“Se sostiene que en Venezuela gracias
a la intervención de la política, la Universidad
ha podido funcionar. Pero al tomar una simple
relación política y estabilidad institucional se
encuentra que aquélla ha desviado la marcha
de la educación, sobre todo por las desviaciones
dadas: clientelismo, huelgas, etc…”
E. Méndez Q
En los últimos tiempos, la humanidad ha venido experimentando profundas y aceleradas transformaciones en todos sus contextos. La obsolescencia de algunos paradigmas da lugar a la búsqueda y descubrimiento de otros, que den respuesta a las diversas exigencias planteadas por el mundo globalizado. En el campo de la gerencia, las organizaciones están en la búsqueda continua de estrategias que les permitan mantenerse en el tiempo y ser competitivas. No escapan de esta realidad las universidades, las cuales, como organizaciones, deben justificar su espacio en la sociedad y garantizar su permanencia; para ello, deben diseñar e implementar estilos de gestión basados en la excelencia.
Esta semana es crítica para el futuro de la Universidad de Carabobo, por cuanto están previstas las elecciones de las máximas autoridades de dicha Institución. El martes 4 –la primera ronda– y tres días después el viernes 7 –la segunda vuelta–. En el trascurrir de ese tiempo, es cuando prevalece el criterio político, muy por encima del académico, en donde se negocian votos –del claustro universitario– incluyendo a los estudiantes regulares de ese centro de aprendizaje. La estrategia de negociación, es repartir y asignar poderes a personas que están identificadas con tal o cual partido político, o de las infinidades de grupos electorales que tienen vida licita en el Alma Mater. Estos acuerdos, sin temor a equivocaciones, son los que producen las grandes desviaciones entre el “deber ser” y el “ser”. Motivado a estas realidades, las nuevas autoridades electas deben, por medio de un cambio actitudinal efectivo, (eficaz y eficiente), garantizar una excelente gerencia académica, que endose la formación de profesionales de alta calidad, que tengan un valor de mercado en esta “Aldea Planetaria”.
Estas nuevas autoridades universitarias locales, además de avalar el logro repetitivo de la excelencia académica, (asertividad), tienen el ineludible deber de garantizar la autonomía de esos centros de aprendizaje, así como también aplicar un proceso de reingeniería o rediseño de todos los sistemas existentes en su entorno interno, comenzando por el proceso de reclutamiento, selección y empleo de dicha institución de: docentes, estudiantes, del personal administrativo y obrero; en el cual deben prevalecer las ideas y conceptos de la herramienta gerencial del “TOPGRADING”, es decir que ingresen los mejores. ¡SOLAMENTE PERSONAS “TIPO A”! Esto traería como consecuencia, que la gente que ingrese a la UC sea de calidad y, precisamente la calidad humana es la que garantiza la calidad de los productos, bienes y servicios.
Otro de los aspectos que deben mejorar substancialmente las nuevas autoridades, es la proyección institucional de la UC en su área de influencia geográfica. Por el talento humano que tiene la Universidad, está en la mejor posición de poder asumir su rol protagónico, en la solución de problemas y la administración de proyectos de mejoras a través de programas de innovación y creatividad, no solamente de esas necesidades originadas en el sector público, sino también en el privado. Muchos de estos espacios que deberían ser ocupados por la máxima casa de estudios del Centro del País, han sido invadidos por universidades, tecnológicos públicos y privados, no solamente de esta entidad federal sino de otras latitudes. Esta pérdida de liderazgo, también es consecuencia de las decisiones políticas.
Si bien es cierto, que el Estado venezolano es el garante de que la educación sea accesible a todos los ciudadanos, no lo es menos el hecho de que el sistema educativo en general y, en específico, el sector universitario, atraviesa por una grave crisis, que dificulta el cumplimiento de su misión y objetivos. Esta crisis tiene un denominador común, el cual es la falta de presupuestos adecuados que permitan el óptimo funcionamiento de las universidades. “La universidad, como agente de cambio social, tiene el principal compromiso de formar el recurso humano que requiere el país. No obstante, esta necesidad debe estar acompañada de un sistema educativo con altos niveles de eficiencia”. (Miquilena, 1999).
Para lograr este objetivo, las nuevas autoridades de la UC deben perfeccionar la gerencia del capital intelectual de dicha institución. Es decir, saber identificar y seleccionar el mejor talento humano, sin tomar en cuenta los compromisos políticos con los grupos de poder dentro de ella, para que gerencien los cambios conductuales necesarios e indispensables que hoy día reclama la nueva realidad social.
Si la UC quiere ser una institución competitiva a medio plazo, tiene que apostar ya por la reingeniería o rediseño de los procesos de aprendizaje y de un nuevo estilo de gerenciar. Las nuevas autoridades tienen la obligación ineludible, de sacar a la Universidad de su poca pertinencia en la calidad del aprendizaje. Este proyecto de cambio debe estar basado en la solidaridad: las instituciones públicas, así como las privadas, deberían estar comprometidas con este proceso de transformación tan esperado.
Pero ¿Cómo pueden las nuevas autoridades garantizar en la universidad, llevar a cabo una gerencia, que le permita cumplir con sus proyectos de vida en cuanto a organización vital? ¿Cómo ser excelente en el quehacer gerencial universitario? ¿Qué herramientas emplear? Dar respuesta a estas interrogantes debe ser la principal motivación de las nuevas autoridades, para el bien de la institución y de todos sus miembros.
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