Definitivamente, el 2008 es un año pródigo en centenarios. Primero fue el de Rómulo Betancourt, luego el de Jóvito Villalba, en el presente mes nos aprestamos a celebrar en grande el correspondiente a Miguel Otero Silva, siendo el mes de noviembre, específicamente el octavo día de ese mes, el centenario del nacimiento de un ilustre y valioso venezolano: Don Miguel Acosta Saignes. Sólo el haber sido protagonista de primer orden, dentro de la generación del 28, le daría un puesto innegable en la historia nacional; sin embargo, su estirpe era la de los hombres que seguían hasta la muerte física aportando a su país.
Don Miguel nació en San Casimiro, estado Aragua. Una vez bachiller, (1927), comienza en Caracas una carrera que no terminará sino hasta bien entrado el siglo XX, (1989). En esos 63 años de labor organizó partidos, ejerció el periodismo, fundó diarios y escuelas de estudios de Antropología y Comunicación Social; ejerció la docencia y fue un gran investigador. Seguramente se le recuerda por sus aportes en estos campos, siendo el campo de la Etnohistoria donde dejó huella perenne. Lo que sabemos de ese pasado remoto, de ese deslinde histórico que tenemos con la Colonia y más atrás, con nuestros antepasados indígenas, lo sabemos por la ardiente curiosidad de Don Miguel Acosta Saignes, quien con infatigable labor, sabiduría y amor por su tierra, supo desentrañar costumbres, culturas, pareceres.
En italiano, se menciona que la palabra pontífice viene de ponti faccere, algo así como “hacedor de puentes”. Tal vez este sea el mayor aporte de Miguel Acosta Saignes. Construir, después de décadas de esfuerzo, todo un puente entre ese sangriento, remoto y legendario pasado y el no menos azaroso presente de los venezolanos que salían, (por ese entonces), de gobiernos autoritarios y comenzaban a sentir en sus rostros los aires de la democracia. En su obra, se desliza con dignidad los sentimientos de respeto e igualdad que deseaba prevaleciera entre los seres humanos, sobre todo, hacia los más desasistidos pueblos indígenas.
Los estudiosos de la obra de Don Miguel, no cesan de asombrarse ante su holística visión, acción e investigación. Destacan, como un hecho único en nuestra historia, la conjugación que hizo de la acción política, la ejecución de mejoras educativas y sus múltiples investigaciones como una sola tarea, facetas de un mismo diamante que fue trabajando durante toda una vida de pensar y ejecutar.
Honrar la memoria y obra de Miguel Acosta Saignes es, no sólo homenajearlo a él; es, sobre todo, rendir merecido tributo a todas esas culturas, que su paciencia, afecto y talento logró desentrañar de la neblina del pasado.
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