Nuestro asiduo colaborador, José Alberto Medina Molero, incursiona nuevamente en el género literario del cuento. He aquí una fina muestra de su talento creativo.
Lo noté más sereno después de su crisis. En bata de baño se apoyaba en el borde de la cama para sentarse. Esperábamos el carro que el Palacio iba a enviar. No resistí el impulso de preguntarle. Me miró, solemne, como si estuviese en Ginebra. Por la entreabierta ventana el Ávila parecía burlarse de la adormitada ciudad. comenzó a decir con una voz normal, como si en esa mañana de lunes de sorpresas algo pudiera serlo.
Cuando oímos el toque en la puerta supimos que ya no podíamos seguir hablando. Se levantó con los ojos desorbitados alisándose el cabello y me preguntó, con la inseguridad del un niño:
Alcancé a verlo abordar el Cadillac negro con el Escudo en la placa. Comenzaba un viaje largo en el que ni su lámpara podía orientarlo ya.
Afuera, el cerro seguía al coche con una mirada de testigo vegetal.
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