Unidad, larga paciencia

Fernando Rodríguez – El pasado domingo 12 de febrero culminò una etapa del proceso unitario que debe conducir a la sustitución de un período nefasto de la historia venezolana. Se debe decir que se ha cumplido exitosamente, tanto, que el Caudillo tuvo que sacar a la Fuerza Armada a rendirle pleitesía, a declararla “chavista”, para desahogar su miedo a un proceso que ha movilizado a gran parte de la nación con una coherencia de objetivos y una rectitud estratégica pocas veces vista. La fuerza contra la voluntad democrática.

No hay dudas imaginables sobre el respeto que las diversas opciones tuvieron ante el ganador de la justa, así como se puede apostar a que un gran número de votantes fue a cumplir el obligante deber en esta hora decisiva para nuestro destino como país, descontados los límites propios de este tipo de evento, sectorial y no decisorio, en el mundo entero.

Ello culmina un macerado esfuerzo que dio lugar a un loable Programa de Gobierno común que pudo diseñar metas para una diversidad cierta de tendencias políticas; una campaña que nunca se empañó por pasiones partidarias desbordadas y que, en síntesis, logró confeccionar un itinerario que en otras latitudes que también padecieron gobiernos autocráticos y “armados” costó muy largos y penosos años.
Sólo nos queda refrendar con el entusiasmo y la firmeza de nuestros votos la culminación de esta etapa. Pero no está de más recordar que el día trece comenzò un nuevo tranco del camino. Y que debemos intensificar la vocación unitaria que conocerá entonces nuevos retos.

Uno de ellos será que los perdedores deben mantener la misma energía que los ha movido para competir en la justa. No es posible, en hora tan menguada, que algunos se permitan, como suele suceder, incluso en un solo partido, alejarse de las tareas mayores y sustraer su cooperación integral a la campaña. No sería cónsono, para simplificar, con lo que todos hemos dicho sobre la desastrosa situación que vivimos y la única salida que para ella tenemos.

Pero hay que mirar todavía más allá de un eventual octubre victorioso. Sabemos que nos espera una de las más difíciles transiciones que se puedan concebir, con un adversario con el resto de los poderes en sus manos, inescrupuloso a más no poder y que, liberado de las pocas ataduras que ha tenido que respetar como gobierno, hará una oposición que es de suponer revanchista y sin moral política alguna.

Que hagamos esta alerta poco antes de un día que esperamos festivo es porque creemos que a la mañana siguiente nos esperan tareas tan arduas como las que hemos realizado: hacer un comando de campaña equilibrado, juramentarnos simbólicamente de nuevo para las grandes tareas de llevar el candidato, los candidatos, al conocimiento y al sentimiento de la gente.

Meternos en las neuronas que esta unidad es a muy largo plazo, como casi todas las empresas históricas trascendentes y que entre otras cosas deberá comportar el difícil ejercicio de colaborar y debatir como habitantes de una misma morada.

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