No costaba imaginar la angustia teñida de miedo del pelotón, apenas defendido por un esquelético estrecho. Cercados, como estaban, sólo atinaban oír las voces y ruido de armas del ejército acechante.
Pasaba el tiempo y nada ocurría, nada, a excepción de la densidad del aire comprimiendo todo a su paso como si fuesen hojas de papel.
El miedo paralizaba por igual a pesar de la ventaja asombrosa.
Los del pelotón sabían que se les iba la vida si no defendía ese estrecho.
Cuentan que el coraje logró salvarlos, el poco que pudieron reunir de entre sus dolidas almas.
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