Sin desgobierno

(*) Román José Sandia – En Venezuela desde 1999 no hay gobierno. Lo que ha habido es un régimen que se ha ido apoderando de todas las esferas del poder pero no para gobernar: administrar con inteligencia los recursos para resolver los problemas de la población y mantener el orden público, asegurando la vida y los bienes de las personas. No, lo que ha prevalecido es la lógica de la amenaza, la persecución, la distracción, el despilfarro y el saqueo con el único fin de mantenerse en el poder el grupo que irrumpió en la escena gracias a un fallido golpe militar el 4F de 1992.

Si siempre se ha dicho que un político piensa en las próximas elecciones pero un estadista en las próximas generaciones, ¿qué se puede decir de un gobierno que piensa es en los titulares de la prensa del día siguiente o en los temas preponderantes (trends) del twitter? Toda la administración pública central tiene como tarea primordial la propaganda. No importa hacer, lo que importa es hacer parecer que se hace.

Es una paradoja que toda la palabrería de Chávez sobre la trascendencia de su rocambolesca revolución se resuma en obtener la atención efímera de cada día. Las llamadas ollas periodísticas que los viejos zorros latoneados y sus torpes alumnos ponen a circular cada mañana buscan generar miedo, desesperación y apatía entre los oponentes a esa dictadura mediática y refuerzan la manipulación, el fanatismo y otra vez el miedo entre quienes dicen apoyar al autócrata.

De allí la importancia que en el esquema del chavismo tienen las encuestas y las marchas portátiles. Todo tiene que ser hecho para mostrar una supuesta e inamovible mayoría popular que respalda al caudillo. No importa si esas encuestas las hace un ex funcionario sacado a patadas cuando se supo de los pasos de su hermano millonario relancino o si hay que financiar los viajes de quienes tienen como tarea primordial cacarear los resultados de sus mediciones antes que realizarlas.

Los ministros y otros altos funcionarios se ocupan primordialmente de mentir. Al que le toca presentar cifras oficiales sobre la inflación, las disfraza y pronostica que ésta bajará. A quien le corresponde atacar la delincuencia, oculta el parte de la guerra de fin de semana con el número de muertos a manos del hampa. Quien debe investigar las confesiones y denuncias de ex magistrados repite que no investigará pensando que así el tema de la podrida justicia se olvidará.

En eso consiste la hegemonía comunicacional del Socialismo del Siglo XXI: imponer la mentira mediante la invención burda de una realidad inexistente.

La mentira es transmitida por un inmenso aparato publicitario, representado en decenas de canales de televisión, centenares de emisoras de radio, programas de televisión basura especializados en chismes domésticos o en montajes para denigrar de la condición humana, películas financiadas para mostrar una estética y una ideología militaristas, miles de cuentas de twitter digitadas para aparentar espontaneidad en la red, decenas de páginas web y el manejo discrecional de un administrador del ciberespacio como la estatizada CANTV que bloquea intermitentemente páginas incómodas, restringe el chat y discrimina en el uso del correo electrónico.

Ahora la mentira se ha apoderado de la presencia del jefe. Ya no es sólo su verborrea la que imagina, describe y vocifera falsedades. Es su propia corporeidad la que se oculta y se distorsiona mediante la grabación previa y editada de sus comparecencias televisivas. Ya no se sabe si también sus llamadas a los programas cloacales de VTV son en vivo. No se sabe quién le escribe los imperialistas tweets. Nadie sabe si de verdad está en Venezuela o desgobierna virtualmente desde La Habana.

(*) Universidad de Los Andes (Ingeniero Civil, 1986), Estudios de Postgrado en Ciencia Política (ULA)

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(El autor publicó recientemente el libro “Betancourt y compañía”)

Fuente: http://www.noticierodigital.com/2012/05/sin-desgobierno/