Fernando Ochoa Antich – Las recientes declaraciones del mayor general Wilmer Barrientos, jefe del Comando Operacional de la Fuerza Armada y responsable del Plan República: «La Fuerza Armada se apega al artículo 328 de la Constitución Nacional y no está al servicio de ninguna parcialidad política», han provocado una inmensa sorpresa en amplios sectores de la opinión pública. César Miguel Rondón, siempre perspicaz, escribió un artículo que tituló: «Lo obvio y lo no tan obvio», explicando las razones del impacto que han tenido esas declaraciones. Sin lugar a dudas, la sorpresa surgió al no coincidir los puntos de vista del general Barrientos con anteriores declaraciones de otros jefes militares, entre ellos el general en jefe Henry Rangel Silva, ministro de la Defensa, quienes siempre han querido vincular a la Fuerza Armada con el PSUV y el socialismo del siglo XXI.
Es claro que la razón la tiene el general Barrientos. El artículo 328 de la Constitución Nacional es terminante: «la Fuerza Armada es una institución profesional, sin militancia política, al servicio de la nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política». Esta posición institucional sorprendió a José Vicente Rangel, que estoy seguro lo invitó a su programa pensando que mantendría una posición cercana a las absurdas ideas que él ha venido sosteniendo desde hace varios meses y que resumen la estrategia del propio Hugo Chávez para incitar a la Fuerza Armada a incumplir sus deberes constitucionales. La desagradable sorpresa que recibió Rangel lo condujo a escribir en su columna, antes de publicar la entrevista del mayor general Barrientos, sus peregrinas ideas, tratando de disminuir la contundencia del planteamiento del jefe del CEO.
Voy a rebatir las peregrinas ideas de Rangel, que en el fondo es la estrategia chavista para tratar de desconocer el seguro triunfo de Henrique Capriles, pero antes deseo manifestarle al mayor general Wilmer Barrientos mi palabra de solidaridad, admiración y respeto. No es fácil atreverse a sostener, en un régimen tan represivo con los militares como el chavista, una posición tan profesional y democrática. Analicemos los planteamientos fundamentales que hizo Rangel buscando mediatizar las declaraciones del general Barrientos. La pregunta fundamental que él se hace, para después responderse a su gusto, es la siguiente: «¿Cómo nos comportaremos los venezolanos ante los resultados de la elección presidencial del 7 de octubre?, ¿cuál será la reacción?, ¿se respetarán los boletines del Consejo Nacional Electoral, producto del escrutinio…?»
Todas las respuestas fueron más que acomodaticias para tratar de justificar el permanente abuso de poder que han caracterizado las campañas electorales del régimen chavista. Tuvo el tupé de sostener que Hugo Chávez había garantizado plenamente el ejercicio democrático. Esa mentira debe haberlo sonrojado. Todos los venezolanos recordamos, por ejemplo, el retraso por casi dos años que se hizo de la fecha para realizar el referendo revocatorio, empleando todo tipo de triquiñuelas, con el fin de lograr el tiempo necesario para que tuvieran efecto los planes sociales. Tampoco se puede olvidar la curiosa circunstancia que caracterizó la última elección parlamentaria: la oposición obtuvo más votos, pero unas inconstitucionales modificaciones de los circuitos electorales, le concedió menos diputados en la Asamblea Nacional.
No recordemos más el pasado. Analicemos con detenimiento las reales circunstancias de la actual campaña presidencial. Lo primero a señalar es la inconstitucionalidad de la propia candidatura de Hugo Chávez, al violar flagrantemente el artículo 230 de la Constitución Nacional que limita a una sola reelección la candidatura del presidente de la República. En Venezuela se conoce perfectamente que la enmienda constitucional realizada para permitir la reelección indefinida era ilegal por haber sido rechazada por el pueblo esa misma modificación en la Reforma Constitucional del año 2007. Otros aspectos imposibles de negar son: la inequitativa conformación del Consejo Nacional Electoral, y el permanente ventajismo que ha mantenido la campaña de Hugo Chávez al abusar de manera desproporcionada de los medios de comunicación.
De todas maneras, Henrique Capriles va a ganar las elecciones el 7 de octubre. Es imposible negar la realidad. Su carisma, su figura juvenil y su mensaje han creado tal emoción que será imposible detener la avalancha de votos que se producirá ese día. Comparen sus multitudinarias manifestaciones populares con los actos en sitios cerrados del oficialismo. El cuentico de las encuestas y la supuesta denuncia de fraude de la oposición, ya no se lo cree nadie. Tampoco asusta la amenaza que significó el permanente mensaje de Hugo Chávez en los cuarteles acusando a la oposición de antipatriota y de odiar y despreciar a los militares. El 7 de octubre, la Fuerza Armada cumplirá sus obligaciones constitucionales. Las actas, en manos de la oposición, será el verdadero escrutinio. Los ciudadanos en la calle harán respetar la voluntad popular.
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