Venezuela (pasado, actualidad y porvenir), conciencia y libertad. I

 “Es urgente provocar un cambio en el país, la vida se nos está yendo en esto”

“En esta oportunidad no se trata   de un mero ejercicio académico sino de la oportunidad de pensar en la urgencia del momento, en las dificultades para provocar el cambio y en la necesidad de ser creativos para encontrar el camino correcto”.

F. J. Virtuoso (SJ). Rector UCAB

Amalgama de un escrito de A. Gabaldón (hijo) y otro de L. Ugalde (SJ), ofrecidos por Whatsapp, adaptada al estilo comunicacional de este espacio-

En la segunda mitad del siglo XX, Venezuela fue un país en vías de desarrollo: se vio abrir escuelas, liceos y universidades; medicaturas y hospitales; construir infraestructura para energización, comunicación y más; y un etcétera variopinto con empresas (públicas y privadas) en diversas ramas.

Ahora, se ve que no se desarrolló, que entró en declive, en picada y en franco retroceso desastroso: la destrucción de mucho de sí es innegable y creció una masa poblacional mal formada en nociones básicas y en valores y principios: hasta hay altos personeros del régimen, policías y militares que venden gasolina «bachaqueada».

Se oyó decir «es un país petrolero».

Un país petrolero es el que no sólo tiene yacimientos de hidrocarburos, sino que los extrae, refina y transforma en derivados; produce los insumos para el mantenimiento, la expansión y el desarrollo de tal industria, junto con la formación y especialización del recurso humano (humanware) con el saber (knowhow) imprescindible para eso y beneficiar al pueblo (peopleware) y al entorno.

Un país que sólo extrae hidrocarburos es apenas ¡un país minero! (como el Venezuela de hoy), a pesar de haber sido competitivo en producir, exportar y comerciar petróleo y conexos. Se ha repetido que los venezolanos somos propietarios de la riqueza petrolera: acaso, ¿puedes reabastecerte con combustibles como si fueras dueñ@ de ésa? Hasta debes pagarlos muy por encima del precio internacional en países no mineros de hidrocarburos.

También, se oyó decir «es un país rico», pero es un país pobre (¡con muchas posibilidades para ser rico! gracias a sus recursos naturales) que está convirtiéndose en un pobre país. Duele escribirlo y leerlo, pero… ¿puede negarse?

Los últimos cuatro lustros, la gestión económica pública ha sido pésima. La cultura rentista, la corrupción y una educación deficiente dieron espacio al mito de ser un país rico. La impunidad ante el dolo condujo a la inopia actual. A finales del siglo XX, el país perdió totalmente la brújula y la vía del desarrollo y no las volvió a recuperar.

Hoy, es un país sin el capital humano capacitado para producir competitivamente y poner en valía los recursos naturales. Mucho del recurso humano capacitado fue despedido y vejado, otra porción se fue, y el que está aquí no es aprovechado para generar riqueza o la capacidad productiva instalada -que está menguada y casi en ruina, en estado comatoso- no es terreno para que pueda explayarse.

Un porcentaje alto de la gente es ignorante, mal educada, reactiva, procaz, amargada, rabiosa, triste, pesimista, hostigada, resignada, debilitada, mal nutrida, frágil, envejecida, miedosa, manipulada, desesperanzada, en la miseria, no preparada para ejecutar trabajos productivos, hay desgano por el trabajo disciplinado y se percibe como que el trabajo es un castigo, mucha gente vive sin aspiración de superarse y mejorar, esperando unos subsidios (bonos, pensión, etc.), sin energía espiritual para luchar y salir adelante, sin capacidad autónoma de emprendimiento y sin las habilidades para que cada cual pueda ser gestor de su propia vida y de lo demás.

El país ha demostrado ser una buena matriz para parir talentos, pero éstos solos no hacen rico al país; ello requiere de un contexto económico apropiado, educación buena, innovación tecnológica, capital financiero y más.

La pobreza actual -cada día: mayor y que afecta a toda la sociedad por igual (excepto al status quo dirigente, sus séquitos y aduladores, y al segmento social cuyos haberes están mayormente en moneda dura)- es un hecho completamente demostrable con la pérdida del poder adquisitivo por la hiperinflación: lo que está a la vista no necesita anteojo. No es sólo pobreza de ingresos individuales, sino también de inexistencia de servicios públicos buenos: salud, educación, electricidad, combustibles, agua, transporte, seguridad, comunicaciones, entre otros. El empobrecimiento general hace que ahora haya dos clases sociales (pudiente y pobre) y el país se ve ingresar en la categoría de los países más pobres.

Se ha dicho «es un país potencia»: ¡no es una insensatez! Veamos.

En física, «energía» es la capacidad de un cuerpo para producir un trabajo; antes sólo se conceptuaban dos tipos: 1- cinética, y 2- potencial; luego, se añadió la «intermedia» (vr.grt.: el calor). «Energía cinética» (del gr.: cine, movimiento) es aquélla que posee un cuerpo debido a su movimiento (o el trabajo necesario para acelerar un cuerpo de una masa determinada desde el estado inicial hasta la velocidad indicada), mientras que la «potencial» es la existencia de un campo de fuerza en el interior de un cuerpo.

Aplicar lo anterior al país actual permite afirmar que Venezuela es un constructo que no pasa de ser algo potencial, ya que tiene en su interior casi todo lo necesario para desarrollarse, pero está prácticamente inmóvil; ergo: ¡pura potencia, casi sin movimiento de avance hacia lo bueno, aunque sí hacia lo peor!

En el pasado hubo quienes tuvieron mucho mejor criterio administrativo que los 2 últimos presidentes. Se priorizaba la inversión y el gasto, se hacía contraloría, se rendían cuentas, se hizo Guri (generadora de grandes cantidades de energía hidroeléctrica a bajo costo para mover el aparato industrial), se tendió el sistema eléctrico interconectado nacional, en Guayana se ubicaron las industrias básicas pesadas necesarias para diversificar la economía, etc. Ya no, ni siquiera se hace mantenimiento de lo hecho: la expresión más crasa y primitiva de la falta de racionalidad administrativa.

Hay apego al presente, falta de visión de futuro económico nacional (pura reactividad), ausencia del deseo de aumentar el ingreso y no hay una cultura de productividad, poca disposición al ahorro.

En la próxima entrega se publicará la segunda y última parte de esta realidad venezolana.

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