Dispone de sucursales, ejecutivos de cuentas y en él se realizan transacciones, pero no es un banco convencional. La moneda de cambio no es el dinero, sino la hora. Sesenta minutos por colgar una lámpara valen lo mismo que recoger a un niño del colegio o coser una cremallera en una falda. Sólo importa el tiempo que se invierte en cada actividad. Ésta es la filosofía de los bancos del tiempo, entidades donde los socios ofrecen unos servicios y, a cambio, solicitan otras actividades cuando las necesitan. Estas asociaciones sin ánimo de lucro suponen otra forma de relacionarse y de organizarse.
Un talonario de horas
Cualquier persona puede ser miembro de un banco del tiempo. No importa la formación o la edad. El único requisito es el deseo de participar y de intercambiar habilidades. Cada nuevo socio debe rellenar una ficha de inscripción en la que especifica los servicios que desea brindar a la comunidad y las actividades que podría demandar. Se le asigna un número, recibe un talonario de horas para que pueda realizar las transacciones y se le envía -a través de correo electrónico– el listado con los servicios que ofrecen todos los socios y los datos de contacto. En caso de demandar una actividad, el socio llama a la persona que puede ayudarle, sin necesidad de intermediarios.
Quien recibe el servicio, paga con un cheque en el que apunta el tiempo invertido. El beneficiario dispondrá de estas horas para solicitar otro servicio cuando lo necesite. En la Secretaría del Banco se ocupan de anotar los intercambios y actualizar el saldo de la cuenta corriente de tiempo de los socios. Cada tres meses, se envía a los participantes el estado de su cuenta corriente, junto con el boletín actualizado de los servicios que se pueden permutar, que cambia en función de los nuevos socios. Desde la Secretaría se avisa a quienes tengan desequilibrios de tiempo, ya sea porque no han dado demasiado o porque han recibido poco. En principio, no se puede acumular una diferencia superior a 20 horas entre el tiempo que se da y los servicios que se demandan. En algunos bancos, si una persona no ha utilizado sus créditos de recepción podrá transferirlos a otro miembro.
¿Qué se puede intercambiar?
Los servicios que se canjean en los bancos del tiempo son muchos y muy variados. Desde el cuidado de niños, personas con discapacidad o mayores, hasta la realización de tareas domésticas, de bricolaje o jardinería. No importa que varios miembros compartan servicio. En este caso, se intenta que tengan un horario diferente para que cualquier socio tenga varias opciones. Una de la claves de estas asociaciones es que todas las actividades tienen el mismo valor, porque atienden la necesidad de una persona.
En el listado de actividades que reciben los miembros, organizado por temas, destacan servicios como:
· Atención a las personas: acompañar a niños al colegio, leer cuentos o jugar, cuidado de personas mayores o enfermos, acompañar al médico, leer libros a ancianos o discapacitados, realizar gestiones.
· Cuidado del cuerpo y de la salud: realizar masajes, dar una sesión de reflexología o relajación, enseñar a maquillarse, cortar el pelo o dar mechas, asesoramiento de imagen.
· Tareas domésticas: hacer la compra, cocinar, coser, hacer pequeñas tareas y reparaciones domésticas, bricolaje, cuidar animales y plantas.
· Informática: pasar trabajos a ordenador, asesoramiento informático, acompañamiento para comprar un ordenador e instalarlo.
· Aficiones:clases de astrología, de escritura o de punto.
· Idiomas: clases, traducciones, conversación.
· Formación: apoyo para realizar deberes, enseñar música, pintura, dibujo, decoración.
· Asesoramiento/Orientación: seguros, finanzas, asesoría como abogados o como psicólogos.
El valor de la reciprocidad
Estas nuevas redes sociales tienen como principal objetivo, fomentar la cooperación, la comunicación y la confianza entre sus socios, ya que debido al estresante ritmo de vida actual, se ha perdido la relación entre vecinos. Además, los bancos del tiempo han transformado las visiones del sector de la caridad o el voluntariado, porque se basan en la reciprocidad, en el intercambio de habilidades. Estas asociaciones incentivan la participación, refuerzan la sensación de utilidad, potencian la confianza en uno mismo y desarrollan fortalezas en personas con discapacidad o inmigrantes. Al pertenecer a uno de estos bancos, dan su tiempo y sus habilidades, y este intercambio de favores les motiva.
Para conocer si en la localidad donde se reside hay un banco del tiempo, se puede acudir al ayuntamiento o a la junta municipal. En España, estos bancos están repartidos por diversas comunidades, como Cataluña, País Vasco, Comunidad de Madrid y Murcia.
EL ORIGEN
El primer banco del tiempo se remonta a los años ochenta, cuando el catedrático estadounidense Edgar Kahn promovió la idea de usar el tiempo como unidad de cambio, en vez de dinero. Así nacieron los «Time Dollar», cuya idea era que una hora de trabajo debía valer siempre un dólar. Se promovían relaciones de intercambio igualitarias. La propuesta se extendió pronto a Inglaterra, donde se acuñó el concepto de «Time Bank» (banco del tiempo).
En los años noventa se trasladó a Italia y luego se propagó por España. En principio, se intentó que aportaran tiempo libre a las mujeres, para que pudieran tener espacios de ocio y acudir al cine o pasear. Más tarde se transformó en un movimiento vecinal, cuando la apuesta comenzó a tomar fuerza a través de asociaciones cívicas y ayuntamientos. Se calcula que hoy en España hay unas 100 sucursales con cerca de 12.000 usuarios.
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/economia_domestica/sociedad-y-consumo/2009/12/04/189691.php?page=2