Toda caminos, pero por construir

Venezuela es amplia y generosa, a no dudar. Es una tierra de proverbial hospitalidad y de desencuentros e intereses grupales. Tenemos gente que sueña con mejorar, pero que al propio tiempo se deja seducir por un discurso y por espejitos como en los remotos tiempos de Colón. Tierra con gente preparada, tal vez más que nunca en su historia, y que sin embargo se encandila con posiciones y prebendas transitorias sin mirar más lejos, o entran en una pasividad que raya en la negación, tierra de diásporas de grandes talentos que a borbotones salen del país a nutrir y engrandecer con sus conocimientos a otras naciones. Un país donde un grupo político ha estado imponiendo a raja tabla un modelo absurdo y de probada factibilidad de fracaso, una región del mundo con una oposición algo timorata, que se ha dejado presionar por el discurso del “golpismo” y no emprende acciones más allá de las estipuladas en una agenda electoral periódica. Un país que se empobrece económica y moralmente y que además se desangra a cada paso a manos del hampa desbordada.

Visto así el panorama de una nación provista de tantos recursos y que ahora, por desidia gubernamental, observa agonizar a las grandes empresas básicas de Guayana, es bien sencillo entregarse al más negro de los pesimismos, a la más ingrata desesperanza. Ese y no otro es el sentimiento lógico cuando uno observa que, por debajo de la tan pregonada unidad de partidos opositores hay aguas no tan calmadas, infectadas de intereses partidistas por preponderar sobre otros, atisbos de las claves que nos llevaron paulatinamente a este aciago presente de atraso, autoritarismo, experimentos comunistas y no pocas desdichas.

Todo pareciera perdido como en 1812, cuando las hordas de Bóves avanzaban invencibles sobre Caracas, o como a mediados del siglo XIX se asesinaba a “todo blanco que supiera leer y escribir”, la falencia en las instituciones democráticas, el endeudamiento atroz de la República, la desvencijada manera en la que ha devenido nuestra más importante industria, todo ello induce al más pertinaz de los estados de desesperación y abulia.

No obstante lo anterior, somos un pueblo que como dijo Uslar Pietri es un conjunto de maneras de ser y de distintas razas, una “cultura cósmica”, y allí, en ese crisol que somos reside nuestra esperanza de construir un cambio monumental de actitudes, todo un andamiaje donde soportar la transformación que esta nación ha requerido por centurias, sin obtenerla de un todo.

Graduarnos de ciudadanos es el primer paso en esta ruta, participar en grupos de opinión, realizar asambleas con los líderes de la oposición para presionar por más imaginativas y democráticas formas de combate cívico. Los gremios, las asociaciones, los profesionales, todos debemos ejercer un rol inédito más allá de lo eminentemente electorero , más trascendentes, pues de lo contrario este estado agónico donde no termina de morir la vieja forma y no se inicia el nacimiento de lo nuevo se postergará hasta la crispación y sin puntofinal.
Es de reconocer que hay líderes jóvenes que quisieran dar al traste con las viejas costumbres, pero a su vez son prisioneros de los reglamentos, de las normas diseñadas gatopardianamente. La entusiasta y muy organizada participación de la ciudadanía, puede ser el golpe de ariete que derrumbe la puerta que conduce a realidades distintas y más promisorias para todos. Aclaro, no se trata de asumir posiciones de dañina antipolítica, se trata de participar más. Sabemos que hay grandeza en algunos dirigentes, hay que catalizarlas para que irrumpiendo en escena generen los cambios que necesita y merece esta dolida Venezuela.

Al contrario, de lo que dijo alguna vez Wiston Churchil, el país requiere de hombres que quieran ser más útiles que importantes.

Todavía Venezuela es la que retrató Gallegos en su obra magna: “ toda caminos como la voluntad…”

Necesitamos con urgencia de esa voluntad de todos.

Twitter: @jamedina1