Rezar y actuar

«Señor. . . . Si me das fortuna no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad».
– Mahatma Ghandi.

Existen muchos organismos e instituciones a nivel mundial que se encargan de estudiar, caracterizar y clasificar el curso de acción de los países y sus gobiernos, en determinados períodos. La semana pasada me referí a la malísima gestión del presidente ilegítimo de Venezuela. Hoy nos conseguimos que la Unidad de Inteligencia de «The Economist», nos coloca recién, en la lista nada honrosa de los países más miserables del mundo. Son varios los indicadores e índices que lo certifican.

No es Víctor Hugo, con su célebre obra que bien podría definir la etapa por la cual atraviesa el país, tampoco Dostoievski en una de sus grandiosas obras, ¨Crimen y castigo¨, en la que describe la decadencia moral y humana de la Unión Soviética de la época comunista quien lo hace. Es una institución seria que revela el nuevo y rotundo fracaso del intento de implantar, sin éxito, el modelo comunista con su carga de perversión, degradación, corrupción y miseria que se repite con el caso de Venezuela.

Somos un país donde un trozo de pernil y una cajita insuficiente de alimentos se han convertido en íconos de la miseria humana de gobernantes y gobernados. Esos íconos son la más clara expresión de ineficiencia, engaño y corrupción por parte de gobernantes inmorales, y de pérdida de dignidad y conciencia de los gobernados.

Ya no se protesta por rescatar valores y principios, mucho menos por un ideal. La protesta es porque no me has dado lo ofrecido. La protesta no es por la bajeza y perversión de un régimen que nos oprime, sino porque no llega el plato de lenteja que nos calme el hambre. La protesta no es por el desastre de los servicios públicos, el desempleo, la inseguridad y otras carencias; no, la protesta es porque las migajas del Estado, a las que nos acostumbraron no llegan. Las protestas no son por nuestros derechos, sino por la inoperancia de los funcionarios públicos y la maldad internacional. Triste y apocalíptico

Razón tenía Dostovieski al manifestar que en la pobreza el ser humano podía conservar intacto sus valores, pero, en la miseria no ha habido nunca, ni habrá, alguien que los conserve. Es vergonzosa nuestra ubicación al lado de países del África subsahariana, Yemén, Burundi, Corea del Norte y otros de lamentables condiciones de vida.

Nuestra clase política dirigente se siente desconcertada y hasta despreciada por los errores cometidos, mientras el proceso de descomposición social se acelera. Sin embargo, un significativo porcentaje de la población demanda y exige un gran esfuerzo de concertación de espíritus y cuerpos, con su carga de dignidad, valores y principios dispuestos a sacar la Nación del pantanal inmundo en que se encuentra inmerso antes que se cierren las puertas del infierno y dejemos atrás toda esperanza.

Roguemos a Dios como lo hacía Ghandi:

«Señor……ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. . . . no me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. . . . si yo ofendiera a la gente dame  valor para disculparme, y si la gente me ofende, dame valor para perdonar»

Aunque no basta rezar, también hay que actuar para sacar el mal del poder.

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