Un secretismo ridículo, pues los países socios publican en forma habitual los volúmenes de comercialización con el país.
Los países de la Asociación Latinoamericana de Integración venden a Venezuela 13.674 millones de dòlares. En Caracas se declara haber comprado a los países miembros de ALADI bienes por un total de 10.732 millones de dòlares.
Si usted está interesado en averiguar a cuánto ascendieron las ventas que Brasil le hizo a Venezuela en el año 2011, puede consultar las estadísticas que al respecto proporciona la Asociación Latinoamericana de Integración, ALADI, y que a su vez le son proporcionadas a dicho organismo internacional por el Gobierno brasileño. Allí obtendrá que esas exportaciones brasileñas a Venezuela sumaron 4.592 millones de dólares en el año recién pasado. Pero si quisiera averiguar la misma información consultando las estadísticas venezolanas, se encontraría con que las compras que Venezuela declara haber realizado en Brasil, en ese mismo año, alcanzan sólo a 2.945 millones de dólares. Hay una sustantiva diferencia de aproximadamente 1.600 millones de dólares.
Si usted quiere averiguar a cuánto ascienden las compras realizadas por Venezuela a los demás países miembros de ALADI –que son todos los de América del Sur, más México y Cuba, y menos Guayana y Surinam – se encontraría con que la suma de todo lo que dichos países declaran haberle vendido a Venezuela suma 13.674 millones de dólares. Pero si consulta las estadísticas venezolanas se encontrarán con que Venezuela declara haberle comprado a dichos países bienes sólo por un total de 10.732 millones de dólares. Una diferencia de aproximadamente 3.000 millones de dólares.
Nunca las estadísticas son exactamente coincidentes entre los países que compran y los que venden, pues hay diferencias en las metodologías de cómputo y/o en los momentos en que se hacen los registros de comercio exterior. Pero diferencias tan gruesas como las que hemos mencionado no pueden explicarse por esa vía.
Sin información
Una parte de lo anterior se explica por el hecho, de que Venezuela oculta en forma sistemática sus operaciones de comercio exterior relacionadas con el petróleo. No es posible encontrar en la estadística oficial venezolana información sobre el volumen de petróleo y sus derivados que se le vende a cualquier país. Sólo es posible encontrar información muy consolidada respecto a las exportaciones totales de hidrocarburos; pero las compras y ventas país por país, son un secreto de Estado. Este secretismo es por lo demás sumamente ridículo, pues los países socios -que no tienen nada de ocultar en esta materia- publican en forma habitual y creíble los volúmenes de petróleo y de hidrocarburos que le compran o que le venden a Venezuela.
Pero hay más. Está claro que el Estado venezolano –a través de PDVSA- es el principal exportador del país. Paralelamente, se ido incrementando también su rol como importador, sobre todo de alimentos; pero igualmente de automóviles, de lavadoras, televisores y prácticamente todo lo que se le vaya ocurriendo a las autoridades gubernamentales. En condiciones normales, toda importación y/o exportación deja huellas en aduana, en los puertos, en los bancos y en la administración tributaria. Pero cuando todos esos organismos están bajo el férreo control de las mismas autoridades y carecen en forma total y absoluta de autonomía, es dable pensar -aun cuando nada se puede asegurar en este momento en ese sentido- que muchas de las estadísticas de comercio exterior se maquillen para ocultar información, tanto en lo relativo al volumen de exportaciones como de importaciones.
Sin credibilidad
Argentina viene publicando cifras oficiales sobre inflación, que han suscitado dudas entre agentes económicos, públicos y privados, dentro y fuera de ese país. Como resultado de esa falta de credibilidad, algunos medios y organismos nacionales e internacionales han optado por dejar de publicar dichas estadísticas y, lo que es peor, han dejado de creer en ellas.
A Venezuela le puede pasar lo mismo con sus estadísticas de comercio exterior –o con otras- en la medida en no haga un esfuerzo por dotarlas de transparencia y credibilidad.
Y puede sucederle algo peor: que las autoridades gubernamentales tomen decisiones de política económica basados en información que no se corresponde con la verdad.
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