José A. Rodríguez – Los síntomas más evidentes de las personas que sufren depresión enmascarada no son ni la tristeza ni la melancolía. Se quejan, sobre todo, de problemas como dolor de espalda o fatiga generalizada, señales que a menudo confunden al especialista. Ello hace que el diagnóstico y el inicio del tratamiento adecuado se retrase, con el peligro de que el trastorno se vuelva crónico. Puede afectar también a la población infantil y esconderse tras conductas agresivas, problemas en el aprendizaje o dolor de cabeza. En este artículo se explican los síntomas de la depresión enmascarada o somatoforme en niños, adultos y ancianos.
La depresión enmascarada es una forma de afección silenciosa, pero que puede ser devastadora para la salud emocional y física de la persona. Esta enfermedad es uno de los principales problemas de salud de la sociedad actual. La mayoría de las personas están familiarizadas con sus síntomas más característicos: apatía, tristeza, alteraciones en el sueño, pérdida del apetito, disminución del deseo sexual… Son signos que afectan a la esfera psicológica, pero también puede tener manifestaciones físicas.
Depresión enmascarada: tras el especialista adecuado
Una depresión enmascarada o somatoforme se expresa, sobre todo, con síntomas físicos, que pueden encubrir los psicológicos. Las manifestaciones más habituales de esta afección, como la tristeza, se ocultan por otros signos más asociados a la esfera física, como cefaleas, algias, parestesias, vértigos, trastornos cardiacos y problemas digestivos.
Cuando la persona que sufre estos síntomas acude a su médico de Atención Primaria, el especialista se centra en ellos. Muchos pacientes ni siquiera verbalizan que se sienten especialmente tristes o apáticos. Y cuando lo hacen, puesto que su principal queja es física, es habitual que el médico infiera que la alteración psicológica está causada por el problema físico y no al revés.
La hiperactividad, agresividad, dolor de barriga y de cabeza son síntomas comunes en la depresión en niños
Hasta un 10% de los pacientes que acuden a Atención Primaria tienen síntomas de depresión y se estima que pasan desapercibidos hasta un 50% de los casos. Esto supone un innecesario coste sanitario en tratamientos erróneos, a la vez que se impide que el paciente recupere rápido su salud física y psicológica. Por este motivo, se ha bautizado a la depresión somatoforme como la «frustradora de especialistas». Los pacientes deambulan de un especialista a otro, a la espera de que alguno dé con el origen de su malestar.
Por otro lado, cuando un especialista sospecha que detrás de las quejas físicas podría haber una depresión enmascarada, detecta un problema añadido: la resistencia del paciente a aceptar el diagnóstico. Las personas que sufren este trastorno, a menudo, no conectan bien con sus sentimientos y emociones. En las sociedades avanzadas, los síntomas físicos están mejor aceptados, menos estigmatizados, que los psicológicos. Es más sencillo decir que a uno le duele la cabeza, que reconocer que está triste y se siente solo. Por eso, una de las vías que elige la enfermedad para manifestarse es la física.
Como consecuencia, si el afectado lleva mucho tiempo tras un diagnóstico sin atender a la verdadera naturaleza de su problema, es probable que el trastorno se cronifique. En cambio, los psiquiatras saben que, según algunos estudios, el 70% de las personas que sufren depresión inician la enfermedad con síntomas físicos. Una vez realizado el diagnóstico correcto, tanto los malestares físicos como los psicológicos mejoran con el tratamiento.
Depresión enmascarada en la infancia
Este tipo de depresión también afecta a los niños. Los síntomas más característicos son: hiperactividad, conducta agresiva, conductas antisociales y trastornos del aprendizaje. Es típico que se quejen, sobre todo, de dolor de barriga y de cefalea o que muestran alteraciones del ánimo, propias de la depresión habitual, que tapan las manifestaciones anteriores.
Durante buena parte del siglo XX se consideraba que la depresión no era un trastorno que afectara en la infancia. Cuando en 1972 se comprobó que también los más pequeños podían sufrirla, la depresión infantil se bautizó como «depresión enmascarada» por los psiquiatras Leon Cytryn y Donald H. McKnew. En la actualidad, se acepta que los niños pueden sufrir tanto este tipo de enfermedad silenciosa, como otra forma de revelación del trastorno.
Depresión encubierta en ancianos
De la misma manera, debido al aumento de la población anciana, se han puesto de manifiesto algunos problemas de salud asociados al envejecimiento, como los trastornos psiquiátricos. Manuel Martín Carrasco, secretario de la Sociedad Española de Psiquiatría y director del Instituto de Investigaciones Psiquiátricas, señala en un artículo que la prevalencia de trastornos psiquiátricos en los ancianos oscilan entre el 15% y el 20%.
Además, destaca que la enfermedad psiquiátrica en los mayores tienen unas características especiales. Entre ellas, que los síntomas y manifestaciones de los posibles trastornos psiquiátricos también quedan enmascarados por el proceso de envejecimiento normal. Por este motivo, es complicado hacer un diagnóstico preciso en el campo de la psiquiatría geriátrica.
Depresión y distimia
La distimia es una de las formas más frecuentes de la depresión enmascarada, que se muestra de forma leve aunque crónica. Los motivos más habituales de consulta al médico entre los pacientes que sufren trastorno distímico son los siguientes:
• Molestias gastrointestinales.
• Cansancio, astenia, fatiga.
• Dolor de espalda.
• Pérdida de apetito.
• Pérdida del deseo sexual.
• Dolores de cabeza.
• Problemas de sueño.
• Despertar temprano (insomnio tardío).
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2011/06/05/201043.php