Reflexiones sobre la naturaleza: Defensa de los ecosistemas

Tengo el mayor respeto por la Convención Constituyente, por su significado histórico, por su rol en el futuro de Chile, y por el trabajo esforzado e inédito que están desarrollando los hombres y mujeres que la componen, y tengo, como sobreviviente de la dictadura, la máxima predisposición a eliminar el texto constitucional que ésta nos legara y a aprobar un nuevo texto nacido de la libre expresión del pueblo chileno. 

Pero eso no impide que existan algunas cosas que yo, como simple ciudadano de a pie,  no entiendo plenamente, y sobre la cuales creo que la expresión de mis dudas puede ayudar a una mejor redacción de las ideas que se están discutiendo en su seno.

Mis dudas se refieren a los derechos de la naturaleza. Al respecto yo creo que la naturaleza – concebida como todo el universo físico que rodea a la vida humana – existe desde los tiempos más remotos, incluso antes de que el hombre existiera siquiera sobre la faz del planeta. Más aun, seguirá existiendo – quizás como naturaleza muerta, pero naturaleza al fin y al cabo – después de que el hombre se termine de aniquilar a punta de bombazos.

No entiendo en ese contexto, que significa que hay que tomar con respecto a la naturaleza “todas las medidas necesarias de precaución, reparación, restauración u regeneración cuando exista o haya existido riesgo de degradación o daño ambiental”.

 Si el hombre abandonó la época de la piedra y avanzó hacia la época de los metales necesitó para ello sacar minerales de las extrañas de la tierra, ya sea en minas subterráneas o de tajo abierto, y esa actividad continúa hasta el día de hoy. Con ello, la naturaleza queda perforada o por lo menos modificada, y es muy difícil que eso se pueda reparar, restaurar o regenerar. ¿Significa ello que debemos abandonar la actividad minera, tan importante para nuestro país, porque afecta irreversiblemente a la naturaleza?

Si acotamos nuestro concepto de naturaleza y nos referimos a la naturaleza viva, conformada por vegetales y animales, y por los elementos que permiten su existencia y reproducción, tales como la tierra y el agua, la cosa es distinta. Ese mundo se puede y se debe preservar, restaurar o regenerar cuando ha sufrido daños importantes. Pero el hombre necesita interactuar con esa naturaleza. Sin esta interacción el hombre no podría sobrevivir ni un par de días. Necesita alimentos que provienen de la naturaleza. Tiene que sembrar, cosechar, pescar, tomar los frutos e incluso cortar los árboles que provienen de ella para poder existir. Todo ello implica una modificación de la situación inicial en que el hombre encuentra la naturaleza. No puede concebirse que el hombre debería limitarse a observarla y a maravillarse de sus leyes, sino que hay que conocer las leyes de la naturaleza viva, para que asegurarse de que ésta pueda seguir existiendo a través de los siglos venideros y pueda seguir prestándole al hombre los servicios que éste necesita.

Lo importante es que la actividad humana, cada vez más compenetrada del conocimiento de las leyes de la naturaleza, permita dos cosas que van de la mano: la sobrevivencia, reproducción e incluso crecimiento y desarrollo de la especie humana y, al mismo tiempo, la reproducción y restauración de esa naturaleza que hace eso posible. Si el hombre aniquila la naturaleza, se aniquila a sí mismo. 

Dicho en otras palabras, como la naturaleza es un todo muy heterogéneo, lo que se necesita es asegurar la existencia y reproducción de los ecosistemas que conforman la naturaleza, pero no por la vía de una ausencia de interacción con ellos, sino por la vía de una interacción racional y controlada, que permita a existencia y reproducción de los mismos. Se puede pescar en los ríos y mares de país, pero sin atentar contra la existencia de las especies marinas, sino asegurando su existencia y reproducción. Se puede cosechar la madera en los bosques, pero sin atentar contra su reproducción. Se pueden usar las aguas de los ríos, pero sin matar sus fuentes o las cuencas de las cuales dependen. Se puede sembrar y cosechar diferentes especies vegetales, pero sin matar los suelos por el uso incontrolado de fertilizantes tóxicos. 

En síntesis, no se trata pura y simplemente de cuidar y preservar a toda la naturaleza, sino de asegurar la existencia y reproducción de sus ecosistemas, cuidando que la acción humana sobre ellos sea racional y amistosa, y no genere en ella daños irreversibles que atenten contra su existencia y reproducción de sus ciclos vitales.  

Foto de Ryutaro Tsukata en Pexels