Según la OMS, en Venezuela la gente se muere más joven que en otros rincones de nuestra América.

Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud, OMS, sobre la esperanza de vida en las Américas – referido a la situación en el año 2015 – pone de relieve que en Venezuela la esperanza de vida es más bien baja si se la compara con la situación que impera en los otros países de la región.

El país que presenta la esperanza de vida más alta es Chile, que llega a los 80.5 años. Es el único de la región que está por sobre los 80 años de esperanza de vida. Le siguen, con índices entre 75 y 80 años, los siguientes países; Costa Rica, con 79.6; Cuba, con 79.1; Panamá, con 77.8; Uruguay, con 77.0; México, con 76.7; Argentina, con 76.3; Ecuador, con 76.2; Perú con 75.2 y Brasil con 75.0.   En un tercer bloque se encuentran los países con niveles de esperanza de vida por bajo los75 años, entre los cuales se encuentra Nicaragua, Colombia y Honduras, con 74.8 y Venezuela, con 73.5. Bolivia es el país que presenta el índice más bajo, con 70.7.

Es decir, la situación de Venezuela no es nada envidiable. No se trata de una situación destacada, a pesar de los esfuerzos – más publicitarios que reales – encaminados a mostrar que las misiones que tienen que ver con la salud han tenido un éxito impresionante. Hay en nuestra América países de menor desarrollo relativo que, sin tanta publicidad, tienen índices superiores a los venezolanos en lo que respecta a esperanza de vida.

Pero hay una situación peor aún: los datos recién mencionados – referidos al año 2015 – reflejan una situación peor que la de hace tres años atrás.  En el informe anterior de la OMS, publicado el año pasado, se explicita que para el año 2012 la esperanza de vida en Venezuela alcanzaba a 76 años. Es decir, entre el 2012 y el 2015, hubo un tremendo bajón en materia de esperanza de vida en nuestro país. 

La esperanza de vida no es una cuestión que se determine, en lo sustantivo, por factores hereditarios ni étnicos, sino que tiene que ver fundamentalmente con procesos de carácter socioeconómico. Tiene que ver con la alimentación de la madre, en período de gestación y de lactancia; tiene que ver con la alimentación de niños y adultos; tiene que ver con la situación de salud pública, en particular con lo relativo a epidemiología, y tiene que ver con el funcionamiento de los sistemas públicos y privados de salud. Nadie en su sano juicio podría argumentar que, en al menos en uno de esos puntos, la situación de Venezuela ha mejorado en los tres últimos años. Cualquiera que sea la situación a la cual se llegó hasta en años anteriores, es indudable que la situación ha empeorado en forma sustantiva – incluso podríamos decir dramática – durante el actual gobierno.

En Venezuela la alimentación de toda la población ha disminuido en cantidad y en calidad. El ingreso de los sectores populares no es capaz de contrarrestar los acelerados niveles de inflación, lo cual se traduce en que artículos como la leche y la carne van desapareciendo de la dieta del venezolano medio. Incluso los tres golpes diarios van quedando atrás, como cosa del pasado. Los hospitales no funcionan, las clínicas privadas se ven atadas de manos por la falta de insumos médicos y las farmacias lucen sus anaqueles vacíos. Una cantidad importante de médicos recién graduados opta por salir al exterior. En síntesis, la desintegración o el desmoronamiento del sistema público y privado de salud es alarmante. El gobierno se niega porfiadamente – en un ejercicio desesperado de guardar las apariencias internacionales –  a reconocer que estamos en presencia de una emergencia sanitaria y que la gente se muere por falta de medicamentos o por falta de la debida atención médica. Reconocer aquello sería, además, poner en evidencia que la política de salud pública de este gobierno y del anterior han sido un estruendoso fracaso. 

Pero el informe reciente de la OMS pone las cosas en su lugar: aquí la gente se muere más joven que en otros rincones de nuestra América.

En Bolivia la esperanza de vida estaba en 58 años en el año1990. Subió a 68 años en el 2009 – un salto indudablemente impresionante y positivo – y actualmente se encuentra en 70.7. Al paso que vamos, es altamente probable que dicho país nos supere en unos pocos años más. Bien por Bolivia.

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