¿Cuántos niños más deben morir para que entiendan que este modelo socialista fracasó?
J. Borges
Venezuela es el país más miserable del mundo, y con un altísimo Índice de Miseria (“IM”). Según el World Misery Index del Profesor Steve H. Hanke de la Jonhs Hopkins University , no sólo ocupa el primer lugar, sino que está ahí con 573,4 puntos. Con 489,6 puntos por encima de Argentina, el país siguiente, que tiene 83,8 puntos.
Si bien Venezuela tiene cerca de una década en los primeros puestos, en los últimos dos años ha ocupado el puesto de “el país más miserable“. Según el informe, “los fracasos del socialista y corrupto estado petrolero han sido bien documentados a lo largo del año pasado, incluyendo cuando Venezuela registró la quincuagésimo séptima instancia de hiperinflación en el mundo”.
Los otros cuatro países que conforman el “top five” de los más miserables son: Argentina con un IM de 83,8; Brasil con 75,0; Surafrica con 44,0 y Egipto con 43,9. Mientras que los que tienen menor IM son: Brunéi, con un índice de 4,04: (es una pequeña nación situada al norte de la isla de Borneo. Se encuentra situada entre Malasia y el mar de la China Meridional); Suiza con 5,39; China con 5,09; Taiwán con 5,91 y Japón con 6,18
El IM original -hecho por el economista Art Okun- sólo tomaba en cuenta la inflación y el desempleo, pero la versión del Dr. S. H. Hanke agrupa además tasas de interés de los bancos y la variación porcentual del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita.
“Un puntaje más alto en el IM refleja niveles más altos de `miseria´ y es un simple indicador que un ocupado Presidente sin tiempo para instrucciones económicas extensas puede entender en el momento”, dice Hanke en la página de Zero Hedge, donde está reseñado su informe. Se sobrentiende a cuál “Presidente” está refiriéndose.
Sobre Argentina, el segundo puntaje más alto, dice que las razones para su lugar “no son muy difíciles de descubrir. Después de los años del socialismo Kirchner, Argentina está transicionando lejos de las políticas económicamente devastadoras de los Kirchner, pero muchos residuos problemáticos pueden ser encontrados en la base económica subyacente de Argentina”.
El Programa Venezolano de Educación Acción en Derechos Humanos (PROVEA), una organización no gubernamental (ONG), advierte sobre el aumento de la pobreza y la conflictividad en el país. “Continúa el estancamiento de la lucha en contra de la pobreza, y hay indicios de que incluso hay una caída en algunos sitios, pues en 14 estados se incrementó", dijo Marino Alvarado, director de tal ONG, al presentar el informe anual a la prensa.
Así se vive el hambre en Venezuela: el camión de la basura frena y Rebeca corre hacia el contenedor para hurgar las bolsas, mientras que Raúl rompe las bolsas de basura sin dar tiempo a que los obreros de dicho camión las recojan de la acera de la calle. Antes de que los desechos y desperdicios sean triturados, hay quienes los revisan velozmente y encuentran un poco de pasta o cualquier otro resíduo comida. Rebeca León tiene 18 años, está terminando secundaria y vive en un barrio popular del Este de Caracas, en una casa que pese a su miseria cuenta con servicios básicos. Raúl López es un soldado y hace esto sin importarle que está usando su uniforme militar. Los venezolanos han visto estas imágenes por doquier: son sus carreras diarias contra el hambre, que tiene a muchos venezolanos viviendo de las poquísimas sobras que se echan en la bolsa de desechos y desperdicios, pues ahora se intenta aprovechar toda comida al máximo y minimizar sus desperdicios. Tanto en las casas familiares como en los establecimientos públicos de comida.
A Rebeca, con un hijo de dos años desnutrido, una madre discapacitada y semanas “a punta de agua” la lanzaron hace seis meses a las calles de sectores acomodados para buscar comida en la basura.
“Mi mamá no lo quería aceptar, pero qué más se hace con lo mal que está el país. Se iba a morir de hambre, se le veían los huesos. Mi hijo se me estaba desnutriendo”, cuenta a la Agencia Francesa de Noticias (Agence France-Presse: “AFP”).
Su rutina es agobiante. Estudia en las tardes y del liceo sale a cazar carros recolectores y a escarbar desperdicios en restaurantes, de donde saca restos de pollo, pan, pescado o queso.
Duerme en la calle y vuelve a casa en la mañana para limpiar lo que recogió, descansar y echar a andar de nuevo el engranaje.
“En Venezuela se vive de la basura”.
No detallemos lo de Raúl, pero se entiende que no está comiendo bien en su cuartel.
En los últimos 10 años, este régimen ha recibido más de 900 millardos de dólares por ingresos petroleros, los cuales no han llegado a más de 3 millones de venezolanos que aún se mantienen en estado de pobreza extrema.
Esta joven morena de ojos vivaces dejó la vergüenza a un lado para sobrevivir a una angustiosa crisis donde escasea el 68% de los productos básicos y la inflación crece incontrolable (según el Fondo Monetario Intenacional -FMI- llegará a 1.660% en 2017).
“Lloraba porque me sentía humillada. Ya no le paro, porque si no trabajas o buscas algo en la basura, no comes”, dijo mientras aguardaba un camión que nunca llegó.
Con ella, unas 70 personas -incluidos varios niños- esperan los camiones recolectores y se reparten el control de la basura de restaurantes.
Rebeca registra las sobras de una marisquería de Altamira (zona de la clase media privilegiada) en Caracas. Hace poco y cerca de allí, en un local de comidas rápidas, un hombre fue apuñalado en una pelea por una bolsa, cuenta un empleado, reseña AFP.
En ese lugar, José Godoy, albañil desempleado de 53 años, lame ansioso un plato desechable. Lo acompañan dos hijas de seis y nueve años que beben jugo sacado de un bote. Están pálidas: anémicas. Una vez al día, comen yuca o plátano.
“Me daba pena, pero una noche nos acostamos sin comer. No se lo deseo a nadie. Los niños lloraban: ‘tengo hambre’. Vendí las herramientas, todo, y por último salí a la calle. Miles vivimos de la basura”, relata José, quien dice estar cansado de hacer en vano colas para comprar productos subvencionados.
Unos 9,6 millones de venezolanos -casi un tercio de la población- ingieren dos o menos comidas diarias, y la pobreza por ingresos aumentó casi nueve puntos entre 2015 y 2016, a 81,8% de los hogares, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida. Un 51,51% están en pobreza extrema.
Al 93,3% de las familias no les alcanza para comprar alimentos, mientras siete de cada diez personas perdió en promedio 8,7 kilos de peso en el último año, detalla el estudio de un grupo de universidades.
“Yo era gordo, ahora mire: flaquito. A ella tuve que sacarla del colegio porque no podía darle comida para que llevara”, dice Godoy señalando a una de las hijas, quien tímida dice que hace mucho no come carne.
Desmayados de hambre.
La nutricionista Maritza Landaeta, coautora de la investigación, sostiene que 10% de las personas en pobreza extrema (unos 1,5 millones) comen de lo que les regalan familiares, o de la basura y sobras de restaurantes, exponiéndose a enfermedades.
Pero el Presidente de este régimen socialista venezolano asegura que en 2016 la pobreza en el país con las mayores reservas petroleras del mundo bajó de 19,7% a 18,3%, y la miseria de 4,9% a 4,4%, pese al desplome del crudo, prácticamente único ingreso en una economía dependiente de las importaciones. ¿A quién pretende engañar, quién le cree?