La Estela del Cometa Facundo

“Una cerveza en Holanda, un pintor en Salamanca,
una hoguera junto al Nilo, un poema en Casablanca,
una pregunta en el aire y una respuesta en el alma,
las noches en el mar rojo y los veranos en España,
la voluntad y el delirio, una vieja gorra griega…
esas cosas dejaré, el día que yo me vaya”.

Así decía Facundo en una de sus canciones. Todos los que fuimos bendecidos por su trascendente presencia en la tierra, sospechamos que dejó mucho más.

Facundo tiene una inmensa herencia, cuyos herederos, sí sabemos recibirla, en esencia somos todos nosotros. Dejó horas y horas de enseñanzas, kilómetros de poesía y de esa sencilla sabiduría de los iluminados. Algunos lo llaman el “Juglar del siglo XX”, y ello es un buen título, honorable y merecido; sin embargo, ello no fue todo, fue mucho más lo que dejó sembrado en un mundo de decepciones y de luchas, de alegrías amortiguadas y de profundas injusticias. Dejó un ejemplo, su propia vida que arranca en la más espantosa de las desigualdades, marcada por el infortunio y la miseria, hasta encumbrarse a través del trabajo, y sobre todo echando mano de una actitud feliz ante la adversidad y las eventuales dificultades.

En los diccionarios, la palabra cometa se asocia a cuerpo celeste, a rastros luminosos, a órbitas elípticas muy excéntricas. Podríamos concluir, sin muchas objeciones, que estos elementos pueden perfectamente asociarse a la trayectoria que, por más de cinco décadas, cumplió este ser humano honesto, libre y sabio. Ya está en ese paraíso que supo construir piedra a piedra, sonrisa a sonrisa. En sus propias y risueñas palabras “cambiaré mi torpe cuerpo por las alas con las que entraré en la mañana del despertar eterno, más allá de los sucesos momentáneos”.

Un hasta luego al cometa benévolo y rutilante que encarnó con desenfado y valentía.

Él ha dejado una estela…

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