Las contiendas electorales ofrecen una extraordinaria oportunidad para el debate de ideas. En situaciones de crisis o agotamiento del modelo político esta circunstancia es propicia para exponer los parámetros que definen una nueva oferta política.
Este número de postulantes, en sí mismo, no debería constituir un problema. Por el contrario, pudiera ser apreciado como un indicador del robustecimiento de la cultura democrática del país y signo contrapuesto a las candidaturas impuestas dentro del oficialismo. Sin embargo, la realidad es otra. Esta incontinencia de candidaturas pareciera obedecer al insondable aprieto en que se encuentran actualmente los partidos políticos.
Estas instituciones, vitales para el ejercicio democrático, confrontan una situación de descrédito ante la población. Los sondeos de opinión llevan a concluir que el 70% de los venezolanos realiza sus opciones políticas sin referencias a la identidad político partidista. Este debilitamiento corre paralelo con la sustitución del trabajo político por técnicas de mercadeo desprovistas de una clara connotación en el ámbito de las ideas.
A estas circunstancias debemos añadirle que partidos y candidatos, (son muy pocas las excepciones), tienden a expresarse a través de las “claves” que caracterizaron el viejo dispositivo político que se suponen deben sustituir. De ahí su imposibilidad de dar cuenta de las características actuales de nuestra sociedad y de los modos modernos que definen el accionar político.
No me cabe la menor duda. En términos políticos continuamos actuando con el sistema de señales que caracterizó esta actividad en el siglo pasado.
El reto es obvio: construir una oferta política moderna y ajustada a los requerimientos de nuestra contemporaneidad. Para ello se hace imprescindible, por un lado, reconstruir el sistema de partidos y, por el otro, lograr que se expresen con un lenguaje que tenga capacidad de transformar a su destinatario en interlocutor.
En fin de cuentas: de lo que se trata es de trasmitir “lo que se va a decir para ser escuchado y lo que hay que escuchar para poder hablar”.
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