Ataca un período de crisis con medidas realistas y cónsonas con la modernidad económica.
Brasil, la sexta economía mundial, la primera a nivel latinoamericano y -desde luego- la primera a nivel del MERCOSUR, se encuentra indudablemente en problemas. Su economía no está creciendo a las tasas que mostró en la década anterior e incluso está creciendo a un ritmo marcadamente más lento que el resto de los países de la región. Frente a esta situación, su actual Gobierno no se queda de brazos cruzados, sino que toma una serie de decisiones -algunas de corto plazo y otras de más larga maduración– pero que no se enmarcan en el recetario populista tantas veces fracasado en América Latina. En otras palabras, no se busca la solución a los problemas económicos actuales por la vía fácil de elevar los niveles de consumo de las personas y del Gobierno mediante la emisión monetaria, el déficit público y/o el endeudamiento interno o externo. Tampoco se buscan soluciones por la vía de buscar culpables de ocasión contra los cuales convocar las iras populares, aun cuando ello no solucione nada, e incluso muchas veces agrave el problema original.
Las exportaciones, que han sido durante el presente siglo el factor que ha dinamizado la economía brasileña, no están creciendo al ritmo que se necesitaría. A pesar de que durante los primeros siete meses del presente año la moneda brasileña, el real, se ha depreciado en un 16 % con respecto al mismo período del año anterior, las exportaciones de manufacturas han retrocedido en un 0,7%. Es decir, las exportaciones se han manifestado como una variable poco sensible ante las variaciones en la tasa de cambio. Con ello, las políticas económicas encaminadas a incentivar esa lenta pero sistemática devaluación del real se muestran como poco conducentes a ese fin último que es elevar el nivel de las exportaciones.
EL PUNTO EUROPEO
La razón de esta situación parece encontrarse en las dificultades económicas de Europa, que han reducido las exportaciones brasileñas, y también en la política económica llevada adelante por Argentina, su socia en MERCOSUR, que ha reducido las ventas, sobre todo de automóviles, al mercado rioplatense. Por el lado de las importaciones, la devaluación del Real no ha producido tampoco una disminución de las mismas, pues las compras a China siguen en ascenso.
En todo caso, ni en el empresariado ni en el Gobierno parece cundir el pánico ante esta situación. Los primeros declaran su confianza en que las variaciones cambiarias toman su tiempo en manifestar su incidencia sobre las exportaciones, y que es muy pronto todavía como para ver todos los efectos que cabe esperar. El Gobierno, a su vez, en forma muy responsable, ha anunciado un paquete de medidas económicas de corto y de largo plazo, encaminadas a elevar la competitividad de la economía brasileña.
Entre las medidas de corto plazo cabe mencionar la baja en la tasa de interés, a un 7,5%, con lo cual se busca reducir el costo inmediato que tiene el endeudamiento para el sector privado de la economía brasileña. A ello se agrega la medida, anunciada pero no concretada, de buscar fórmulas que permitan reducir el costo de la energía, lo cual sería un mecanismo que, al reducir los costos, elevaría la competitividad de la economía brasileña. También se anunció recientemente la reducción de impuestos a la industria automotriz, de electrodomésticos y de muebles, medidas todas que apuntan en la misma dirección ya mencionada.
Entre las medidas de más larga maduración, hay dos que también se encuentran todavía en el plano declarativo, pero que parecen llamadas a tener un alto impacto económico e incluso político. Por un lado, se ha manifestado la intención de llevar adelante un ambicioso plan de obras públicas, mediante el mecanismo de concesiones privadas sobre carreteras y ferrocarriles, de modo de incrementar y de modernizar el transporte interno.
PÚBLICO Y PRIVADO
Se habla de construir nuevas autopistas y de un tren rápido que una Sao Paulo y Río de Janeiro. Paralelamente, se ha anunciado la privatización de puertos y aeropuertos, también con la intención de modernizar, atraer nuevas inversiones, y reducir, en este caso, los gastos que ello significa hoy en día para el presupuesto fiscal. Se trata, en definitiva, de intentos de ganar modernidad y competitividad para seguir insertándose con creciente éxito en los circuitos comerciales internacionales, haciendo más fuerte -y en ningún caso matando- la gallina de los huevos de oro de la economía brasileña, que ha sido, durante largos años, la fuerte complementación entre el sector público y privado.
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