Iluminar más para ver menos

Cada noche, las estrellas nos saludan desde el cielo, pero no siempre las vemos. ¿El culpable? Las cúpulas de luz anaranjada que levitan sobre los núcleos urbanos. Son la causa de la pobre eficiencia del alumbrado público y además, una llamada de atención, más que visible, para desarrollar proyectos que iluminen mejor, y con menos gasto.

Luminarias que lucen mucho y mal

De nada sirve utilizar, por ejemplo, 3.000 vatios para iluminar una calle si la mitad de esa potencia se escapa hacia la atmósfera o hacia las fachadas de las casas colindantes. Es más lógico distribuirlos de forma correcta y ahorrar en el consumo de luz. A pesar de que la normativa actual permite que hasta un 20% de la luz que propagan las luminarias se escape por encima de ellas, la realidad es bien distinta: aún hoy se encuentran modelos que pueden enviar hacia arriba un porcentaje superior. Las luminarias diseñadas en forma de globo que aún se ven en algunos lugares son un ejemplo. Estos modelos deslumbran debido a la gran cantidad de luz indirecta que irradian y apenas iluminan el lugar donde están colocadas. La alternativa es sustituirlas por luminarias con cierre plano y horizontal que emitan toda la luz hacia abajo, donde se concentra todo el tránsito de personas y vehículos.

Invasión de ecosistemas

La contaminación lumínica también está presente en costas, riberas de lagos, ríos y bosques. Los seres vivos de estos ecosistemas no escapan de la invasión lumínica. La privación de la oscuridad altera, como a las personas, sus ciclos vitales y sus comportamientos. Playas y costas teñidas de franjas luminosas y árboles que parecen navideños en cualquier época el año son postales que deberían de quedar en el recuerdo.

Lámparas de vapor sodio y tecnología LED

La gran parte de las lámparas que hoy pueblan los núcleos habitados son de vapor de sodio de alta presión. Son lámparas de descarga que emiten una luz amarilla monocromática. Hoy en día los diodos emisores de luz, comúnmente llamados LED, están sustituyendo en algunos lugares al vapor de sodio y son la tecnología del futuro. Tienen una mayor eficiencia energética porque iluminan más que las de vapor de sodio con menos vatios, la luz que emiten es más direccional y la durabilidad de las lámparas es muy superior con el consiguiente ahorro de mantenimiento. Por contra llegan a duplicar el precio de las lámparas de vapor de sodio y su luz blanca, además de atraer a más insectos, está generada por un componente azul que debido a su longitud de onda corta se dispersa más en el ambiente.

Puente la Reina, un ejemplo de eficiencia energética

Desde 2008, las calles de la localidad navarra de Puente la Reina se iluminan de forma eficiente. Gracias a una serie de modificaciones, como la integración del grupo óptico en la parte superior de las luminarias y la instalación de reguladores de flujo que permiten disminuir la potencia a partir de la madrugada se ha logrado un ahorro de 15.000 euros anuales en el recibo de la luz. Pero sin que ello suponga una reducción en la visibilidad de sus calles: las lámparas actuales, de vapor de sodio de 70 vatios, consiguen el doble de luz efectiva que las anteriores luminarias de 100 vatios.

Fuente: http://revista.consumer.es/web/es/20110101/actualidad/informe1/75824.php