Venezuela recibe Dólares pero no Inversiones

Hay abundancia de divisas en Latinoamérica pues las materias primas tienen alta demanda y altos precios internacionales. El subcontinente se ha convertido en una región altamente receptora de capitales extranjeros. Venezuela tiene altos ingresos por exportaciones pero recibe poca inversión extranjera.
Es realmente extraña y paradójica la situación que enfrentan actualmente las monedas de muchos países latinoamericanos. Durante muchas décadas uno de los principales problemas económicos, de todos y cada uno de los países de la región, era la crónica devaluación de las monedas nacionales –pesos, sucres, soles, cruceiros, bolívares- con respecto a la moneda norteamericana. Eso sucedía porque la oferta de dólares provenientes de las exportaciones, de las inversiones extranjeras y/o de la deuda externa, era siempre escasa frente a las muchas necesidades que se tenía de dicha divisa, ya sea para actividades de inversión o de consumo en el interior, o de acumulación de riquezas en el exterior. A eso se agregaba la facilidad que tenían las autoridades monetarias y fiscales como para aumentar la emisión monetaria interna, con lo cual la inflación y la limitada oferta de dólares llevaban necesariamente a la periódica devaluación de la moneda nacional. Si esto se postergaba o se reprimía, las pocas actividades de exportación perdían competitividad internacional, se reducía más aun la oferta de dólares -con lo cual se aceleraba la presión para una próxima devaluación- y el Estado perdía una de sus fuentes fundamentales de financiamiento. Pero si se devaluaba, se aceleraba la inflación y se aumentaba el gasto fiscal, con lo cual se generaban las condiciones para la próxima devaluación. Se caía en un auténtico círculo vicioso del cual era difícil sustraerse.

Abundancia de Dólares

Hoy en día la situación se ha invertido radicalmente. Hay abundancia de dólares provenientes de las exportaciones, pues la mayoría de las materias primas que exporta nuestra América Latina –petróleo, soya, cobre, oro, café, carne, trigo- presentan alta demanda y altos precios en el mercado internacional. A ello se agrega el hecho de que América Latina se ha convertido en una región altamente receptora de capitales extranjeros -de corto y de largo plazo- y que es alta también la capacidad de contratar créditos externos, a bajas tasa de interés, dada la crisis y la caída en las oportunidades de inversión que presentan las economías de los países desarrollados. En esa medida, hay abundancia de dólares en los mercados internos de nuestros países, y eso trae como consecuencia que se generan tendencias muy difíciles de contrarrestar, que empujan a la baja, el precio de la divisa norteamericana en los mercados locales. La tendencia ya no es a la devaluación, sino a la revaluación de las monedas locales. El dólar tiende a ser cada vez más barato, medido o comprado con las monedas locales, lo cual lejos de ser una bendición para los respectivos países, se convierte también en una situación problemática. Si el dólar baja; es decir, si la moneda local se revalúa, las exportaciones pierden competitividad internacional, cae la producción y la ocupación internas y se reduce el volumen de dólares que actualmente fluye hacia las economías latinoamericanas por concepto de las incrementadas exportaciones.

Frente a esta situación, los gobiernos y los bancos centrales de los países latinoamericanos no asumen una actitud de meros espectadores pasivos, sino que llevan adelante una serie de medidas de política económica para contrarrestar las tendencias anteriormente señaladas. Una de esas medidas es la compra de divisas y la correspondiente acumulación de reservas por parte de los bancos centrales, con lo cual se reduce la cuantía de dólares que fluye efectivamente hacia el mercado interno; pero tiene el inconveniente de que genera una mayor emisión de moneda local. Lo anterior obliga, a su vez, a una política fiscal más contractiva, como medida tendiente a impedir el rebrote de la inflación. Otra medida que acompaña a la anterior, es el poner medidas de control o de franco impedimento a la entrada de capitales de corto plazo –sin impedir con ello el flujo de inversión extranjera directa– con lo cual se reduce parcialmente la oferta de divisas. Esa es, en alta medida, la situación de los países más dinámicos de la región, tales Brasil, Argentina, Chile o Colombia.

Endeudamiento

Venezuela en cambio, una vez más, es una excepción a esta regla regional. Goza de altos ingresos por concepto de exportaciones, pero no percibe inversión extranjera ni capitales de corto plazo; se endeuda en forma acelerada, pero a elevadas tasa de interés; no acumula elevadas reservas internacionales, pero mantiene elevado el gasto fiscal, la emisión monetaria y los niveles de inflación; mantiene controlada la oferta y dosificada la demanda de divisas, pero no puede impedir las tendencias hacia la devaluación que se hacen presentes en la economía nacional.

(Artículo de Sergio Arancibia publicado en TAL CUAL el día 5 de agosto 2011)

Dirección-E: [email protected]