La política es así: La nueva aritmética del poder

¿Cómo se generan los cambios políticos? ¿Pueden por si mismas las circunstancias materiales producir rupturas en el ámbito público? ¿Bastara sentarse a ver el río correr? Preguntas vitales. Apuntan al núcleo central de lo que debe considerarse como sustantivo en el activismo colectivo. Sobre estos temas existen diversas respuestas. Hay quienes creen que es suficiente deslizarse en la cresta de la ola de problemas. En consecuencia, la tarea prioritaria consistiría en denunciar, impactar a la opinión pública, diseñar políticas, etc. En fin dar cuenta de las dificultades que acogotan a la población. En otro extremo, se encuentran los electoralistas y expertos en mercadeo político. Para este grupo propiciar el cambio es un asunto de expertos en comunicación política. Buenos asesores, garantía de éxito.

En realidad ambas repuestas son acertadas. Apuntan hacia aristas sobre las cuales se constituye una oferta electoral. Son útiles en la conformación de una opinión susceptible de ser orientada hacia el objetivo político central. En el caso que nos interesa, la transición hacia una democracia de ciudadanos. Sin embargo, en el momento actual, estas estrategias requieren de una condensación de índole política.

Por ejemplo, recientemente hemos sido testigos de rebeliones ciudadanas en países del medio oriente. Las reivindicaciones que incentivaron estas movilizaciones fueron de naturaleza estrictamente política Seguramente esta solicitud estuvo anclada en un cúmulo de problemas de naturaleza reivindicativa. Pero lo que mantuvo a los ciudadanos egipcios en la plaza Tahrir fue un ejercicio de voluntad política. Una única consigna expresó esta determinación de cambio: reformas democráticas.

Situémonos, ahora, en el escenario nacional. ¿Cuál podría ser esta consigna? ¿Cómo condensar en una sola propuesta diversas reivindicaciones? ¿Qué demanda específica podría desafiar la actual estructura de poder? No es fácil encontrar repuestas a estas interrogantes. Sin embargo existen pistas. Por ejemplo, la “nueva geometría del poder” constituye la amenaza más grave que pesa sobre la institucionalidad democrática. De ganar el Gobierno las venideras elecciones, gobernaciones y alcaldías tendrían sus días funcionales contados. Estaríamos en presencia de la construcción de una nueva institucionalidad autoritaria y centralista. Es esta circunstancia la que permite visualizar el conflicto político como la elección entre centralización autoritaria o autonomías regionales. En otras palabras, la reconstrucción de la democracia pasa por la conquista de estas soberanías. De lo que se trata, por encima de reivindicaciones particulares, es dibujar una nueva “aritmética” del poder que conteste a la “geometría” propuesta desde el Gobierno, y esta “aritmética” no puede ser otra que la lucha por las soberanías regionales. Esta reivindicación, sin lugar a dudas, daría lugar a un espacio donde se podrían construir alianzas insospechadas y permitiría transitar senderos para ejercitar formas alternativas de hacer política.

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