Existen diferentes estudios que exponen las variadas formas de la visión integral del desarrollo. En su mayoría se refieren al proceso de integración económica, dejando de lado o restándoles importancia a otros aspectos del desarrollo, por lo que el carácter integral queda limitado.
En la revisión del concepto de desarrollo rural integrado, Di Prieto (2001) se cuestiona si el uso del término “integral” es adecuado en situaciones donde no es posible conocer el todo. El desarrollo integral no es la simple acumulación de bienestar ni la sola mayor disponibilidad de bienes y servicios, sino aquel que toma en cuenta todas las dimensiones del Estado y la sociedad, que se reflejan, básicamente, en los aspectos: económico, social, institucional y sustentable.
En un mundo que presume su poderío material, científico, tecnológico y económico, el “desarrollo integral” se plantea como una alternativa más humana para los individuos y para los pueblos. El paradigma integral de desarrollo concibe al desarrollo como un proceso de transformación, que contrasta con el dominante paradigma de la pasada mitad de siglo, que se centraba en mayor medida en ciertos temas económicos y, de forma especial, en los aspectos distributivos. (Stiglitz, 2000)
Desde el paradigma integral de desarrollo resulta indispensable la combinación de crecimiento sostenible, con sistemas políticos democráticos y políticas públicas tendíentes a la cohesión social. Dicho de otra manera, un desarrollado integrado, no puede sacrificar a las personas o a su hábitat natural en aras de su crecimiento económico, ya que este desarrollo no responde, sólo, a la satisfacción cada vez más amplia de sus necesidades, sino, además, al logro de metas de mayor desarrollo en lo político, en lo social, en lo cultural y en lo ambiental. (Casilda, 2005)
Las experiencias de desarrollo local, que se vienen presentando en algunos países de América Latina y Europa, desde los años noventa, se incorporan como un elemento de la estrategia nacional global y se estructuran de forma integral, es decir, en las dimensiones económicas, sociales, políticas y culturales. En los últimos años se ha incorporado la dimensión ambiental, en la búsqueda de un análisis más integral del desarrollo local.
Con todo lo anterior, se llega al concepto de desarrollo local integral como parte importante en el análisis. El desarrollo local integral se puede definir, entonces, como un proceso multidimencional e incluyente, cuyo objetivo es elevar la calidad de vida de las personas, a nivel económico, social, político y ambiental. Está basado en la equidad, distribución y acceso a los recursos; autonomía, democracia y ruptura de las relaciones de poder, identificando adecuadamente actores, personas o agentes, papeles y funciones “desde la base”. (Courtright, 1999).
Finalmente, se puede concluir que el desarrollo local integral debe considerar principios fundamentales; ser inmanente e incentivar las relaciones entre los distintos actores y establecer indicadores básicos para su medición.
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Referencias:
Casilda Béjar R. (2005). El desarrollo económico integral latinoamericano. Madrid: BID.
Courtright C. (1999). Desarrollo local integral. El Salvador: Conectándonos al futuro de El Salvador.
Di Prieto Paolo L. J. (1993). Hacia un desarrollo integrador y equitativo: una introducción al desarrollo local. Argentina: Trabajo, desarrollo, diversidad.
Stiglitz J. (2000). El malestar en la globalización. México: Ed.