¿Somos culpables? ¿somos gerentes?

Parece increíble que hayan transcurrido 40 años de esa publicación en el diario “Tribuna Popular” y que las condiciones sean exactamente las mismas. Más aún, son las mismas condiciones de las que hablaba Arturo Uslar Pietri en su artículo del año 1936, cuando por primera vez habló de “Sembrar el Petróleo”.

A pesar de los avances, y de la experiencia, todavía estamos en el mismo sitio; en cuanto a desarrollo se refiere. Eso sucede; a mi juicio; porque el problema de fondo no se ha resuelto y, a juzgar por los hechos, no se va a resolver en un mucho tiempo de seguir con el rumbo actual.

Cuando aparece el petróleo en Venezuela, éramos una población mayormente campesina y con ninguna experiencia en algo tan maravilloso como el petróleo; y esta transición de la Venezuela agrícola a la Venezuela petrolera, se dio sin preparación alguna; es decir; un buen día se descubre el petróleo y los encargados del destino del país no tomaron la previsión de dedicarse, además de explotar al recién llegado, a educar a la población.

La educación que menciono, se refiere no sólo a la formación en las aulas de clase, que es primordial para el desarrollo de cualquier país, sino que incluye la generación de conciencia en la población de que este recurso, con el que nos premió la naturaleza, ciertamente era el pasaporte, la vía más expedita a un país rico; pero esa riqueza había que producirla aprovechando la bonanza de los altos ingresos petroleros para desarrollar otras áreas y poder disfrutar de una abundancia sustentable en el tiempo.

En vez de esto, se propagó como especie de virus, la instauración de una conducta parásita, que nos convirtió en seres incapaces de contribuir con el desarrollo del país y, muy por el contrario, el petróleo se convirtió en un foco de poder y de riqueza mal distribuida, en el sentido de que no se atendieron necesidades básicas de la población, lo cual ha desencadenado en una sociedad pobre, donde la mendicidad y los niños de la calle conforman el escenario de ciudades, pueblos, caseríos, etc, como evidencia de la gran deuda social.

El segundo evento importante para el país, como es la nacionalización del petróleo, ocurre de la misma manera: Sin preparación a la población, y esto es más grave aún, porque para esa época, ya no era la Venezuela ignorante de la existencia del petróleo; ya contábamos con experiencia como para prever, que el asumir el manejo del negocio del oro negro, suponía tanto el riesgo de seguir estancados en la misma condición de sociedad dependiente y rentista del momento, si no se hacía unos cambios en las estructuras políticas, sociales, económicas, culturales y educativas del país; como la oportunidad de saltar, en al menos una década, en llegar a ser un país desarrollado.

A juzgar por los resultados, nadie se dio cuenta de esto, o nadie estuvo dispuesto a ocuparse del asunto y esto ha traído las consecuencias que ya conocemos.

Sin embargo, no todo está perdido porque siempre es buen momento para comenzar; pero se deben dar paso firmes, ya que si bien es cierto que las medidas de emergencias conocidas como las misiones, surgidas para dar respuesta a la deuda social existente, están cumpliendo en cierta medida su cometido, también es cierto que son financiadas con los excedentes petroleros; Y que si en un corto plazo no se reformulan, para dar paso a cambios estructurales que puedan generar un desarrollo de la población en general y que ese desarrollo sea sustentable en el tiempo, lejos de hacer un bien se está generando una bomba de tiempo que puede ser más perjudicial que la solución propuesta inicialmente.

En conclusión, la culpa no es del petróleo. La responsabilidad recae sobre quienes tienen en sus manos el poder para implantar los cambios necesarios en pro de un verdadero desarrollo. Y se debe apuntar a la raíz del problema: la educación.

Esto es una cadena, el comportamiento de la sociedad afecta al Estado y el comportamiento del Estado afecta a la sociedad.