Estados Unidos y la Cuenca del Pacífico

El Presidente Obama logró, recién en la semana pasada, la autorización para negociar -a través del sistema denominado  fast track- el Acuerdo TransPacífico, o TPP por sus siglas en inglés. Este acuerdo involucra -en la actual fase de negociación- a 11 otros países: Japón, Canadá, Vietnam, Malasia, Singapur, Brunei, Chile, Perú México, Nueva Zelandia y Australia. Como se puede ver, se trata de una cantidad grande de países que cubren gruesa parte del espacio geográfico en ambas riberas del Océano Pacifico. Se calcula que el PIB de los países, que son parte de este eventual acuerdo, representa aproximadamente el 40% del PIB mundial. Se trataría, por lo tanto, si es que se llega a concretar, del acuerdo comercial de carácter multilateral de mayor importancia económica, geográfica y demográfica después de la constitución de la Unión Europea.

La autorización lograda por el Presidente Obama significa, que el acuerdo al cual se llegue, no tendrá que ser refrendado artículo por artículo por el Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos, sino que los parlamentarios norteamericanos solo votarán, cuando llegue la ocasión,  aprobando o rechazando el acuerdo final que el ejecutivo someta a su consideración.

Se puede percibir -como un aspecto central del proyecto- que no se incluye a China. Eso no es obviamente por casualidad. En alta medida el TPP se trata de un proyecto encaminado, a restarle espacios económicos y políticos a China, y de poner a una cantidad de países de su vecindad a constelar en torno a la economía norteamericana.

Respecto al contenido del eventual acuerdo, se puede decir que éste pretende la eliminación de los aranceles en los intercambios entre los países miembros, conformando de esa manera la más gigantesca área de libre comercio existente en el mundo, no solo desde el punto de vista geográfico, sino también comercial y económico. También se busca la eliminación de los subsidios a las diferentes mercancías intercambiables. Sin embargo, la parte más problemática de esta negociación es la relación con lo que muy eufemísticamente se denomina “la parte normativa”. La parte normativa comprende –entre otros temas- lo relativo a la protección recíproca de inversiones, las normas laborales, las normas ambientales, las normas respecto a derechos de autor y las normas sobre patentes y marcas. Aun cuando el texto que sirve de base a las negociaciones se mantiene en secreto, hay fundadas sospechas de que la intención última es que los estándares que imperan en Estados Unidos en todas y cada una de estas materias conflictivas, pueda ser aceptado por el resto de los eventuales países socios. Así, por ejemplo, se habla de que los derechos de autor, puedan mantenerse vigentes durante 70 años después de la muerte del autor. O que se alargue también el período de vigencia de las patentes sobre medicamentos y otros inventos, lo cual es difícil de aceptar por la mayoría de los países en desarrollo. Y esos temas son importantes, no solo para los países que participen en el acuerdo. Lo que se acuerde finalmente en dichas negociaciones, no solo afectará el comercio entre los países directamente involucrados, sino que generará un entramado normativo que, de una u otra forma, incidirá sobre las reglas del juego que presiden el conjunto del comercio mundial contemporáneo. Ante la parálisis o el fracaso de la Organización Mundial de Comercio para convertirse en el foco de las negociaciones mundiales de tipo comercial, muchos países empiezan a buscar nuevas formas de estructuración del comercio mundial por esta vía de las negociaciones multilaterales. Si un acuerdo como el TPP termina por hacerse realidad, eso cambiará aspectos importantes de las cantidades y de las direcciones de los flujos comerciales y creará un nuevo actor colectivo que estará presente en ese escenario y en el escenario mundial.  Eso obligara a los países que queden por fuera a buscar como insertarse en el nuevo sistema comercial que se cree. Obligará también a muchos países en desarrollo, en particular de la América Latina, a terminar por aceptar -de hecho y en forma obligada- las normas que hemos mencionado y en cuya discusión no han sido invitados a participar.  

En la actual fase de negociación, hay tres países latinoamericanos participando: México, Perú y Chile. Colombia y Panamá han manifestado deseos de participar, pero no parecen haber realizado gestiones concretas encaminadas a ese fin. Ecuador no está en este grupo, más por razones ideológicas que por que sus intereses estratégicos no miren hacia el Pacífico. El resto de los países de la América Latina y/o de la América del Sur, no han manifestado mayor interés en participar en ese acuerdo que tiene hoy más posibilidades que hace un mes atrás de convertirse en realidad. El no tener riberas sobre el Océano Pacífico, no es razón para no participar ni para no ser aceptados. Lo importante es el deseo de estar dentro de un acuerdo, que puede cambiar mucho de la estructura del comercio mundial, si es que llega a concretarse. A decir verdad, no todos los países de la zona oriental del Pacifico participan en esta negociación. Están ausentes, por ejemplo, Filipinas e Indonesia, que son países grandes e importantes en la zona, lo cual pone de relieve las complejidades económicas e geopolíticas  que están en juego. En las grandes negociaciones internacionales, se puede ganar mucho o se puede ganar poco, y siempre puede un país marginarse de un acuerdo que no le satisfaga. Pero estar ausente, y simular que esa negociación no existe o no le incumbe, es la forma más segura de perder.    

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