La preocupación mundial por la inflación

En la reciente versión del Foro de Davos – que reúne anualmente a líderes políticos, económicos y académicos de todo el mundo – se pasó revista a los principales riesgos de carácter global que se visualizan por parte de los asistentes, e incluso de muchos otros líderes que no asistieron a las sesiones formales de dicha institución. Eso se realiza mediante una encuesta realizada a más de mil de ellos. Los resultados de dicha encuesta dan origen a un informe anual en que se mencionan y analizan esos riesgos (Global Risk Report).

En esa publicación, en su versión 2023, se pone de manifiesto que el principal riesgo de carácter global visualizado por esa elite, es la inflación. Ese fenómeno no se ubicaba en ese sitial en ninguno de los 17 años anteriores en que esa encuesta y esa publicación se vienen realizando. La inflación ocupa este año un sitial incluso más elevado que los desastres naturales y el cambio climático, y de la confrontación geopolítica, que ocupan el segundo y tercer lugar, respectivamente. Esto parece mostrar que la inflación no aparece meramente como un problema interno de cada país – que cada uno resolverá como pueda – sino como un problema de la comunidad mundial en su conjunto, que comparte sus causas y sus efectos y sus mecanismos de trasmisión o de contagio.

Pero si bien el problema de la inflación es preocupante para todos, las razones de esta preocupación no son las mismas para todos los países ni para todos los habitantes del planeta Tierra.

Para una inmensa mayoría de la población mundial la presencia de la inflación, como un fenómeno que no reconoce fronteras, significa menores ingresos reales, menor capacidad de consumo y mayor presencia del hambre para ellos y para sus familias. Se trata de un problema de vida o muerte para todos aquellos que no pueden incrementar sus ingresos al mismo ritmo en que aumentan los precios.  

Pero para otros el problema es distinto. Se trata de la salud de sus negocios y de sus ganancias. Cuando la inflación se hace presente, cambian no solo los precios absolutos de las mercancías, sino también sus precios relativos, lo cual se presenta como un fenómeno difícil de predecir con exactitud. Eso hace que el futuro –  que siempre es incierto – se haga más incierto todavía, y que las inversiones que parecen seguras y rentables un día pueden pasar a ser altamente riesgosas a los días siguientes.

Estas incertezas sobre el futuro hacen difícil la evaluación de los ingresos que se pueden esperar de las nuevas inversiones y aumenta los riesgos inherentes a las mismas, sobre todo de aquellas que requieren periodos de maduración relativamente altos. 

También la inflación hace variar el valor de las monedas de los diferentes países, las cuales se devalúan o se revalúan, con lo cual grandes fortunas pasan a incrementarse o a reducirse, según la apuesta que cada uno haya realizado en los mercados cambiarios. 

Todas estas breves informaciones y reflexiones indican que la inflación es un problema muy serio y muy complejo para los altos dirigentes de las finanzas y del comercio internacional, los cuales aspiran sinceramente que se encuentren mecanismos para frenar y/o para reducir el problema. Pero no es seguro que esas soluciones se encuentren y se apliquen, por varias razones.  

En primer lugar, por cuanto los diferentes sectores de las finanzas y del comercio internacional, por muy globalizados ellos sean, no dejan de tener rivalidades entre ellos, y por lo tanto no están muy dispuestos a pagar los costos de las medidas globales y tratarán por todos los medios que sean sus rivales, o incluso sus amigos, los que paguen la mayor parte de la cuenta. En segundo lugar, por cuanto la teoría económica imperante no parece estar en condiciones de proporcionar concepciones y herramientas que permitan entender y/o solucionar una inflación mundial en esta etapa de globalización y de dominio del capital financiero.

En tercer lugar, por cuanto se carece de organismos multilaterales con capacidad de tomar decisiones vinculantes destinadas a poner orden en el campo económico y financiero mundial.

 En cuarto y último lugar, porque la posibilidad de hacer recaer los costos de la política antiinflacionaria sobre los hombros de los sectores laborales de cada país se hace cada día más difícil, e incluso más peligrosa, pues ello despierta fuerzas sociales y políticas, de variados matices, que nadie quiere ver nuevamente gozando de buena salud.