Alejandro Gutiérrez: Retos y Desafíos del Sector Agroalimentario Venezolano (II)

En la II parte de la entrevista realizada al Dr. Alejandro Gutiérrez, le preguntamos acerca del papel que a su parecer debería jugar el sector agroalimentario en la reconstrucción y posible recuperación económica del país; así como también, sobre las estrategias y políticas requeridas para mejorar nuestro Sistema Agroalimentario en el futuro .

Pregunta: Dadas las circunstancias por las cuales ha estado transitando Venezuela, ¿Cuál es el papel que jugaría la agricultura en nuestro proceso de recuperación económica?

Respuesta: El sector agrícola y todos los componentes del sistema alimentario y de las cadenas de valor agroalimentarias tendrán un rol muy importante en la recuperación económica. Debe destacarse que no se trata solo de la actividad agrícola sino de las interrelaciones entre los diferentes componentes y actores del sistema alimentario venezolano y de las cadenas de valor que lo conforman. Eso significa que hay que tomar en cuenta a la producción y distribución de insumos, maquinarias y equipos agrícolas, la comercialización doméstica que abarca una serie de funciones (lavado, empacado, transporte, almacenamiento, comercio al por mayor, al detal, restaurantes, comedores y comida fuera del hogar y otras), el comercio exterior (exportaciones e importaciones agroalimentarias), la industria procesadora de alimentos (artesanal, pequeña, mediana, grande) de alimentos. Piensen en todos esos municipios cuya dinámica económica depende de las actividades agrícolas y de la agroindustria procesadora y que alrededor de ellas se conforman aglomeraciones o clusters de actividades interrelacionadas que generan encadenamientos aguas arriba y aguas abajo.  Una reactivación y crecimiento de la producción agroalimentaria (agrícola y de la industria de alimentos) genera encadenamientos y efectos multiplicadores que impactan las economías regionales, generando más empleo y bienestar para la gente.

Venezuela tiene ventajas comparativas para producir arroz, maíz, palma aceitera, semillas de ajonjolí, leguminosas, frutas tropicales, café, cacao, hortalizas de piso alto y bajo, ganadería vacuna de doble propósito; ganadería bufalina y caprina, productos de la pesca y la acuicultura. A todos esos rubros agrícolas hay que agregarles valor, lo que se traducirá en mayor empleo, ahorro y generación de divisas. El futuro de Venezuela ya no está en la industria petrolera, está en el desarrollo de la economía no petrolera. No obstante, debemos recuperar la industria petrolera que puede atraer inversiones y generar divisas, pero esto va a llevar tiempo y requiere de mucha inversión extranjera. Por lo demás el tiempo del petróleo como la fuente principal de energía que mueve al mundo tiene su tiempo limitado por el desarrollo acelerado de fuentes de energía menos contaminantes y la necesidad de enfrentar el cambio climático, preservar el ambiente y la biodiversidad.

Pregunta: ¿Qué estrategias y políticas se requieren para mejorar nuestro Sistema Agroalimentario en el futuro ?

Respuesta: En materia de estrategia y políticas agroalimentarias para mejorar nuestro sistema alimentario en el futuro, lo primero que hay que hacer, en el muy corto plazo, es ocuparse de los pobres, de la población desnutrida o en riesgo de inseguridad alimentaria y nutricional. Hay que evitar que la hambruna y la desnutrición tengan más consecuencias adversas de las que ya tienen. Eso deberá atenderse urgentemente con ayuda humanitaria proveniente de varias organizaciones multilaterales y de países que cooperen, sin olvidar que la ayuda es eso, ayuda. Y que tenemos que reactivar la economía y la producción agroalimentaria doméstica para que la gente tenga una oferta de alimentos suficiente y con un alto contenido nacional, porque el país tiene ventajas comparativas para producir gran parte de lo que comemos con una razonable eficiencia económica.

Con los primeros financiamientos internacionales, hay que ejecutar un programa de transferencias monetarias directas para los pobres y un plan de emergencia que genere empleos. Habrá que realizar importaciones de alimentos en el corto plazo mientras se recupera la producción agroalimentaria nacional, pero la idea es que podamos producir internamente la mayor parte de nuestros alimentos y materias primas agrícolas.  Entonces hay que atacar el hambre y la desnutrición como prioridad. El hambre y la desnutrición masiva solo es posible en una dictadura o donde hay gobiernos autoritarios que no respetan la libertad de prensa y los derechos humanos. Donde hay democracia no hay hambruna como bien lo ha explicado y demostrado Amartya Sen (Premio Nobel de Economía, 1998), por eso la vuelta a la democracia es vital para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de los venezolanos.

En el corto plazo también se requiere de un mejoramiento de los servicios de salud y de los servicios básicos esenciales como el del agua y la energía eléctrica (habrá que importar energía eléctrica, reparar y mantener equipos), garantizar que funcione el mercado de la gasolina, del gas doméstico y evitar que exista escasez porque esta es una de las más importantes restricciones que se tiene para producir alimentos y para que la gente pueda cocinar sus alimentos. Es una realidad que no se puede subsidiar la gasolina como en el pasado, pero habrá que idear mecanismos para que se venda a precio de mercado internacional, compensar a los trabajadores y así reducir el precio del transporte público. No podemos regresar al subsidio a la gasolina, que como todos saben es un subsidio regresivo del cual se benefician más los que más vehículos tienen.

Hay que conseguir financiamiento para ejecutar un plan de estabilización, que nos permita recuperar equilibrios macroeconómicos, pero con rostro humano, No puede ser una estabilización que reduzca más aún el consumo de los hogares porque los niveles de inseguridad alimentaria y nutricional ya son una tragedia. Ese plan de estabilización va a requerir de un financiamiento extraordinario de la única institución que puede aportarlo, al menos en la magnitud que se requiere, el Fondo Monetario Internacional.

Hay que garantizar los derechos de propiedad y permitir que funcionen los mercados con libertad de precios. En esto un nuevo gobierno con nuevas estrategias y políticas debe dar señales claras desde el comienzo. Hay que derogar inmediatamente la Ley de Precios acordados. Hay que prohibir y castigar con todo el peso de la Ley las invasiones y ocupaciones de explotaciones agropecuarias, los decomisos arbitrarios e ilegales de la producción por Alcaldes y gobernadores, la matraca-vacunas que se cobran en las alcabalas por donde pasa la producción, hay que dar garantías de que no habrá expropiaciones y nacionalizaciones de empresas y que se va a privatizar por diferentes modalidades las empresas públicas agroalimentarias, las cuales de paso no están operativas pero generan gasto público que se requiere para salud, educación y para recuperar los servicios básicos.

En fin, hay que dar señales claras de que habrá mejoras en la calidad institucional, con reglas de juego claras, con seguridad jurídica y personal para los productores y los actores privados del sistema alimentario venezolano, seguridad para que inviertan y produzcan y para que los diferentes mercados que conectan los eslabones de las cadenas agroalimentarias puedan coordinarse y equilibrarse con la libertad de precios. El estado solo intervendrá en circunstancias muy específicas para evitar el ejercicio del poder de mercado de los oligopolios y oligopsonios y para coordinar políticas de desarrollo productivo con el sector privado y para construir las externalidades-bienes públicos que facilitarán la producción y distribución de alimentos (vialidad, represas y sistemas de riego, servicios de electricidad y telecomunicaciones, puertos, aeropuertos, etcétera).

Observe que cuando el régimen de Maduro decidió desde 2019 liberar de facto los precios se acabó la escasez de los alimentos básicos, cuyo precio estaba controlado, esos precios permitirán que los productores decidan qué producir, cuánto producir, con qué tecnología, dónde vender su producción. Igualmente, los consumidores tomarán esos precios como señales para decidir qué y cuánto consumir dado su nivel de ingreso. Ahora el desafío es aumentar el consumo de la gente porque su poder de compra alimentario está a un nivel mínimo y la gente tiene hambre e inseguridad alimentaria.

El consumo alimentario de los venezolanos durante la emergencia debe fortalecerse con transferencias monetarias directas cuyo monto por familia puede estar por encima de los 50 dólares mensuales, la generación de empleos decentes y mejores salarios reales en la medida que la economía comience a funcionar y las inversiones privadas (nacionales y extranjeras) aparezcan y se genere más empleo decente y formal. También, en el corto plazo se deberán reactivar las Juntas Nacionales de Cadenas de valor Agroalimentarias para que el Estado y los actores privados puedan concertar políticas en el marco de la emergencia nacional.

Obviamente que la falta de recursos financieros será una restricción, pero en un marco de más confianza, de construcción de un gobierno de unidad nacional, consensos políticos y libertad económica los empresarios pueden retornar capitales y la inversión extranjera podrá mostrar interés en el país. En este momento no hay financiamiento para la producción agroalimentaria suficiente y oportuno. Son los productores y empresarios con sus propios recursos los que generan la menguada producción agroalimentaria.  Parte de los primeros financiamientos internacionales deberá usarse para inyectarle liquidez a la banca, de manera que se puedan otorgar financiamientos para reactivar la producción agroalimentaria, de la manufactura y de algunos sectores clave.

Nuestro sistema financiero es raquítico en este momento. La cartera crediticia total de la banca es inferior a los 200 millones de dólares. Con ese monto ningún país puede apalancar la producción. Estas medidas deberán estar acompañadas por una política fiscal, monetaria y cambiaria que reduzca o elimine el financiamiento monetario del BCV del déficit fiscal para estabilizar los precios y permitir que el tipo de cambio fluctúe, aun con intervenciones del BCV, pero evitando una apreciación-sobrevaluación que le reste competitividad a la producción nacional. Con un tipo de cambio real que no esté apreciado y con una asignación de los recursos hacia la producción de bienes donde el país tiene ventajas comparativas no habrá necesidad de políticas proteccionistas exageradas e irracionales. Igualmente, deberá liberarse inmediatamente la importación de maquinarias, equipos e insumos agrícolas y eliminar las restricciones y monopolios que ha impuesto el ejecutivo para importar algunos alimentos e insumos. Hay que permitir que el sector privado retome el liderazgo en la comercialización de insumos, maquinarias y equipos agrícolas. La nacionalización-expropiación de Agroisleña y su sustitución por Agropatria o “Agronada”, como le dicen los productores andinos, es uno de los errores más garrafales del chavismo y su gobierno.

Entre las primeras medidas deberán eliminarse las restricciones administrativas y liberarse las exportaciones agroalimentarias para los cuales el país tiene ventajas comparativas y competitivas. Algunas de esas exportaciones se vienen haciendo de manera ilegal, pero hay que darle posibilidades a aquellos bienes agroalimentarios que aun con un tipo de cambio real apreciado tienen ventajas competitivas en algunos mercados. Actualmente estamos exportando camarones, productos de la pesca y el mar, semillas de ajonjolí, cacao y derivados, bebidas alcohólicas, algunas frutas y productos agroindustriales sin incluir productos que están saliendo vía contrabando, aun con las fronteras cerradas y en medio de la Pandemia. La nueva política agroalimentaria tiene que permitir que el sistema de precios libres y el tipo de cambio real no sobrevaluado permita que se expresen las ventajas comparativas y competitivas del país en materia agroalimentaria.

En el largo plazo hay que pensar en un entorno macroeconómico estable y equilibrado, que permita crecer con bajas tasas de inflación y un tipo de cambio real competitivo para la producción no petrolera. Si la política macroeconómica permite la apreciación del tipo de cambio real la diversificación productiva que requiere el país se viene abajo pues se le resta competitividad a la producción agroalimentaria y no petrolera. Hay que mantener reglas de juego clara para el sector privado pues será el que tenga la responsabilidad principal en la inversión. El estado deberá jugar su rol de corregir las fallas de los mercados y de coordinar acciones con el sector privado en materia de políticas de desarrollo productivo, el Estado no puede sustituir a los mercados. Las bases de la competitividad de la producción agroalimentaria nacional tienen que sustentarse en tres pilares: asignación de recursos a los rubros agrícolas y cadenas de valor agroalimentarias para los cuales el país tiene dotación de factores (ventajas comparativas), incremento permanente de la productividad y un tipo de cambio real que no aprecie, que no se sobrevalue.

Otro de los grandes objetivos de la nueva estrategia es el de incrementar las exportaciones agroalimentarias con el mayor valor agregado posible y reordenar el mercado de tierras otorgando títulos de propiedad a la vez que darles un marco legal apropiado a los arreglos institucionales como la medianería y los contratos agrícolas.

Entrevista conducida por Arturo Navarro Vargas, director de la Revista Entorno-Empresarial.com