas funciones: recordar, imaginar, pensar -razonar: inferir y deducir-, descifrar y juzgar, etc.); y 2- que los estudiosos de lo neurológico precisaron, que en la zona reticular cerebral está el filtro que clasifica en cada cual, qué es importante o significativo para sí y hace que desatienda lo que considera innecesario, inadecuado, etc., abriéndole el paso -o no- hacia la corteza cerebral y hacia su conciencia individual; de aquí el adagio: “Todo depende del cristal con que se mire”.

Teniendo presente lo anterior, ¿cómo decir a otro que está totalmente equivocado cuando actúa, (emite su opinión, hace algo, etc.)?

Para aclarar la trascendencia de tal pregunta, conviene comprender que lo exteriorizado, (dicho o hecho), por esa “persona” es el producto resultante de lo procesado por su mente, partiendo de premisas, (creencias, convicciones, nociones, experiencias, suposiciones, etc.), que ejercen un efecto determinante en su conducta, (comportamiento o “personalidad”), por cuanto para ella son válidas, adecuadas, aplicables, etc. De ahí la importancia de proceder respetuosa y comedidamente ante lo comunicado por cada miembro de una organización; especialmente, cuando se está ante situaciones nuevas, (no estructuradas), como cuando se hace una tormenta de ideas: lo que para uno puede ser un disparate, para otro puede no serlo, pues -incluso- pueden coincidir en una conclusión, pero no en su implementación, pudiendo ocurrir que el decidor no acepte lo sugerido por un opinante, (sea éste un asesor, subalterno, etc.), debido a que piensa que domina elementos que el otro ignora, siendo bueno recordar que David venció a Goliat, (quien se suponía todopoderoso por estimar tenerlas todas de su parte).

¿Qué puede pasar cuando -ante una discrepancia-, no se muestra respeto ni consideración ante lo manifestado por una persona que se desempeña como personaje dentro de un equipo? Lo primero es, que piensa que ha sido irrespetada o atropellada, (no que se ha irrespetado su accionar), y seguramente se indagará: ¿se me valora aquí, de qué vale que piense, decida y proceda?, empezando a perder su identidad respecto de tal organización, (mermando: el sentimiento de pertenencia, el sentido de pertinencia, y la lealtad de ese “ser intangible, pero perceptible”), por culpa de quien procedió desconsideradamente ¡en su contra!, pudiendo surgir una víctima que proceda como un indiferente, un enemigo, un saboteador, o un traidor.

Pero, ¿quién traicionó, (degradó, desconsideró, etc.), primero al otro, por haber perdido la perspectiva?: quien no miró por el cristal filtrante del otro. Cuando dos están frente a frente, (en un ámbito idéntico), ninguno ve lo que hay detrás de sí: nadie está viendo lo mismo. Antes de catalogar, puede ser provechoso que ambos se pongan en el lugar del otro, e intenten despejar qué les lleva a hacer u opinar lo que hacen u opinan. Si no lo hacen ambos, es por de más inteligente, que alguno dé señales de amplitud y flexibilidad, asumiendo prudentemente la posición del otro, mostrando interés de comprenderle, indagando y considerando -serena y cuidadosamente, mediante un diálogo excelentemente bien llevado- las premisas y razones que hacen a éste proceder así, (un buen principio para toda negociación es partir por admitir que la verdad propia no siempre es la de los demás, pues cada quien puede estar en su verdad, independientemente de cual sea la realidad), recordando que el humano está destinado a relacionarse siempre con otras “personas” y “personajes”, (máxima de la cual ni los ermitaños se escapan), y que nuestra actitud hacia otros determina -en mucho- su comportamiento hacia nosotros, disponiéndose así la calidad, (buena o mala), de las interacciones.

Por ende, cada cual ha de saber que es quién debe sacar a relucir -deliberada y activamente- el mejor potencial para construir, mantener y cultivar relaciones fructíferas de alta calidad, teniendo en cuenta que tal potencial es parte constituyente de su “personalidad” individual.

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