México exporta una cantidad importante de mercancías hacia el mercado norteamericano, situación que obedece en alta medida a las condiciones comerciales establecidas entre ambos países en el Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, también conocido como NAFTA. Dicho tratado le permite a las mercancías mexicanas ingresar al espacio aduanero norteamericano sin pagar arancel, lo cual significa que México goza en ese mercado de una ventaja competitiva con relación a mercancías provenientes de otros países. De hecho, México es el país latinoamericano con mayor volumen de exportaciones hacia Estados Unidos.
Si Estados Unidos llega algún día a firmar un tratado de Libre Comercio con la Unión Europea – las negociaciones en ese sentido ya están en curso o próximas a iniciarse- las mercancías europeas entrarán también sin arancel al mercado norteamericano, con lo cual México perderá parte de las ventajas que había conseguido mediante el NAFTA; no porque esos privilegios desaparezcan de la normativa comercial vigente, sino por el hecho de que las mercancías mexicanas tendrán que competir, en el seno del mercado norteamericano, en nuevas condiciones, con las mercancías europeas, que tampoco pagarán arancel. Eso es lo que entiende habitualmente, en la jerga comercial, como el hecho de que esas ventajas conseguidas se “licuarán”.
Obviamente, las mercancías mexicanas que entran al mercado norteamericano, no son las mismas que las mercancías europeas que entran o que aspiran a entrar a ese mismo mercado. Es posible pensar que el mercado norteamericano es lo suficientemente grande como para que muchos productos y muchos proveedores diferentes, puedan participar en él. Pero en la medida en que México aspire a producir y a exportar bienes manufacturados de alta tecnología y de alta calidad, tendrá necesariamente que competir con Europa –y con otros productores mundiales- en cualquier rincón del planeta hacia donde se exporten dichas mercancías. Eso no sucedería, desde luego, si México se concentrara sólo en la producción de bienes agrícolas y de otras materias primas -que gocen de ventajas dadas por la naturaleza, por la mano de obra barata y/o por la cercanía geográfica con respecto al mercado norteamericano- pero no parece ser esa la perspectiva que México tiene sobre su futuro.
Situaciones de la misma naturaleza suceden o sucederán en relación a todos y cada uno de los tratados de Libre Comercio, que han proliferado en la economía mundial en los últimos 20 años. Ninguna ventaja queda congelada de por vida. Toda ventaja ganada en un momento determinado, se puede perder en la medida en que el comercio mundial de alguna de las partes se expande y se diversifica, por obra y gracia de los avances tecnológicos contemporáneos y/o de las negociaciones cruzadas, que tienen lugar en forma habitual en la diplomacia comercial mundial. Lo único constante es el cambio.
Pero no sólo los países que tienen firmados TLC con Estados Unidos – entre los cuales, en América, además de México, se encuentran todos los países centroamericanos, República Dominicana, Colombia, Perú y Chile- se verán afectados por un eventual tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea. En realidad esos países serán los que menos se verán afectados, o los que tendrán mejores condiciones, como para enfrentar la nueva situación comercial internacional que un tratado de esa naturaleza generaría. Los países que no han firmado convenios que les aseguren una cierta ventaja relativa en su entrada al mercado norteamericano o al mercado europeo, -y que no hayan hecho las reformas correspondientes en su estructura productiva y exportadora- tendrán mucha más dificultades como para hacer aquello en una situación futura, en que la competitividad internacional adquirirá nuevas y más difíciles características.
La sabiduría de los gobernantes se mide, por lo tanto, no sólo por vender mucho en el mercado internacional, en un momento determinado, sino por ser capaces de prever los cambios que en éste se van a producir, de modo de poder tomar las medidas que correspondan para mantener o para alcanzar una inserción exitosa en los circuitos del comercio internacional.
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