Y con su espíritu

Desde el alba resuena el torrente de su melodiosa e impresionante voz. No fue difícil suponer esa mañana soleada el inicio de su ascenso hacia la cima, y que al mediodía llegara, entre piruetas, la apoteosis, con Festivales donde con gracia logró eclipsar al resto de los cantantes. Irrumpió como ídolo y señor de los gustos de los melómanos. Se rodeó de un ejército de amigos, amigotes y conocidos. La tarde bañada de dorados rayos fue avanzando, muchos le abandonaron cuando empezaron a oler el desenlace (¿por qué será siempre tan cruenta esa palabreja?) y cuando tuvo que subsistir cantando en los botiquines de medio pelo. Hacia el anochecer su voz agonizaba junto a su dueño. Para la medianoche sólo sus canciones en el gastado acetato se oían de cuando en vez.

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