En el banco (Para L.H.B., in memoriam)

“…El silencio es oscuro en esta ciudad.
Sus voces te confunden,
mientras el viento llega
a tu cara con el silbido
plateado de una hoja. La noche
ya no es un ángel con amplios
patios y ventanas, sino
el lomo delgado de un tronco
que cruzan tus miedos y ansiedades…”

Alejandro Oliveros
(Territorios)

¿Qué cuanto tiempo permanecí sentada en el banco? Ni el padre tiempo podría decirlo. Horas, semanas, no sé. El único recuerdo es el rato sereno que tuve, para revisar con paciencia de entomólogo toda la sarta de desdichas que llevaba entre la espalda y el descotado busto: la muerte repentina del viejo, mis cuatro hermanos pequeños, la enfermedad de mi madre, el pago de la residencia, la poca comida que lograba engullir como una sombra de mediodía. La noche de la iniciación fue fría, pero tolerable como el destino. Si alguien me hubiese preguntado cómo una estudiante de séptimo semestre de Letras, era capaz de cambiar a Camus y a Onetti por unos instantes obligadamente compartidos en el lecho, no hubiese podido elaborar una respuesta formal, académica. No es que no lo hubiese pensado después del último año, cuando todo se volvió más estrecho, turbio, sobre todo después de que visité a un tío y el muy perro quiso sobrepasarse. La idea me rondaba como un moscardón en un barranco, pero lo poco que me quedaba de eso que llaman pudicia, me mareaba junto al hambre de todos, me zarandeaba como una pantera enloquecida Mañana, si logro salir bien de esta noche, escribiré otro poco desde mi dolida alma, desde mi vaginal condena, mañana….

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