RSE voluntaria, o el valor de las convicciones

Como en todo, entre un extremo y otro hay una amplia paleta de matices. La obligatoriedad de la RSE puede ir desde exigir que las empresas dediquen un porcentaje mínimo de sus beneficios a actividades de RSE, (como quiere hacerse en India), hasta obligar a publicar informes de sostenibilidad a cierto tipo de empresas, (como en algún país europeo).

Antes de nada, me gustaría decir que la RSE es, por definición, voluntaria. La vida, tanto la personal como la profesional, está llena de elecciones que hacemos, y son ésas elecciones las que nos hacen personas o empresas responsables.

Dudo de que la RSE obligatoria pueda ser una solución a los problemas actuales, y temo que una RSE a fuerza de ley, pueda enmascarar o suplir la desidia o la incapacidad de las autoridades para asumir sus obligaciones.

La RSE es una forma de dirigir una empresa y de relacionarnos con nuestros grupos de interés. El cómo dirigir nuestro negocio debe dejarse a nuestro albedrío, no puede venir impuesto desde fuera

¿Por qué otras razones pienso que la RSE debe ser voluntaria?

Promover, no imponer. La RSE está estrechamente conectada con nuestros valores, no con las leyes. Los valores son algo que no puede imponerse, sino que, a lo sumo, deben ser promovidos y enseñados. Lo impuesto se convierte en reactivo, matando toda posibilidad de proactividad, que es una de las características esenciales de la RSE. Además, no parecería conveniente, que fuera el gobierno de turno, quien fije qué tipo de RSE es la «buena» y qué valores están conectados con ella. Es la sociedad la que consagra ciertos principios y la que marca las líneas rojas que no podrán traspasarse.

Donde hay ley, hay fraude. Si alguien está forzado a hacer algo, más tarde o más temprano, aparecerá la tentación de saltarse las reglas de alguna manera. El fraude puede no ser descubierto, pero el comportamiento irresponsable, es algo de lo que las empresas terminan rindiendo cuentas a sus stakeholders.

Dejemos la RSE al margen de asuntos políticos. Si una ley aprobada por el Parlamento declara que la RSE debe ser obligatoria, lo que estamos haciendo, es dejar la responsabilidad corporativa en manos de la lucha entre partidos. Los intereses ideológicos empezarán a interferir y el espíritu de la RSE se desvanecerá. ¿Quién quiere dejar la RSE a merced de componendas políticas?

La RSE como herramienta de “poder blando”. Estoy plenamente convencido, de que un enfoque blando puede ser mucho más efectivo que una legislación obligatoria, que crearía resistencias y muchos recelos. El enfoque blando al que hago referencia, debería ser una combinación de RSE voluntaria y promoción pública mediante campañas de información, ayudas y una política responsable de contratos públicos. El poder blando es el alma de la sostenibilidad, no la traicionemos.

Convicciones, no imposiciones. La RSE voluntaria, tiene sus raíces en las convicciones y en el compromiso. Es algo que surge del interior de la empresa, algo asumido como propio por sus trabajadores y que supone una voluntad de cambio y la posibilidad de crear valor al mismo tiempo. La mayor efectividad de una RSE voluntaria, tiene seguramente una explicación psicológica: Es más difícil identificarnos con lo que nos viene impuesto desde fuera, que con lo que ayudamos a desarrollar desde dentro.

RSE voluntaria como elemento diferenciador para la competitividad. Las empresas deben poder decidir por ellas mismas, qué camino quieren tomar para ser más competitivas. La RSE es una de esas maneras, (con muchas otras ventajas, como ya sabemos). Por su impacto positivo sobre los stakeholders, y la percepción que tienen éstos sobre nuestra empresa, la RSE es una baza de primer orden para diferenciarnos de nuestra competencia.

Todas estas razones no me impiden pensar, que debería haber algún tipo de regulación pública de la RSE. Pero esta regulación debe ayudar e informar, no imponer. Debe girar en torno a estándares internacionales y buenas prácticas aceptadas globalmente, y no introducir nuevos parámetros.

Econ. MBA Juan Villamayor
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