Relajamiento no significa pereza

Relajamiento no significa pereza. Sobre esto los yoguis dan a sus alumnos el ejemplo familiar del gato. Observémoslo: está extendido, echado pesadamente, tranquilo, inerte. No se advierte en él la menor contracción. Se diría que es un animal muerto. Pero basta que una rata aparezca en el horizonte y ya está listo para la acción. La pequeña fiera, con sus músculos a punto, sus mecanismos bien aceitados, está absolutamente ágil, porque ha almacenado una gran reserva de energía durante su completo reposo. El hombre ha perdido este secreto. Debe aprender esta lección del gato: poder ser enérgico en el momento oportuno, merced a no haber malgastado las energías.

RELAJARSE produce una situación psico-física completamente contraria a la del estréss.

Estamos en un continuo estado de tensión, y cualquier estímulo repercute en los músculos, las glándulas, los órganos y la psiquis. Y lo peor, es que tal estado tensional escapa casi siempre a la consciencia. Vivimos con los músculos contraídos, aun cuando no es necesaria ninguna actividad, consumiendo importantes cantidades de energía y dañando órganos y músculos. Aumentamos nuestro estado potencial o real de irritabilidad, de inestabilidad, de fatiga.

Entramos en este círculo vicioso que nos termina pareciendo normal: el estado de tensión psíquica repercute sobre nuestra parte física, y ésta, de rebote, acentúa nuestra tensión psíquica.

Y conviene recordar que ‘la mayor parte de la fatiga que padecemos es de origen mental; en realidad, el agotamiento de origen puramente físico es raro’.

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