Se agrava la crisis económica de Venezuela

La economía venezolana se encuentra en crisis, aunque de una naturaleza muy diferente a la del llamado mundo desarrollado. Clasificada en los términos de la teoría económica convencional, ha entrado en una fase de estanflación. Para quienes defienden el Gobierno, se trata de la construcción del socialismo del siglo XXI. La verdad es que en estos quince años el país -más bien el Gobierno- ha dispuesto de los mayores recursos jamás obtenidos: más de un millón de millones de dólares. Con una  población de menos de 30 millones de habitantes, cualquiera habría predicho un éxito rotundo en materia económica. Nada más lejos de la verdad. Inflación, desabastecimiento, desindustrialización, controles. Callejones que parecen no tener salida en la visión del socialismo del siglo XXI. ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que falta al proyecto que no logra resultados más allá del reparto populista?

Las reservas internacionales líquidas de Venezuela han caído a niveles críticos y suman solo una semana de importaciones, dijeron analistas al advertir que la crisis de liquidez del país sudamericano está ingresando a un punto de insostenibilidad.

Una fuente cercana al Banco Central advirtió que las reservas internacionales del país petrolero continúan con su tendencia descendente, sumando solo unos US$ 900 millones a finales de septiembre, desde los más de US$ 2,500 millones en que se encontraban semanas atrás.

“Estos son niveles críticos, las bóvedas están vacías”, dijo la fuente que habló bajo condición de anonimato. “Son niveles históricos, los más bajos que hemos visto en el país”.

Con los índices de empleo, el PIB en contracción y una inflación galopante, el diagnóstico -de acuerdo con la teoría convencional- es, que el país se encuentra este año en una economía dominada por la estanflación: esto es el peor escenario que se puede esperar, pues conjuga inflación con desempleo. No se trata pues del esquema que diagnosticara Keynes. Entonces, en ausencia de una política económica marxista o del socialismo del siglo XXI verdaderamente pensada y ejecutable más allá de la administración de repartos públicos, ¿qué es lo que queda? Pues hay que reconocer que  solamente quedan las políticas neoliberales.

Nadie se sorprenda, pues es esto lo que ha puesto en práctica el gobierno comunista chino y lo que pareciera querer hacerse en Cuba, si se consideran algunas medidas y declaraciones aún veladas. Es todo un tema de la mayor importancia e implicaciones, no sólo prácticas sino políticas y teóricas. ¿Qué clase de marxismo se aplica en China? ¿Es ese gobierno un gobierno marxista? Pero si se trata del partido comunista en el poder sin libertades políticas ni civiles amplias, combinadas con una aplicación agresiva de las más claras políticas económicas liberales, ¿de qué tipo de gobierno estamos hablando?, ¿es que se trata de que el comunismo se separó del marxismo? ¿Qué tipo de sociedad es esa? Estos asuntos quedan pendientes.

Continuemos con la coyuntura económica venezolana. Comencemos por decir que la forma en que se ha llegado a la estanflación venezolana, es muy diferente al fenómeno y la crisis que ahora viven EE. UU, Europa y el resto del mundo desarrollado, incluyendo Asia y que tiene en la lista a China como su último objetivo.

En Venezuela se trata de una economía mono-exportadora y de puertos, que ha venido liquidando progresivamente su parque industrial y productivo y cuyas actividades más importantes se encuentran bajo el control absoluto del Gobierno. Esta economía, además, está caracterizada por una dependencia absoluta de los mercados capitalistas externos y mundiales.

Antes se sostenía, porque los precios del petróleo en la década pasada habían repuntando en suficiente proporción para cubrir los crecientes requerimientos sociales y políticos, nacionales e internacionales, asumidos por el chavismo, y para poder financiar las necesidades de importación creadas por una “revolución bolivariana”, cuyas políticas hostiles al empresariado socavó el aparato productivo del país.

Según un informe reciente de ‘Inter American Trends’, la brecha entre las necesidades económicas del Gobierno y la renta petrolera se ha incrementado significativamente a lo largo de los últimos 12 meses.

Los ingresos por las ventas de crudo realizados a Estados Unidos, que pese a la hostil retórica bolivariana sigue siendo el mejor cliente de Venezuela, han disminuido en un 27 por ciento en comparación con los niveles del año pasado, para un estimado de apenas US$ 24.397 millones para este año.

Esa caída se produce en el mercado de una disminución de los volúmenes enviados a Estados Unidos, que ‘Inter American Trends’ coloca en 13 por ciento, y un incremento en las importaciones de productos derivados (principalmente diesel) que Venezuela realiza a Estados Unidos.

El problema reside en que la industria petrolera se ha caído vertiginosamente bajo la conducción del chavismo, con la gradual disminución en los márgenes de producción de crudo que se ha traducido en una merma de los ingresos.

Pero ahora PDVSA se ha visto obligada a importar, para cumplir con los clientes, y eso también es una disminución de ingresos, porque ahora tiene que gastar más y comprar afuera los productos que no puedes elaborar por tu cuenta, porque PDVSA ya no tiene capacidad de refinación.

La situación de PDVSA es la de un buque que está haciendo aguas por todos lados. No tiene operatividad, no tiene ingresos y tiene un flujo de caja negativo, de modo que estamos ante una situación prácticamente de quiebra.

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