Tovar, todo un César

En el DRAE, al lado de la palabra versatilidad debería aparecer, con sobrada razón una foto de César Tovar, con una leyenda que diga algo así como “habilidad para hacer muchas cosas con pasmosa facilidad, así como jugaba este pimentoso caraqueño a la pelota”. Claro está, eso sería de esa manera sí el mundo fuese un poquito más justo.

César le brindó a los jóvenes de mi generación un sinfín de alegrías y momentos teñidos por ese amor con el que se entregaba al béisbol, ese fervor de beato que hacía lo que había que hacer, aún poncharse con un lanzamiento wild para embasarse y ayudar a su equipo. Hace 42 años (18 de Mayo de 1969), en una inspirada noche se combinó con Rod Carew para estafar cinco bases en una misma entrada. ¡Ambos robaron el home! Los cronistas cuentan que Mike Lolich, el pitcher contrario, se enfureció tanto con esa latina manera de correr las bases, que en siguiente turno de César le dirigió, muy antideportivamente, un lanzamiento a la cabeza. Peno no sólo era esa la única forma en la que Tovar desquiciaba a los pitchers: se cuenta que era especialista en romper juegos de no hit no run (en total rompió cinco en las postrimerías de los partidos). A estos lances le sumaba César su proverbial habilidad para conseguir pelotazos (dicen que usaba uniformes algo más anchos para dejarse rozar por la bola), todo con tal de arribar a la primera y de allí comenzar su picaresco vuelo a casa. Billy Martin, quien fue su manager, decía que no había tenido pelotero más útil que Tovar “hacía por mí en el campo lo que le pidiera”.

¿Se imaginan a César Tovar ponchando al gran Reggie Jackson? El 22 de Septiembre de 1968, se convirtió Tovar en el segundo pelotero en la historia en jugar las nueve posiciones. Ese fue un partido de Mellizos contra Oakland, y en el que Minnesota le hizo ese público y notorio tributo a su talento desbordante de gracia y pasión. Como lanzador colgó un cero, como bateador dio un hit y anotó la primera de las dos carreras con las que su equipo venció (2-1) a los Atléticos.

Otro gran logro de César (19-9-1972) en las mayores fue el convertirse en el primer criollo en batear la escalera, hecho que emuló en 2006 Carlos Guillén.

Caballero como pocos, Tovar era un César de la bonhomía y el compañerismo, Teodoro Obregón cuenta que en la cueva de los Leones era la risa, el gesto amable desprovisto de divismo, el propio compañero. Se cuenta que en un partido de las mayores se armó una tángana, Tovar ajeno a las peleas no salió del dogout, cuestión que le valió una multa por parte de su equipo. Pasados los días, y nuevamente contra Oakland, se produjo una pelea masiva, César sabedor de que podía ser objeto de otra sanción, saltó al terreno y buscó a Dagoberto Campaneris (el primer pelotero en la historia en jugar las nueve posiciones en un partido) y se pusieron a hacer, divertidos, lo que por acá llamamos un “aguaje”, y entre risas y abrazos culminaron su batalla campal.

En nuestros campeonatos invernales su yunta con Vitico era letal. No recuerdo un “one-two” tan bien combinado, eran una especie (valga la comparación tan extemporánea y rocambolesca) de “pequeño Barsa”, mortífero y alegre. Cuando iban a comenzar los campeonatos la foto de César, icono de nuestros peloteros, engalanaba resueltamente las primeras páginas deportivas. Él era el campeonato desde el punto de vista criollo.

En lo personal lo recordaré siempre por su adustez al momento de batear. En ese sacro momento borraba su generosa sonrisa y se tomaba en serio el lance. Recuerdo el golpe de su bate y en palabras de Musiú Lacavallerie: “ahí va una línea bajita que se arrastra por la media luna y sigue de hit hacia el left”.

Para muchos venezolanos, y no pocos norteamericanos, ha sido un gran ídolo. No me canso de repetir una anécdota que contaba Delio Amado León: una vez cubría unos juegos en Minnesota y en los vestuarios de los Mellizos se topó con el hijo del recién fallecido Harmon Killebrew. No resistió Delio Amado la tentación de preguntarle quién era su pelotero favorito. Delio, quedó de una pieza cuando el adolescente le dijo sin pensarlo mucho: “¡César Tovar!”

Tovar, es y será siempre todo un emperador, todo un César.

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