Pese a ser una enfermedad descripta por primera vez hace cien años (y se cree que está presente en la humanidad desde muchos otros tantos) todavía no se conoce la causa del autismo ni existe una cura definitiva para este síndrome que afecta la capacidad de una persona de poder relacionarse, interfiere en el desarrollo de su inteligencia, y los hace comportar de manera compulsiva y ritual.
Tampoco existen por el momento medidas para prevenirlo, pero la buena noticia es que hay una importante cantidad de intervenciones para realizar, apenas se detecta. Y los resultados son muy alentadores para los pacientes.
Se nace y se muere siendo autista; sin embargo es factible lograr cierto grado de socialización y una mejor calidad de vida a través de tratamientos, de métodos de autovalimiento, aclaran las expertas consultadas por la agencia Noticias Argentinas.
El síndrome aparece frecuentemente a los 18 meses, aunque hay subtipos de autismos de detección más precoz.
En el segundo año de vida, chicos que miraban dejan de mirar, otros que balbuceaban, dejan de hacerlo. Es como si se fueran «desconectando» y quedando sumidos en su propio mundo.
Como no responden, muchas veces son confundidos con niños que perdieron la audición, pero luego llega la verdad.
A diferencia de los que tienen síndrome de Down u otras patologías, nadie puede prever que su hijo será autista.
La noticia en muchas familias resulta un verdadero golpe, que muchas, incluso no pueden asumir.
No obstante, en 2003, un estudio francés que analizó la evolución del autismo infantil reveló que las diferencias individuales y el medio ambiente de crecimiento son los dos factores fundamentales para el mejoramiento de este trastorno, que entre el 40 y el 60 por ciento de los casos empeora en la edad adulta.
«Sabemos que algunos chicos autistas se vuelven minusválidos, con muchas dificultades, pero otros, en cambio, logran valerse por sí mismos y con una adecuada integración social, trabajan y estudian», asegura la investigación, que evaluó a 263 chicos de 3 a 5 años, de 51 centros, escuelas y hogares de Francia, Luxemburgo, Bélgica y Suiza.
El punto de partida del estudio fueron interrogantes aún sin respuesta: ¿por qué algunos chicos logran una buena integración social y otros no?, ¿influyen los factores individuales?, o ¿la educación y los cuidados especiales mejoran su evolución?
«Sólo sabemos que existen pequeños factores individuales y diferencias en la forma de educarlos según las necesidades especiales», afirman los autores del trabajo de campo.
Utilizando los mismos parámetros, cada equipo médico y educativo observó año tras año las actividades de los chicos, tomó notas y analizó la conducta y los cambios que se producían.
No se aplicaron técnicas especiales de tratamiento y se respetaron los hábitos y las actividades infantiles cotidianas.
En las conclusiones, los investigadores afirman que «la mayoría de los chicos autistas no quiere que se los aísle del resto de la sociedad porque no pueden hacer lo que hacen los chicos normales».
Los niños que llevaron una vida normal dentro del entorno familiar mejoraron su lenguaje, el nivel cognitivo y las conductas de adaptación social.
Además, los padres se involucraron mucho más en la evolución de sus hijos y los signos de la enfermedad disminuyeron.
«Hay algunas personas que llegan a ser autónomas, especialmente los chicos con autismo de alto funcionamiento. Pero el grado de autonomía alcanzable depende de las conductas adaptativas de cada niño, del trabajo que se haya hecho, cuán tempranamente se comienza, y del apoyo familiar», señaló Alexia Rattazzi, psiquiatra infanto-juvenil del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.
Las estadísticas
Hoy, según estadísticas internacionales, de cada 100 niños con autismo, 15 logran autonomía, pueden estudiar y, en la edad adulta, trabajar y vivir solos.
Otros 35 logran una autonomía relativa y una vida social limitada que les permite satisfacer sus necesidades personales y estudiar y trabajar con ayuda.
Treinta no son autónomos, no pueden trabajar y necesitan ayuda para relacionarse, aunque pueden higienizarse o realizar solos ciertas tareas simples.
Por último, 20 no son autónomos, tienen problemas de conducta y necesitan ayuda médica y educación especial.
«No se puede establecer al momento del diagnóstico si ese niño tendrá un buen o mal desarrollo, pero la detección temprana, el tratamiento adecuado y una comprensión familiar de las características del chico hacen toda la diferencia», explicó Rattazzi.
Además, agregó, «como cada individuo es distinto, es muy importante armar esquemas terapéuticos individuales y personalizados así como modificarlos cada vez que sea necesario».
Se requiere entonces de un «tratamiento integral planificado de forma individualizada y un trabajo en conjunto entre padres, profesionales de la salud, escuelas y maestros», resumió.
Fuente: http://www.ivpnl.com.ve/index.php?option=com_content&view=article&id=664:ninos-con-autismo-autonomos&catid=61:noticias-relevantes&Itemid=54