Un cambio de época, no una época de cambios

Lo que realmente está sucediendo es el más drástico cambio de paradigmas que la humanidad ya haya sufrido en las últimas décadas. Vivimos un cambio de época, no un época de cambios.

Sólo que en Chile aún continuamos centrados en el modelo fabril, adheridos a los viejos paradigmas, y no percibimos lo que está realmente pasando. No es una revolución industrial lo que tenemos al frente, sino que una reestructuración de paradigmas en la era del conocimiento con un aumento de resultados cualitativos.

El momento actual, en que vivimos las primeras escenas de una inexorable ambivalencia estratégica, nos exige hacer profundas reflexiones sobre la forma cómo deberemos posicionarnos en este proceso. No habrá modernidad para aquellas empresas y personas que no estén dispuestas a efectuar un vigoroso esfuerzo de adecuación y de cambio a los paradigmas instalados y arraigados, productos de épocas en que la comunidad empresarial aún no percibía que habíamos sido expulsados del Paraíso. Esto me lleva a recordar una frase de León Tolstoi: «Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo».

El siglo XXI nos está imponiendo la necesidad de reinventar la forma en que hacemos las cosas, pero en esta oportunidad sintonizando adecuadamente, misión del negocio con técnicas modernas de recursos humanos y con un cambio de mentalidad. El futuro ya no es más la continuación del pasado con ciertas modificaciones.

Las causas de la victoria del futuro son cada vez más diferentes de las causas de la victoria del pasado y, muchas veces las causas de la victoria del pasado serán las causas de la derrota del futuro.

Para llegar a sobrevivir en esta Era del Conocimiento, las empresas deberán dejar de lado culturas organizacionales pragmáticas y cartesianas, cambiando enfoques empresariales, que conciben el futuro solamente en cambios tecnológicos, marketing avanzado, computación, productividad y calidad. Nada sacamos con aplicar todas estas técnicas, sino existe una mentalidad propiciada para utilizarlas, y si no se logra generar compromisos de las personas. Las empresas de hoy no están preparadas para implementar cambios en su mayoría. Son muy buenas para tomar decisiones, pero no saben crear sinergia y esto ocasiona mucha resistencia: en la medida que las personas no reciben una buena comunicación, cada uno interpreta como quiere el resultado de un problema organizacional.

Otro de los cambios que se logran visualizar y que son, prácticamente de consenso, se refieren al cuestionamiento que se está haciendo a los organigramas y a las jefaturas formales. También los horarios pasan a ser más flexibles.

La descripción de funciones es substituida por una declaración de valores e intenciones, las normas escritas y manuales por declaraciones de principios y objetivos, las evaluaciones de desempeño adoptan nuevos diseños, se introducen técnicas de remuneración variable. Las actividades y funciones medias son externalizadas y la empresa se concentra en sus funciones finales. Hasta el viejo y tradicional sistema de evaluación psicológica es cuestionado por los propios profesionales del área.

Todos en la empresa son motivados a dar opinión y a participar. El futuro es un sistema compartido entre empleados y empresa.

Cambian las técnicas de selección de personal, para poder detectar talentos, personas con capacidad negociadora, creativos, innovadores, líderes, adaptables al permanente cambio, y con detonadores automáticos para soportar la incertidumbre en que se moverán los negocios.

Estos cambios, entre otros, están dando palco a una cerrada contienda entre los actores que la forman. De un lado, mirando hacia atrás se ubican los agentes del pasado, aquellos que sustituyen la verdadera competencia por tradiciones, el raciocinio crítico por la aplicación de slogans y fórmulas memorizadas.

Cunde todavía la instrumentalización para la solución de los problemas organizacionales.

De otro lado, mirando hacia adelante, están los agentes de la modernidad, proponiendo padrones internacionales e innovadores, competitividad, vanguardia y desarrollo tecnológico y personal. Inclusive, las tradicionales actividades de capacitación, dan paso a los procesos sistemáticos de cambio organizacional.

La comprensión del futuro se vincula cada vez más a entender el pasado, pasando por concientizar el presente. Al mismo tiempo, por paradojal que sea, el futuro es cada vez menos, la continuación del pasado. En esta intrincada malla de reflexión está contenida la verdadera esencia de la planificación estratégica y del desarrollo de las organizaciones en la entrada del tercer milenio.

Estamos viviendo un momento único en la historia de la Administración de Empresas, en los inicios de este siglo. Son tantas las modificaciones que jamás fue tan necesario detenerse para reflexionar sobre todo lo que ocurre, en la búsqueda de una conciencia más profunda.

Con esta configuración pretendo sugerir que todo lo que no creíamos posible, esta sucediendo.

Tendencias están siendo invertidas, dogmas destruidos, paradigmas en permanente cambio, nuevos caminos que se abren y otros que se cierran, curvas crecientes se tornan decrecientes y así por adelante.

El rompimiento con lo tradicional será hecho de manera profunda y el panel estratégico externo deberá imponer reorientaciones en la manera de pensar y actuar dentro de las unidades organizacionales. La empresa continuará en una tendencia de valorización del Ser Humano, retornando hacia los fundamentos de ese gran eje de acción que nace de la propia esencia humana.

Implantar una nueva mentalidad no será posible, a través de una acción automática, pero se hará necesario que las personas tomen conciencia que deberán aprender cosas nuevas.

A los chilenos la confianza nos ha deparado muchas sorpresas, cambios, recesiones, etc. ¡Cuidado! Este nuevo desafío ya nos está transformando de hijos de la prosperidad en huérfanos de la inseguridad.

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