Hay un capítulo en la carta de san Santiago que nos la describe en toda su descarnada magnitud: “Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Santiago 3,5).
Sin duda en Oswaldo Guillén coinciden dos grandes elementos: una comprobada capacidad para extraer lo mejor de sus peloteros y convertir un equipo más o menos normal en una divisa competitiva, ganadora. El otro, menos grato, tiene que ver con su desenfrenada manera de buscarse, pensamos que de forma inconsciente, una multitud de polémicas, que en caso reciente le llevó hasta la humillante escena de lágrimas en la rueda de prensa que ofreció a los medios deportivos el pasado martes 10 de abril, en la cual pidió perdón con “el corazón en la mano”.
¿Cómo explicar que la misma persona que alcanzó la gloria deportiva apenas hace siete años, al convertirse en el primer y único manager latino en alzar el trofeo de la Serie Mundial de béisbol, pueda sabotearse de tal manera con estas imprudentes palabras que han encendido no pocas iras en los residentes de Florida? A no dudar, es una dicotomía que podrían analizar los profesionales en estas lides; no obstante como todo hecho noticioso, revela algunas aristas, que para decirlo de una vez, no dejan sólo mal parado al dirigente deportivo venezolano.
En una de esas aristas están los integrantes de la comunidad cubana en Miami, quienes en su comprensible malestar generado por tantas década de abusos de los Castro, se deja arrastrar en forma fanática al linchamiento inmisericorde del deslenguado, comportándose en su furia con la misma actitud con la que en la isla los ultracastristas escupen y vejan a las llamadas Damas de Blanco. Lo ideal es que al adversar a seres fanatizados, en el sentido de que éstos nunca cambian de opinión, se comporte uno con mayor elevación moral y tolerancia. Famosas han sido las manifestaciones (quema de discos compactos, etc.) de estos grupos a raíz del concierto que en La Habana dieron algunos artistas de la talla de Juanes y Olga Tañón. Tal vez para ellos, en la ardiente Miami, y para nosotros en la polarizada Venezuela sea menester tener presente lo expresado por Mahatma Gandhi: “No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia”. Esto no implica dejar de reaccionar ante lo que nos afecta o nos ofende, pero si obliga a que esa reacción sea ponderada, racional, firme; pero al mismo tiempo, impregnada de respeto por el otro. Es un elemento, digámoslo así, de crecimiento.
Esta no es la única de las aristas que dejan en feo a los entes involucrados en este abrasador affaire. El Comisionado del Béisbol, Bud Selig, declaró que las palabras de Guillén “no pertenecen al mundo del béisbol”, soslayando, como acertadamente apuntó en Twitter la periodista Mari Montes que: “A Selig se le olvida que se retrató con Castro y llevó a los Orioles a Cuba”. Un discurso “políticamente correcto” envuelve estas palabras del máximo dirigente de la MLB, las cuales huelen de lejos a “doble moral”. En este sentido cabría agregar, como en el caso del uso de esteroides, Selig no ha sido tan tajante respecto a la posible elección al Salón de la Fama de los jugadores de los cuales se tenga evidencia cierta de uso de estas sustancias. ¿Pertenece al mundo del béisbol el que aparezcan en papeletas nombres signados por la trampa, con la indignidad y la falta de integridad como pelotero? Uno de los tuiteros (@arturomarcano) que tocaron este tema de las declaraciones del Comisionado lo resumió de esta manera: “Eso es lo que los americanos llaman «Double-Standard».
En cualquier caso, todo el asunto está teñido de fragmentos poco aceptables, más permiten que los que desde fuera los apreciamos, saquemos notorias lecciones.
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