Núria Llavina Rubio – Miedo a desarrollar cáncer, a que se reproduzca o al dolor que pueda provocar. Estos son algunos de los principales temores relacionados con las enfermedades oncológicas.
Es un aspecto cada vez más frecuente debido al aumento de los casos por las campañas de detección precoz y, aunque sea contradictorio, al aumento de las curaciones, por el miedo a que se vuelva a desarrollar. Diversos estudios recientes han valorado el miedo desde diferentes puntos de vista, entre los cuales figura el asesoramiento genético. Esta técnica informativa ha demostrado aminorar las sensaciones de temor a sufrir esta dolencia.
Hoy en día, la palabra cáncer se ha convertido en un término muy común. Pero en general, todavía se asocia con la muerte, pese a que los avances tecnológicos y los programas de prevención casi lo han convertido en una enfermedad crónica. El número de personas diagnosticadas aumenta e indica que cualquiera puede ser víctima de él. Y a pesar de cómo se sobrelleve, lo cierto es que en todos los casos, sin excepción, el cáncer cambia las perspectivas de vida, las relaciones familiares, laborales y de pareja e, incluso, provoca conflictos internos.
El resultado de este conjunto de pensamientos hacia la enfermedad oncológica es el miedo a padecerla, que puede provocar aún más sufrimiento que la propia patología en sí. Esta angustia se traduce de dos maneras: la voluntad de realizarse excesivas pruebas diagnósticas innecesarias o, al contrario, no querer realizarse ninguna por miedo al diagnóstico de la patología.
La información es clave
Una de las posibles vías para sobrellevar el miedo a sufrirlo es el conocimiento acerca de uno mismo en relación con este. Una nueva escala, la primera elaborada en español, ha mostrado que el consejo genético, es decir, información acerca de los antecedentes familiares y su relación con la probabilidad de desarrollar un cáncer, es un potencial aliado frente a este temor y una herramienta idónea para disminuir el estado de intranquilidad respecto a las posibilidades de desarrollarlo.
Bajo el nombre de «Escala de Preocupación por el Cáncer», tiene como objetivo evaluar este desasosiego asociado en personas sanas. Es una traducción de la anglosajona de «Cancer Worry Scale» y consta de seis preguntas con un intervalo de preocupación que oscila entre 6 (mínima) y 24 (máxima).
Hasta ahora no había ninguna herramienta en español de este tipo, que además puede utilizarse en cualquiera de las áreas médicas a las que acuda el paciente (psicología, oncología o, incluso, en la consulta de atención primaria). Elaborada por investigadores de la Escuela Superior de Ciencias de la Salud (UPF) y del Institut Català d’Oncologia (ICO), con las primeras pruebas, realizadas en 212 mujeres con antecedentes de neoplasia de mama, los científicos han comprobado que tras el asesoramiento genético no aumenta el grado de preocupación, sino todo lo contrario.
Compartir las preocupaciones
El temor a sufrir cáncer es un problema psicológico más que una condición fisiológica. Además de conseguir información fiable que ayude a relativizar la aprensión (incluso sobre las tecnologías avanzadas de tratamiento), también es importante hablar con amigos y familiares. Las personas allegadas, pueden ser de gran ayuda para aliviar el estrés y la ansiedad, igual que conversar con personas que han sobrevivido a un cáncer ya que, en general, superar una dolencia como esta ayuda a tener una actitud positiva hacia la vida. La clave es compartir las preocupaciones. Los grupos de ayuda o los psicólogos son otras opciones.
Cuando se supera el Cáncer
Cuando se ha padecido un cáncer, el miedo a la recidiva es otro temor habitual. El 70% de los sobrevivientes está inquieto por esa posibilidad, aseguran los especialistas de la American Society of Clinical Oncology (ACS). Muchas personas acuden con frecuencia a la consulta médica para confirmar que la enfermedad no ha vuelto a desarrollarse. Esta conducta es uno de los principales datos que se desprenden del estudio realizado por la misma asociación en 2010, llevada a cabo entre más de 2.000 mujeres que habían superado un cáncer de mama en sus primeros estadios.
Según los expertos, estas mujeres que han superado un cáncer, deben saber que no hay relación directa entre el riesgo real y el percibido. Los datos sugieren que quienes están más informadas, muestran menor nivel de preocupación. Y esta información «tranquilizadora», según los especialistas, debe centrarse en que, si se detecta a tiempo, tres cuartas partes de las pacientes sobreviven y el porcentaje de recidiva es muy bajo.
Para controlar el miedo, desde la ACS se recomienda aceptarlo, compartirlo (acudir a un grupo de soporte puede ser apropiado), hablar de forma regular con el especialista para los cuidados posteriores, seguir bien informado acerca de los patrones de recidiva, adoptar un estilo de vida saludable y tratar de reducir el estrés. Se propone pasar mucho tiempo con amigos y familia, realizar actividades placenteras y pequeñas acciones que producen placer (meditación, paseos o un simple baño), practicar ejercicio, evitar situaciones innecesarias de estrés y simplificar la vida.
OTROS MIEDOS
El miedo a contraer la enfermedad pasa a otro estado, cuando se conoce un diagnóstico positivo. Un 40% de los afectados afirma necesitar ayuda emocional, tras el diagnóstico. Ese instante en el que se informa al paciente de que padece cáncer, puede ser incluso más duro, que el propio tratamiento. Cuestiones como qué sucederá en las siguientes semanas, la posibilidad de morir o los inminentes cambios en las relaciones con la familia, la pareja o los amigos centran los pensamientos del afectado y, en consecuencia, su conducta.
Con énfasis en estas primeras sensaciones, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), ha puesto en marcha el programa «Primer impacto» en el Hospital Universitario de Canarias, para dar apoyo psicológico y emocional a los afectados. Este programa de asistencia psicosocial, se puso en marcha en 2010 en dos hospitales de Madrid y La Coruña. En la actualidad, se desarrolla en quince centros hospitalarios del país y llega al 20% de los diagnosticados en toda España.
Su objetivo principal es difuminar los desajustes ocurridos tras la noticia: llorar durante días, guardar silencio o hacer de repente lo que nunca se ha hecho, entre otras reacciones. También pretende responder a preguntas habituales como: «¿por qué a mí?». En cualquier caso, son etapas que hay que pasar, como el enfado y la rabia e, incluso, la de la autoculpabilidad, por no haber acudido al médico antes. El objetivo es que la persona vuelva a centrarse en su salud y no en la enfermedad, y que aprenda a sobrellevarla.
Otro miedo relacionado es el sufrimiento. Una de las primeras preguntas de los pacientes cuando reciben el diagnóstico es, si sufrirán mucho o si tendrán dolor, asociado a la quimioterapia o a los tratamientos invasivos.
Fuente: http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2011/07/11/201739.php