Autor: Sergio Arancibia
El próximo presidente norteamericano Donald Trump ha anunciado con entera claridad que se propone subir los aranceles hoy en día vigentes para las mercancías provenientes de China, por lo menos en un 60 % o más. Todo ello, desde luego, para reducir la entrada de productos chinos al mercado norteamericano e incentivar por esa vía la producción interna de dichos productos. Las acciones y reacciones que se generarán a partir de esa medida afectarán, lo queramos o no, a muchos otros países más allá del binomio China-USA, pues se modificarán muchas variables y formas de funcionamiento de los circuitos del comercio internacional en el cual nos movemos.
Si los chinos ven reducido su acceso al mercado norteamericano pueden tomar varias decisiones a modo de respuesta. Lo más seguro, en todo caso, es que no se quedarán tranquilos, asimilando el golpe recibido en sus exportaciones. Podrían, por ejemplo, intentar desviar las mercancías que no pueden entrar USA hacia otros mercados – asiáticos, europeos o incluso latinoamericanos – para lo cual tendrían que bajar precios y modificar requerimientos tecnológicos para efecto de hacerse accesible de los nuevos clientes. Si todo eso sucediera, países como Chile podrían beneficiarse por los precios más baratos de los bienes procedentes de China. Además, nuestro país podría seguir vendiéndole a China las mercancías que hoy en día le vende, cuestión que no podría hacer si la producción industrial china sufriera una contracción. En este último caso China trasmitiría su contracción económica, producto de las medidas proteccionistas de la administración norteamericana, a sus actuales socios comerciales, tales como Chile. Pero el cambio de clientes, con la necesaria reconversión tecnológica, es probables que no suceda de un día para otro, sino que tome su tiempo, periodo en el cual China se encontrará con problemas de contracción económica, por falta de demanda, y nos trasmitirá en todo o en parte esos efectos negativos, por la vía de comercio bilateral. Una China con contracción económica implica necesariamente para nosotros una disminución de las ventas a ese importante mercado, que ha pasado a tener un inmenso peso en nuestra cartera de exportaciones.
Si China reacciona poniendo, a su vez, aranceles más altos a los bienes provenientes de Estados Unidos, eso implicará una caída en las exportaciones norteamericanas, situación que durará hasta que esas ventas puedan revertirse en producción para el mercado interno, lo cual tampoco es un proceso rápido, sino que exige un periodo de transición. Como le vendemos un volumen importante de mercancías a Estados Unidos, nuestras exportaciones se verían afectadas por el período que dure esa adaptación de la producción norteamericana a la nueva situación de cambio de sus mercados de destino.
No es posible para Chile pasar a venderle a Estados Unidos los bienes que éste deje de comprarle a China. Nuestra cartera de exportaciones, altamente primaria, no está en condiciones de reemplazar a las importaciones que dicho país realiza hoy en día desde el país asiático, dado que no hemos puesto mucho empeño en los últimos años en industrializarnos, ni por prever una situación como la que se avecina. Siempre hemos trabajado y construido a partir del supuesto de mercados internacionales permanentemente libres y abiertos.
Pero los anuncios de la futura administración norteamericana no terminan en los más altos aranceles para los productos chinos. También amenazan con subir, aun cuando en menor cuantía, los aranceles para otros países, sin decir exactamente cuáles y para que productos. Se habla de una subida de los aranceles de alrededor de 20%. Si eso se materializa, y los países afectados responden con las herramientas de política económica que estén en sus manos – básicamente con aranceles – nos encontraremos al poco tiempo con un mercado internacional altamente caracterizado por aranceles y proteccionismos generalizados.
Hay quien piense que, como tenemos tratados de libre comercio tanto con Estados Unidos como con China, estamos a salvo de estas tempestades económicas internacionales. Pero la administración Trump tiene en sus manos la posibilidad de modificar en cualquier dirección las líneas centrales de su comercio exterior y puede modificar cualquier día el TLC firmado con Chile. Lo que puede protegernos no es el TLC, sino lo que se ha llamado “la importancia de no ser importantes”, y no estar, por tanto, en la primera línea de combate entre los grandes de este mundo. Pero aún así, es obvio que cambiarán los precios, los canales y las cantidades vendidas y compradas en el mercado internacional contemporáneo, y eso no puede sino afectar a los países como Chile que han confiado, con tanta fe y durante tan largo tiempo, en las virtudes rectoras de los precios internacionales que se suponían de equilibrio.
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