Alfredo Fermín –Juan Carlos Sánchez, integrante del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC), al que se le confirió en 2007 el Premio Nóbel de la Paz, afirma que si Venezuela no explota el gas y se dedica solamente a comerciar el petróleo de la Faja del Orinoco, el negocio petrolero no le será rentable, por las inversiones que debe hacer para descontaminar ese crudo y poderlo vender en los mercados internacionales.
«Por eso planteo el desarrollo del gas y otras opciones, como el turismo y los bosques que, bien aprovechados, significan un desarrollo de ciencia y tecnología. Hay que impedir la deforestación porque el mundo va a consumir menos energía y va a explotar mejor los bosques para sacar no sólo fibras para tejidos, sino medicinas, biocombustibles y materiales de construcción.
Juan Carlos Sánchez, nativo de La Pastora, en Caracas, realizó sus estudios de Ingeniería Industrial en el Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas de Toulousse, Francia, donde siguió un doctorado en Ciencias Ambientales. De regreso a Venezuela, se incorporó a trabajar con la industria petrolera y como profesor universitario.
Después de su jubilación, se integró al grupo IPCC donde «trabajamos muy organizados, en pequeños grupos, con temas específicos. Estuve en un grupo de siete científicos de los cuales era el único latinoamericano. El resto era de Japón, Noruega y Estados Unidos».
En IPCC investiga sobre soluciones al problema del calentamiento global producido por el bióxido de carbono, el gas que sale por los escapes de los vehículos, por las chimeneas y las instalaciones industriales.
¿Cuáles serían las soluciones que mejor se aplicarían en Venezuela para resolver ese problema?
– Hemos estudiado la inyección de ese gas en los pozos petroleros abandonados, que están a mucha profundidad. Inyectando a presión, ese gas se vuelve líquido y se mantiene allá abajo. Otro forma, es utilizarlo para materiales de construcción. El bióxido de carbono puede convertirse en carbonato que es una piedra. Estamos desarrollando esa posibilidad con el grupo de investigadores internacionales.
¿Cómo realiza usted su trabajo con el grupo IPCC?
– Cada uno trabaja en su país. Yo lo hago desde mi casa. No pertenezco a ninguna institución, porque es un trabajo voluntario. Las Naciones Unidas contribuyen cuando nos reunimos, una vez al año. Paga los pasajes y la estadía donde nos reunimos. Para evitar la viajadera, trabajamos por Internet. Pasamos la información y recibimos los comentarios por correo electrónico de los otros colegas.
¿Esperaban que les dieran el Premio Nóbel de la Paz de 2007?
– Particularmente fui sorprendido con lo del Premio Nóbel. Me enteré por la televisión cuando veía CNN. Veía el noticiero cuando la locutora dijo: el Grupo de Investigadores de las Naciones Unidas acaba de ganar el Premio Nobel de la Paz 2007. Cuando salieron las imágenes me dije: yo como que estoy allí, pero creía que me había quedado dormido y estaba soñando.
¿Le tocó algo efectivo de ese premio?
– Somos más de dos mil investigadores en todo el mundo. El premio es una medalla de oro que la ganamos para las Naciones Unidas. Es casi un millón de euros con el cual se abrió un fideicomiso, para que los investigadores jóvenes pueden recibir una beca y hacer sus estudios relacionados con el cambio climático.
¿Cumple la empresa venezolana con su responsabilidad de evitar la contaminación del medio ambiente?
– Falta mucha conciencia ambiental en el país. Esa conciencia no se tiene, porque falta informar y difundir la gravedad de los problemas ambientales que tenemos. Estamos apostando al futuro del país, sólo en la Faja Petrolífera del Orinoco. Es como poner los huevos en una sola cesta. Los flujos que allí se producen son muy contaminantes, son una pasta sólida, con un contenido muy grande de azufre, de óxidos y metales que contaminan a la atmósfera.
Por eso, para procesar esos crudos y para venderlos en el mercado internacional, hay que someterlos a instalaciones llamadas mejoradoras, que son refinerías pequeñitas, como las que están en el norte del estado Anzoátegui, en la zona de Jose, donde están Petropiar y Petrocedeño.
– Esas mejoradoras, para que funcionen, utilizan hidrógeno cuya fabricación genera una cantidad muy grande de CO2 que es un gas de invernadero. Si la producción petrolera, que queremos aumentar en cuatro millones de barriles, sólo va a depender de la proveniente de la Faja del Orinoco, nos convertirá en el país, de Latinoamérica, más contaminante de la atmósfera.
¿Hay otras alternativas?
– El país tiene otra oportunidad con el gas que está costa afuera. El gas es un combustible mucho más limpio, comparado con los crudos. Pero siento que la política energética del país, está enfocada únicamente en la Faja del Orinoco que podría manejarse de manera distinta. Si no se hace así, ese crudo melcochoso y pesado tendremos que eliminarle la contaminación, para venderlo a países desarrollados. Y nos quedaremos con la contaminación. En Jose se observan montañas de azufre y el coque, que es carboncillo que arrastra el viento, ocasiona contaminación y enfermedades en las comunidades.
Si en estos momentos, en Jose se producen 400 mil barriles de crudo mejorado, cuando estemos produciendo dos millones de barriles de la Faja, la contaminación será inmensa. No estamos viendo el problema que se avecina. Porque el negocio petrolero no dará dinero suficiente, por las inmensas inversiones que serán necesarias para descontaminar el crudo y venderlo en los mercados internacionales que, cada vez más, son más exigentes con lo que compran.
¿Por qué el gobierno no se interesa, como debería, por la explotación del gas?
– Siento que no nos estamos dando cuenta de ese negocio. La plataforma que se hundió en costas de Paria, da una idea de que el gas lo vamos a explotar como a regañadientes, como empujaditos, cuando lo cierto es que, cada vez, hay mayor demanda en los mercados internacionales porque es un producto más limpio.
¿Por qué se han abandonado los otros campos petroleros? ¿Se agotaron?
– Los campos petroleros, cuando están nuevos, producen por presión propia. Al perforarse, la presión empuja el crudo hacia arriba. Pero, a medida que se va explotando, llega un momento en que se requiere montar la bomba, el balancín para la extracción. Pero se necesita mucha presión, por lo cual se inyecta vapor de agua, para crear presión artificial. Esto no es rentable. Por eso, la urgencia de buscar otras opciones. La industria petrolera va a cumplir cien años, por lo cual muchos de los yacimientos están agotados.
Pero la faja está «full».
– Queda bastante. Se calcula que la cantidad podría abastecer a tres y cuatro generaciones más. Pero ya el mundo no quiere ese tipo de crudo, porque ensucian la atmósfera y ocasionan calentamiento global. Tenemos que pensar seriamente de qué vamos a vivir, porque el petróleo que estamos produciendo no lo van a querer en ninguna parte. Hay que tener esa visión de largo plazo y construir las instalaciones para utilizar el gas y hacer otros negocios.
¿La sequía que acabamos de tener, fue consecuencia de la contaminación ambiental?
– La sequía fue consecuencia del fenómeno de El Niño. Es un fenómeno natural del planeta, en el que no tiene incidencia el ser humano. La periodicidad no es regular. Puede ocurrir cada dos años o cada once años; pero cuando aparece, en nuestro país, siempre hay una sequía prolongada. Esa sequía ocasionó que las temperaturas subieran hasta dos y medio grado con respecto a la temperatura normal de marzo. Esa temperatura secó los embalses o redujo significativamente su volumen. Eso obligó al racionamiento de electricidad.
El Guri genera electricidad, en función de la altura del agua en el embalse. Si la altura es menor, la presión de agua sobre la turbina es menor. Cuando eso ocurría en el pasado teníamos capacidad termoeléctrica para generar electricidad por otros medios: las plantas de Tacoa, en Vargas y Planta Centro, en Carabobo. Pero fueron descuidadas por mucho tiempo y dejaron de funcionar. Si se hubiese dado mantenimiento a esas instalaciones, no habríamos tenido racionamiento, porque el sistema eléctrico nacional está diseñado para que, cuando El Guri falle, contar con el respaldo de la capacidad excedente de esas plantas termoeléctricas.
Ahora hay que construir capacidad nueva, que cuesta un dineral. Eso no se hace de la noche a la mañana. Para restablecer la capacidad de respaldo, van a pasar cuatro o cinco años, si es que se hacen las inversiones.
El Guri comenzó a recuperarse y pareciera que la situación está mejorando, por lo cual se están olvidando de que vamos a tener otra emergencia el próximo año, por el impacto de la sequía, que dura dos o tres años y por la negligencia para darle mantenimiento a las instalaciones.
La calima
– La sequía trajo la calima que, como problema de salud pública, no se le ha dado el tratamiento correcto. La calima es una bruma seca. Cuando no llueve, el polvo de la tierra se levanta y queda suspendido en el aire. El único mecanismo, para que ese polvo sedimente, es la lluvia que lava la atmósfera o el viento que barre el polvo.
Las partículas de la calima son tan pequeñas, que se meten hasta los pulmones y crean afecciones, asma, alergias. De eso no se habló mucho. Salió una información oficial de que no había problemas. ¿Cómo no iba a haber problemas cuando las clínicas y hospitales de Caracas y Valencia estuvieron llenas de niños y ancianos con problemas respiratorios? El desconocimiento es muy grande. Siento que hemos perdido institucionalidad. Antes, los organismos encargados del ambiente estaban mejor preparados, con cuadros técnicos que respondían a las necesidades.
Yo di unas declaraciones, a ver si alguien me escuchaba, porque ninguna autoridad de salud hizo un pronunciamiento serio sobre este problema de salud. Hay deficiencias técnicas y de conocimiento. Por eso digo que no hay conciencia, en el país, sobre los problemas ambientales. En las universidades hay capacidad y profesores que han dedicado su vida a estudiar los problemas ambientales del país. Tienen mucho que aportar y que decir pero no se les consulta.
¿Seguirá cada año aumentando el calor?
– Los cambios de temperatura se miden, a lo largo de tres y cuatro décadas. De un año para otro es difícil observarlos, porque las variaciones son casi naturales. Pero hay fenómenos que indican que el clima se ha calentado. Por ejemplo, en Mérida, de los cinco glaciares de la Cordillera de los Andes, que había cuando yo nací, dos desaparecieron completamente; uno apenas tiene parchecitos de nieve y los dos que quedan han reducido su tamaño desde la década de 1950.
En el país se tienen 60 años de registros de temperatura y se ha observado un aumento de temperatura promedio de 2 grados centígrados. En algunos meses, es más alto y en otros es más bajo. La tendencia es marcada. Si para mediados de este siglo aumentan otros dos grados será difícil la vida.
¿Porque las grandes potencias no se ponen de acuerdo para mejorar el medio ambiente?
– Porque ponen el dinero antes que el ambiente. Lo que cuidan son las relaciones comerciales. Si Estados Unidos reduce las emisiones, los bienes que ellos fabrican para la venta, tendrán un precio más elevado porque eso cuesta caro. Ellos observan que se verían desfavorecidos en el comercio internacional con respecto a China, que podría continuar vendiendo más barato.
Por esa razón tendrán que ponerse de acuerdo las dos potencias, porque en Estados Unidos cada vez hay más presión para que se utilice menos petróleo y se cambie por otra cosa.
¿Cuál es esa otra cosa?
– Las fuentes renovables: energía eólica y la energía solar, que compiten con el petróleo para generar electricidad a precios más bajos. En Estados Unidos, han tomado medidas para reducir emisiones. Eso va a seguir para detener el calentamiento global. Será un alivio, con respecto al problema de las enfermedades infecciosas, por el aumento de temperatura. Pero entonces, en Venezuela, se nos planteará el problema de lo que vamos a hacer con el petróleo, una vez que lo desechen, por la contaminación que produce.
Fuente: http://www.el-carabobeno.com/e_pag_fdom.aspx