«Sólo la mitad de los enfermos diabéticos diagnosticados recibe tratamiento adecuado»

Jordi Montaner – Moshe Hod, consultor de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), en materia de salud perinatal, tomó part en Estambul de un encuentro sobre diabetes gestacional que congregó a tres millares de especialistas de todo el mundo. Cada año se producen en toda Europa tantos embarazos como en EE.UU., cerca de cinco millones. En países como India, sin embargo, donde la media anual de embarazos es seis veces mayor que la europea o estadounidense, cinco millones de madres diabéticas dan a luz un hijo en condiciones de riesgo grave, tanto para la mujer como para el recién nacido.

¿A qué responde este interés de los obstetras por una enfermedad metabólica como la diabetes?

Los obstetras, al igual que los demás médicos, vemos crecer con alarmante preocupación la incidencia de diabetes en todo el mundo. Se trata ya de la cuarta causa de mortalidad, la principal causa de ceguera y de insuficiencia renal; multiplica por cuatro el riesgo de infarto de miocardio, multiplica por seis el riesgo de accidentes vasculares cerebrales y, por si fuera poco, lidera las causas de complicaciones perinatales a la hora de dar a luz.

¿Quién corre mayor peligro, la madre o el hijo?

La salud de ambos está comprometida. La diabetes gestacional aumenta el riesgo de mortalidad perinatal del feto, la posibilidad de malformaciones congénitas y de efectos a largo plazo como el síndrome metabólico. En la madre, puede dar lugar a abortos, complicaciones vasculares y parto traumático, (cesárea); esta última circunstancia ha disparado el número de cesáreas en los países occidentales.

¿No es una solución segura?

La diabetes gestacional aumenta el riesgo de mortalidad perinatal del feto, la posibilidad de malformaciones congénitas y de efectos a largo plazo como el síndrome metabólico

Tan segura para el feto que muchos obstetras recurren a la cesárea con ánimo de ahorrarse demandas de las aseguradoras por presunta mala praxis. Pese a que la mortalidad perinatal ha disminuido enormemente en los países ricos y ha pasado a convertirse casi en hecho anecdótico, muchos obstetras se ven atenazados por demandas de aseguradoras que exigen un alumbramiento perfecto para sus clientes.

Demasiadas cesáreas…

Nuestra federación profesional, la FIGO, (Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia), presidida en estos momentos por un ginecólogo español, Luis Cabero, ha criticado abiertamente la tendencia a decidir si se practica cesárea o no en virtud de especulaciones jurídicas en vez de razones médicas. Se están haciendo más cesáreas de las realmente justificadas.

La diabetes, sin embargo, puede ser tratada con insulina y otros agentes farmacológicos
Lo malo es que en circunstancias de embarazo hay que ser muy cautos con los efectos secundarios de esta medicación, por lo que nos servimos de insulinas modernas, análogos de rápida acción, (lisproinsulina y aspartoinsulina), o de larga acción, (detemirinsulina y glargininsulina). De este modo podemos paliar las consecuencias de un estado diabético durante el embarazo; no obstante, lo ideal sería prevenir que las mujeres lleguen al embarazo con una diabetes.

Como diabetes o como síndrome metabólico, los expertos en salud vaticinan una epidemia de nefastas consecuencias.

No es para menos, las estimaciones de la OMS hablan en el 2007 de 230 millones de diabéticos en todo el mundo; pero, lo más grave, es que para el 2027 proyectan una población de 380 millones de enfermos. Tratarlos no va a ser cosa fácil si perseveramos en lo que se ha dado en llamar «la regla de las mitades».

¿La regla de las mitades?

Sólo la mitad de la población diabética ha sido diagnosticada por un especialista, sólo la mitad de estos enfermos recibe el tratamiento adecuado, sólo la mitad de los tratados responde bien al tratamiento administrado, y sólo en la mitad de quienes responden bien se alcanza los valores proyectados en las guías terapéuticas.

EL ESPÍRITU DE SAN VINCENZO

Dawn M. Turner – Obstetras de todo el mundo, bajo los auspicios de la Organización Mundial de la Salud, (OMS), y la Federación Internacional de Diabetes firmaron el 12 de octubre de 1989 en San Vincenzo, (Italia), una declaración por la que estos profesionales se comprometían a conseguir para la mujer diabética una seguridad en el parto y el embarazo comparables a la de la mujer no diabética. Transcurridos 18 años desde la Declaración de San Vincenzo, Moshe Hod asume que hoy día es posible garantizar un embarazo y un parto seguros a la mujer diabética.

«Siempre y cuando reine un acuerdo entre autoridades sanitarias, sociedades científicas e industria farmacéutica para garantizar ocho puntos cardinales: mejorar la planificación familiar, el control de la glucemia anterior a la concepción, aplicar nuevos objetivos hipoglucemiantes en el embarazo, utilizar nuevas insulinas, desarrollar mejores instrumentos de control y de monitorización de datos, desarrollar más ensayos científicos y generar más educación poblacional», señala.

El llamamiento de Hod no está de más, teniendo en cuenta que el riesgo de malformaciones congénitas en el embarazo de una mujer diabética es, hoy por hoy, tres veces superior al del de una mujer no diabética. Ensayos clínicos han demostrado, además, que un control metabólico estricto en las primeras etapas del embarazo permite reducir sensiblemente dicho riesgo. Sin embargo, se apunta como crucial acercar los niveles sanguíneos de glucosa a los valores normales. Cuando los niveles de glucemia, determinados por el marcador HbA1c, están por debajo de un 7% el bebé nace sano en el 97% de alumbramientos.

Por otro lado, del 10% al 30% de los embarazos de mujeres diabéticas terminan en aborto precoz, algo que Hod insiste en prevenir mediante un estricto control glucémico desde el mismo momento de la concepción. Ocurre lo mismo con los partos prematuros, que se dan también en una tercera parte de las embarazadas diabéticas «y que se evitarían con tan sólo vigilar los niveles de azúcar mediante un tratamiento eficaz y seguro al mismo tiempo». No está de más seguir una pauta regular de ejercicio físico, dieta hipocalórica, controles de glucosa en sangre de siete a diez veces al día y ajustar la toma diaria de insulina a los valores detectados, recomienda el experto.

Fuente: www.consumer.es