Unos Idóneos Referentes

En un muy puntilloso artículo aparecido en El Papel Literario del diario El Nacional (domingo, 9 de diciembre de 2012), el analista político Edgard Gutiérrez elaboró una serie de apreciaciones sobre los partidos políticos nuevos y no tan nuevos, y el grado en que han sido percibidos en las últimas décadas por la sociedad venezolana.

Hemos escuchado hasta la saciedad que el advenimiento de Chávez es producto de la entronización de la antipolítica entre nosotros (de hecho recuerda Gutiérrez en su escrito que para 1989 había un rechazo de más de 65% por los dos grandes partidos del estatus), producto de la decepción con estas organizaciones que al decir de los sondeos se “ocupaban sólo de ganar elecciones y nada más”.

Hacia 1998 ese porcentaje de rechazo había fraguado, y naturalmente se abrió puerta franca al ascenso de un proyecto político signado por el más abyecto autoritarismo, que como en estas mismas páginas nos ha recordado el profesor Márquez Castro, sólo acepta su visión del mundo, la impone a rajatabla sin ningún tipo de contemplaciones ni respeto a la disidencia.

Puesto en perspectiva este cuadro nada auspicioso no es aventurado afirmar que la forma más eficaz de luchar contra la no deseada antipolítica, es la de contar con partidos que se abran a los nuevas realidades y no caigan en los errores pasados. ¿Realmente qué queremos de los partidos políticos? Edgar Gutiérrez nos asoma algunas claves para dar respuesta a esta interrogante: “Quizás esto cambie algún día cuando los líderes de esas organizaciones -nuevas y tradicionales- entiendan que son parte de una sociedad en la que los individuos ya no quieren ser tratados como simple electores, cuando acompañen a la gente en sus luchas diarias y cotidianas, y cuando fijen líneas estratégicas de conducción política y social que los vuelvan a convertir en referentes…”. A este medular conjunto de solicitudes de enmienda habría que agregar otro, compuesto con una clara instauración de democracia interna para elegir en forma periódica sus autoridades, al establecimiento de claras normas para la formación de cuadros de relevo, a la elaboración constante de mecanismos de comunicación con las comunidades, a la consolidación de jornadas y espacios para el análisis y discusión de los principales problemas nacionales (que desemboque en un plan concertado de país), así como también el contribuir en forma continua con el entramado que una democracia moderna requiere en cuanto al fortalecimiento de sus distintas instituciones.

No se quieren organizaciones perfectas, más bien se necesitan partidos dinámicos y progresistas, que dejen atrás esa mentalidad de “yo y mi partido, mi partido y yo” y se oxigenen de modo que su accionar y la inclusión que realicen de los diversos actores de la sociedad sea más rica y eficaz, que se conviertan en verdad en correas de transmisión con el ciudadano y no persistan en ser agrupaciones semicerradas y refractarias, rehenes de sus propios intereses.

Venezuela, después de 183 años de vida republicana, amerita de líderes que entiendan que no pueden aferrarse a fórmulas pasadas y costosas en cuanto a sus consecuencias, se requiere de pactos, como el dado recientemente en México, que pavimenten la ruta hacia el progreso sustentable y colectivo, no pueden reeditarse los errores de falta de grandeza y rapacidad que nos condujeron a este triste y fracasado ensayo político.

Cuando los ciudadanos experimenten en su calidad de vida, en su día a día, la presencia eficiente y cívica de sus representantes en todas las instancias no habrá cabida para la decepción, el resentimiento, el revanchismo y la inmadura selección de neocaudillos como vengadores de afrentas y de desatenciones, se acabarían los Amadis y los Tamakum.

¿Es esto muy difícil de entender por los líderes políticos? En pocas palabras los ciudadanos anhelamos en los partidos aquello que supo condensar el político argentino, Leandro Alem: “La vida política forma esas grandes agrupaciones, que llámeseles como ésta, populares, o llámeseles partidos políticos, son las que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de la solidaridad en los destinos comunes”.

Twitter: @jamedina1